23 - DE
AGOSTO – MARTES –
21 – SEMANA
DEL T. O. – C
Santa Rosa de Lima
Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17):
Os rogamos,
hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra
reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por
supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el
día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os
llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de
nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las
tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que
Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos
ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele
internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.
Palabra de Dios
Salmo: 95,10.11-12a.12b-13
R/. Llega el Señor a regir la tierra
Decid a los
pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Alégrese el
cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los
árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (23,23-26):
En aquel
tiempo, habló Jesús diciendo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y
descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito
y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que
limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de
robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así
quedará limpia también por fuera.»
Palabra del Señor
1. El evangelista pone en
boca de Jesús un tercer "Ay" de denuncia y amenaza, que se refiere al
problema del diezmo, la décima parte de los ingresos, que los israelitas debían
pagar al Templo. Se trataba, por tanto, de un impuesto religioso. En
la Biblia, se prescribía un impuesto por los frutos del campo (Lev 27, 30) y de
algunos productos de la siembra (Dt 14,22 s). El dinero que se recolectaba con
estos diezmos iba destinado al Templo, concretamente a los sacerdotes
y empleados. Pero, además de esto, la Misná había establecido
otro segundo diezmo por toda clase de frutos secos y legumbres. El hecho es que
con estos impuestos se oprimía a la pobre gente trabajadora, en provecho del
clero judío.
2. Así las cosas, lo que
Jesús denuncia es la exigencia escrupulosa que ponían los letrados y fariseos a
la hora de exigir el pago de estos impuestos, mientras que las exigencias
éticas básicas, el derecho, la misericordia y la fidelidad, se descuidaban
y hasta se atropellaban de forma escandalosa.
Es impresionante la actualidad que tienen estas denuncias del evangelio de Mateo. En los tiempos actuales, cuando tantos millones de criaturas humanas se mueren de hambre por la explotación que sufren de los países ricos y de las grandes empresas multinacionales, los obispos y el clero ayudan a los pobres con la caridad, pero se callan cuando la defensa de la justicia y de los derechos humanos ponen el peligro la seguridad y los privilegios que suele tener la Iglesia.
3. El cuarto ¡Ay! habla directamente de la hipocresía que cuida con esmero la imagen externa, la apariencia pública, al tiempo que "por dentro" las cosa están impresentables. La distinción entre el interior y el exterior de los vasos era cosa frecuente en tiempos de Jesús. Los rabinos distinguían incluso entre la cara interna y la cara externa de los vasos. Lo que les importaba es que por fuera estuvieran limpios. Son conocidas las controversias que había entre los seguidores de Hillel y los de Schammai sobre este asunto (J. Neusner), tan ridículo y de tan mala educación. En las religiones que conocemos es algo que por desgracia, se vive a diario, a veces hasta extremos difíciles de explicar.
No terminamos de aceptar que lo que
importa en la vida es la sinceridad, la claridad y la autenticidad de nuestras
vidas.
Santa Rosa de Lima
(Isabel
Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617)
Religiosa peruana
de la orden de los dominicos que fue la primera santa de América. Tras haber
dado signos de una intensa precocidad espiritual, a los veinte años tomó el
hábito de terciaria dominica, y consagró su vida a la atención de los enfermos
y niños y a las prácticas ascéticas, extendiéndose pronto la fama de su
santidad.
Venerada
ya en vida por sus visiones místicas y por los milagros que se le atribuyeron,
en poco más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia católica, que la
declaró patrona de Lima y Perú, y poco después de América, Filipinas e Indias
Orientales.
Biografía
Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la vecindad del hospital
del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del
Perú. Era hija de Gaspar Flores (un arcabucero de la guardia virreinal natural
de San Juan de Puerto Rico) y de la limeña María de Oliva, que en el curso de
su matrimonio dio a su marido otros doce hijos. Recibió bautismo en la
parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y
María Orozco.
En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al pueblo
serrano de Quives (localidad andina de la cuenca del Chillón, cercana a Lima)
cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se
refinaba mineral de plata. Las biografías de Santa Rosa de Lima han retenido
vivamente el hecho de que, en Quives, que era doctrina de frailes mercedarios,
la futura santa recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del
arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien efectuaba una
visita pastoral en la jurisdicción.
Aunque había sido bautizada como Isabel Flores de Oliva, en la confirmación
recibió el nombre de Rosa, apelativo que sus familiares empleaban prácticamente
desde su nacimiento por su belleza y por una visión que tuvo su madre, en la
que el rostro de la niña se convirtió en una rosa. Santa Rosa asumiría
definitivamente tal nombre más tarde, cuando entendió que era "rosa del
jardín de Cristo" y adoptó la denominación religiosa de Rosa de Santa
María.
Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía de Santa Rosa de
Lima, que corresponde precisamente a sus años de infancia y primera
adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado arrojar nueva luz mediante
la interpretación de algunos sueños que recogen los biógrafos de la santa.
Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la formación de su
personalidad, no obstante, el hecho de que los autores han preferido hacer
abstracción del entorno económico y de las experiencias culturales que
condicionaron la vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento
minero vinculado al meollo de la producción colonial. Probablemente esa
vivencia (la visión cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores
indios) pudo ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las enfermedades
y miserias de quienes creerían luego en su virtud.
