20 - DE
AGOSTO – SÁBADO –
20 – SEMANA
DEL T. O. – C –
San Bernardo de Claraval
Lectura
de la profecía de Ezequiel (43,1-7a):
En aquellos días, el
ángel me condujo a la puerta oriental: vi la gloria del Dios de Israel que
venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas: la tierra reflejó su
gloria. La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino
a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a orillas del río
Quebar. Y caí rostro en tierra.
La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental.
Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del
Señor llenaba el templo.
Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo –el hombre seguía a mi
lado–, y me decía:
«Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono, el sitio de las plantas de mis
pies, donde voy a residir para siempre en medio de los hijos de Israel.»
Palabra de Dios
Salmo:
84,9ab.10.11-12.13-14
R/.
La gloria del Señor habitará en nuestra tierra
Voy a escuchar lo que
dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a
su pueblo y a sus amigos. »
La salvación está ya
cerca de sus fieles,
y la gloria habitará
en nuestra tierra.
R/.
La misericordia y la
fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz
se besan;
la fidelidad brota de
la tierra,
y la justicia mira
desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la
lluvia,
y nuestra tierra dará
su fruto.
La justicia marchará
ante él,
la salvación seguirá
sus pasos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):
En aquel tiempo, Jesús
habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced
y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no
hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los
hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo
que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las
franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los
asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y
que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es
vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a
nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os
dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El
primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será
humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
1. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, cuando
se trata de entender y explicar este capítulo 23 del evangelio de Mateo. La
terrible historia de los campos de concentración y del holocausto del pueblo
judío, en la segunda guerra mundial, nos ha dejado una imagen falsa del
judaísmo y además hemos quedado consternados (U. Luz).
Por otra parte, no es seguro que Jesús pronunciase este discurso, tal como
ha quedado redactado en el texto que ha llegado hasta
nosotros. Las ideas fundamentales provienen de Jesús, pero la forma
de presentarlas depende de Mateo. Y a todo esto hay que sumar
otra dificultad. Se trata del enfrentamiento entre cristianismo y judaísmo, que
no es la diferencia entre dos religiones, sino la diferencia entre la religión
y otra forma de relacionarse con Dios, que, se resiste a hacer eso como
religión (Daniel Boyarin).
Un fenómeno que se viene produciendo (y se está acentuando) lo mismo entre
judíos que entre cristianos.
2. No es verosímil que Jesús recomendara a sus discípulos
y a la gente que hiciesen lo que enseñaban los escribas y
fariseos. Mateo había prevenido a la gente ante las enseñanzas de
los fariseos (16, 12). Además, del conjunto de enfrentamientos que Jesús tuvo
con los seguidores de este partido, se puede deducir que se trata de una
advertencia inicial que prepara al lector para aceptar la dureza de lo que
viene a continuación.
3. En cualquier caso, y sean cuales sean los matices que haya que poner a la historicidad de este evangelio, una cosa es cierta: Jesús rechaza de forma terminante todo lo que sea vanidad, orgullo, ambición, deseos de situarse por encima de los demás. Miserias humanas que se manifiestan en vestimentas, honores públicos, puestos de preferencia y privilegio, títulos, y distinciones, lo que es más grave en los hombres que pretenden representar el Evangelio de Jesús. Son los que asumen esos comportamientos justificándolos porque piensan que así representan y promueven mejor la fe en Dios. Aunque todo esto no se pueda aplicar literalmente a los fariseos y letrados (E. P. Sanders), es indudable que Jesús detesta que quienes pretenden ser líderes en la comunidad, se aprovechen de semejantes formas de conducta pública, basados en la idea de que así representan con más autoridad a Jesús de Nazaret.
Es verdad que decir esto no es agradable. Pero, si no decimos ni esto,
entonces borremos este capítulo del Evangelio.
San Bernardo de Claraval
Fue el gran
impulsor y propagador de la Orden Cisterciense y el hombre más importante del
siglo XII en Europa.
Fundador del
Monasterio Cisterciense del Claraval y de muchos otros.
Nació en Borgoña
(Francia) en el año 1.090, en el Castillo Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran
los señores del Castillo y fue educado junto a sus siete hermanos como
correspondía a la nobleza, recibiendo una excelente formación en latín,
literatura y religión.
San Bernardo es,
cronológicamente, el último de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que
más impacto ha tenido en ella.
Fue declarado
Santo en 1173 por el Papa Alejandro III. Posteriormente, fue declarado Doctor
de la Iglesia.
Su
personalidad
Bernardo tenía un
extraordinario carisma de atraer a todos para Cristo.
Amable, simpático,
inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su
hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de "ojos
grandes". Durante algún tiempo se enfrió en su fervor y empezó a
inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y
brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada
fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
La
visión que cambió su trayectoria
Una noche de
Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas en el templo, se quedó
dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la
Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y lo hiciera amar mucho por
los demás. Desde este día ya no pensó sino en consagrarse a la religión y al
apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo que encuentra, Bernardo se fue
al convento de monjes benedictinos llamado Cister, y pidió ser admitido. El
superior, San Esteban Harding lo aceptó con gran alegría.