En Lima
Ya desde su infancia se había manifestado en la futura santa su vocación
religiosa y una singular elevación espiritual. Había aprendido música, canto y
poesía de la mano de su madre, que se dedicaba a instruir a las hijas de la
nobleza. Se afirma que estaba bien dotada para las labores de costura, con las
cuales ayudaría a sostener el presupuesto familiar. Con el regreso de la
familia a la capital peruana, pronto destacaría por su abnegada entrega a los
demás y por sus extraordinarios dones místicos.
Por aquel entonces, Lima vivía un ambiente de efervescencia religiosa al que
no fue ajeno Santa Rosa: era una época en que abundaban las atribuciones de
milagros, curaciones y todo tipo de maravillas por parte de una población que
ponía gran énfasis en las virtudes y el ideal de vida cristiano. Alrededor de
sesenta personas fallecieron en "olor de santidad" en la capital
peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello originó una
larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy
parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por
análogas categorías de pensamiento.
En la adolescencia, Santa Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el
modelo de la dominica Santa Catalina de Siena (mística toscana del siglo XIV);
siguiendo su ejemplo, se despojó de su atractiva cabellera e hizo voto de
castidad perpetua, contrariando los planes de su padres, cuya idea era casarla.
Tras mucha insistencia, los padres desistieron de sus propósitos y le
permitieron seguir su vida espiritual. Quiso ingresar en la orden dominica,
pero al no haber ningún convento de la orden en la ciudad, en 1606 tomó el
hábito de terciaria dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo.
Nunca llegaría a recluirse en un convento; Rosa siguió viviendo con sus
familiares, ayudando en las tareas de la casa y preocupándose por las personas
necesitadas. Bien pronto tuvo gran fama por sus virtudes, que explayó a lo
largo de una vida dedicada a la educación cristiana de los niños y al cuidado
de los enfermos; llegó a instalar cerca de su casa un hospital para poder
asistirlos mejor. En estos menesteres ayudó al parecer a un fraile mulato que,
como ella, estaba destinado a ser elevado a los altares: San Martín de Porres.
Fueron muy contadas las personas con quienes Rosa llegó a tener alguna
intimidad. En su círculo más estrecho se hallaban mujeres virtuosas como doña
Luisa Melgarejo y su grupo de "beatas", junto con amigos de la casa
paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza. Los confesores de
Santa Rosa de Lima fueron mayormente sacerdotes de la congregación dominica.
También tuvo trato espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es
asimismo importante el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo,
médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien compartió
las más secretas minucias de su relación con Dios. Dichos consejeros
espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa.
No sorprende desde luego que su madre, María de Oliva, abominase de la
cohorte de sacerdotes que rodeaban a su piadosa hija, porque estaba segura de
que los rigores ascéticos que ella misma se imponía eran "por ser de este
parecer, ignorante credulidad y juicio de algunos confesores", según
recuerda un contemporáneo. La conducta estereotipada de Santa Rosa de Lima se
hace más evidente aun cuando se repara en que, por orden de sus confesores,
anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo, componiendo así el
panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las lecturas de
Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas
de Fray Luis de Granada.
Últimos años
Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de
Herrera, construyó una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus
padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía
hoy es posible apreciar), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a
hacer penitencia, practicando un severísimo ascetismo, con corona de espinas
bajo el velo, cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida, hiel como
bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Sus biógrafos cuentan que sus experiencias místicas y estados de éxtasis
eran muy frecuentes. Según parece, semanalmente experimentaba un éxtasis
parecido al de Santa Catalina de Ricci, su coetánea y hermana de hábito; se
dice que cada jueves por la mañana se encerraba en su oratorio y no volvía en
sí hasta el sábado por la mañana. Se le atribuyeron asimismo varios dones, como
el de la profecía (según la tradición, profetizó su muerte un año antes); la
leyenda sostiene que incluso salvó a la capital peruana de una incursión de los
piratas.
Santa Rosa de Lima sufrió en ese tiempo la incomprensión de familiares y
amigos y padeció etapas de hondo vacío, pero todo ello fructificó en una
intensa experiencia espiritual, llena de éxtasis y prodigios, como la comunicación
con plantas y animales, sin perder jamás la alegría de su espíritu (aficionado
a componer canciones de amor con simbolismo místico) y la belleza de su rostro.
Llegó así a alcanzar el grado más alto de la escala mística, el matrimonio
espiritual: la tradición cuenta que, en la iglesia de Santo Domingo, vio a
Jesucristo, y éste le pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617 se
celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con
Cristo, siendo Fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus
dedos el anillo simbólico en señal de unión perpetua.
Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida terminaría en la casa de
su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de la
Santa Cruzada), en la que residió en estos últimos años. Pocos meses después de
aquel místico desposorio, Santa Rosa de Lima cayó gravemente enferma y quedó
afectada por una aguda hemiplejía. Doña María de Uzátegui, la madrileña esposa
del contador, la admiraba; antes de morir, Santa Rosa solicitó que fuese ella
quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se hallaba el matrimonio de
la Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus
discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima pidió que
entonase una canción con acompañamiento de vihuela. La virgen limeña entregó
así su alma a Dios, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la
madrugada; tenía sólo 31 años.
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