Toda
su familia ganada para Cristo.
Bernardo volvió a
su familia a contar la noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que
esto era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un
convento. La familia no aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan
maravillosamente de las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que
logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y 30
compañeros de la Nobleza que dejaron todo para unirse a Cristo . Dicen que
cuando llamaron a Nirvardo el hermano menor para anunciarle que se iban de
religiosos, el muchacho les respondió: "¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a
ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo
aceptar". Y un tiempo después, también él se hizo religioso del Cister.
Antes de entrar al
monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar al
convento para prepararlos durante varias semanas, entrenándolos acerca del modo
de cómo debían comportarse para ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112,
a la edad de 22 años, entra en el monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo
muerto su madre, entra en el monasterio su padre. Su hermana Humbelina y su
cuñado, de mutuo acuerdo decidieron también entrar en la vida religiosa. Posteriormente
llegó también su hermana Humbelina a la gloria de los altares. Vemos en la
historia la gran influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En la historia de
la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un
poder de atracción tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el
que recibió Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con
el santo. En las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al
oírle hablar de las excelencias y ventajas espirituales de la vida en un
convento, se iban en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara
como religiosos. Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e
hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el
cazador de almas y vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes
hicieran profesión religiosa.
Fundador
de Claraval.
En el convento del
Cister demostró tales cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con
sólo tres de religioso) fue enviado como superior a fundar un nuevo convento.
Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar
el sudor de su frente para poder cosechar algo, y le puso el nombre de
Claraval, que significa "valle claro" ya que allí el sol ilumina
fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y entusiasmo a sus
religiosos de Claraval que, habiendo comenzado con sólo 20 compañeros, a los
pocos años tenía 130 religiosos. De este convento de Claraval salieron monjes a
fundar otros 63 conventos. (Trois Fontaines, Fontenay, Foigny, etc.,).
Su
Predicación.
Le llamaban
"El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y
a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas
y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban
precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante
en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a
volverse mejor.
Su
amor a la Virgen Santísima.
Fue el gran
enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su tiempo a considerarla
medianera de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo
Nuestro Señor . A San Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve:
"Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María"., así como la
bellísima oracion del "Acordaos" cuyo texto íntegro reproducimos en
otro apartado de este texto). Tal era su Amor a la Virgen que teniendo
costumbre de saludarla siempre que pasaba ante una imagen de ella con las
palabras "Dios te Salve María", la imagen un día le contestó
"Dios te salve, hijo mío Bernardo".
Los que quieren
progresar en su amor a la Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los
escritos de San Bernardo por la claridad y el amor con que habla de ella. El
pueblo vibraba de emoción cuando le oía hablar desde el púlpito con su voz
sonora e impresionante:
Si se levantan las
tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la
sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los
ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos
pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la
Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en
el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás
seguramente al Puerto Celestial.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy,
después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Así como también
de entre sus numerosísimos libros y textos se halla el de unas reflexiones de
gran importancia llamado "La Consideración" leído por varios Papas,
entre ellos el Papa Juan XXIII.
En él propone una
serie de consejos importantísimos para que los que están en puestos elevados,
no vayan a cometer el gravísimo error de descuidar la humildad y/o dedicarse
solamente a actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. En
una de sus reflexiones, comenta:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la
oración y a la meditación".
Las dos ideas
fundamentales que nos transmite San Bernardo son:
La mediación
universal de la Virgen
La necesidad
filial de invocarla en todas las circunstancias
Viajero
infatigable
El más profundo
deseo de San Bernardo era permanecer en su convento dedicado a la oración y a
la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos, los pueblos y los
gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y él estaba siempre
pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil. Con una salud
sumamente débil (porque los primeros años de religioso se dedicó a hacer
demasiadas penitencias y se le dañó el aparato digestivo) recorrió toda Europa
poniendo la paz donde había guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo
errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la
santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba: "A
veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar.
Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les
habla, que es necesario atenderlas" (ya en las noches pasaría luego sus
horas dedicado a la oración y a la meditación).
Despedida
gozosa.
Después de haber
llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido
varios milagros (como por ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó
muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de haber llenado varios países
de monasterios con religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos
para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia
mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo
que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le
pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que se merecía el descanso
eterno y el premio preparado para los discípulos fieles, y se lo llevó a su
eternidad feliz, el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63 años.
ANÉCDOTA
Le sucedió a San
Bernardo, siendo muy joven, cuando todavía no había entrado en la vida
monástica. Bernardo era muy guapo, de porte elegante y alto.
En cierta ocasión,
cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, por lo
que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa. La dueña los recibió bien, e
insistió en que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada.
Durante la noche, la mujer se presentó en la habitación con intenciones deshonestas.
Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo que se avecinaba, fingió con gran
presencia de ánimo creer que se trataba de un intento de robo, y con toda su
fuerza empezó a gritar: -¡Ladrones, ladrones! La intrusa se alejó rápidamente.
Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron
a bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó con toda
tranquilidad:
-No fue ningún
sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación, pero no para robarme el
oro y la plata, sino algo de mucho más valor."
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