lunes, 29 de agosto de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 - DE AGOSTO – MIERCOLES – 22 – SEMANA DEL T. O. – C Beato Enrique Vidaurreta Palma


 

31 - DE AGOSTO – MIERCOLES –

 22 – SEMANA DEL T. O. – C

Beato Enrique Vidaurreta Palma

 

       Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,1-9):

Hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente carnal, como a niños en Cristo. Por eso os alimenté con leche, no con comida, porque no estabais para más. Por supuesto, tampoco ahora, que seguís los instintos carnales. Mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, es que os guían los instintos carnales y que procedéis según lo humano.

Cuando uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no estáis procediendo según lo humano? En fin, de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Ministros que os llevaron a la fe, cada uno como le encargó el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; por tanto, el que planta no significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios, edificio de Dios.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 32,12-13.14-15.20-21

 

      R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo,

se fija en todos los hombres. R/.

Desde su morada observa

a todos los habitantes de la tierra:

él modeló cada corazón,

y comprende todas sus acciones. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo;

con él se alegra nuestro corazón,

en su santo nombre confiamos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,38-44):

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.

De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios.»

Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.

Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese.

Pero él les dijo:

«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.»

Y predicaba en las sinagogas de Judea.

 

Palabra del Señor

 

1.  Este evangelio, continuación del que se leyó ayer, es un resumen de lo que era la actividad de Jesús durante un día cualquiera, concretamente en un sábado. Ante todo, enseñaba en la sinagoga. Enseñanza que impresiona a la gente. Porque no se limitaba a repetir lo que venían enseñando los letrados, sino que decía cosas que aquellos sencillos galileos no podían imaginar.

Hablar del Evangelio y aburrir a la gente es lo mismo que no hablar del Evangelio.  Cuando se explica el Evangelio, el Evangelio produce admiración y entusiasmo. Si no se produce eso, hay que preguntarse qué es lo que se predica.

 

2.  La otra actividad de Jesús era sanar a los enfermos, expulsar demonios, acoger a los que sufrían penas y desgracias. A veces, los sacerdotes no entusiasman, sino que atemorizan, infunden no sé qué respeto o cierto miedo. Y hay casos en los que el clero produce rechazo o recelo. Si la presencia de Jesús era motivo de atracción precisamente para todos los que sufrían, eso quiere decir que la humanidad, la bondad, la acogida de Jesús superaba toda ponderación.

 

3.  Pero antes que ninguna otra cosa, Jesús se levantaba temprano y se retiraba a sitios solitarios. ¿Reflexión?  ¿Oración?  ¿Búsqueda de sosiego y paz

interior?

Seguramente todo eso. Lo necesitamos todos los humanos y Jesús lo necesitaba como todos.   

Precisamente porque vivía a fondo la existencia, por eso, porque no fue un hombre superficial, tenía la fuerza que siempre tuvo en su palabra y la acogida para todo achaque y toda dolencia.

 

Beato Enrique Vidaurreta Palma

 




Enrique Vidaurreta Palma (Antequera, 10 de octubre de 1896 – 31 de agosto de 1936.

Fue mártir de la persecución religiosa durante la Guerra Civil española y beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007 junto a 498 mártires del siglo XX en España.

 

        Su padre, Enrique Vidaurreta Carrillo, Teniente de Navío de la Armada Española, murió en el buque Oquendo durante la batalla de Santiago de Cuba en la Guerra contra los Estados Unidos en 1898, quedando el joven Enrique y su hermano mayor Santiago bajo el cuidado de su madre Purificación Palma González del Pino.

 

        Los dos hijos estudiaron en el colegio de San Estanislao, de El Palo (Málaga), regentado por los jesuitas, donde es nombrado Prefecto de la Congregación Mariana. Terminados los estudios de bachillerato, su madre se trasladó a Madrid para que sus hijos continuasen los estudios superiores. Enrique ingresó en el seminario diocesano, donde estuvo dos años como alumno externo. Pensaba hacerse jesuita, pero cambió de opinión después de hablar con el obispo malagueño Manuel González.

 

        Terminados los estudios eclesiásticos fue ordenado de diácono el 21 de diciembre de 1918 y de presbítero el 14 de junio de 1919, ambas órdenes conferidas en la capilla de seminario conciliar de Madrid por el obispo de Madrid-Alcalá, Prudencio Melo Alcaide. Celebró la primera misa en la iglesia de San Francisco o de San Zoilo, de Antequera el 24 de junio de 1919. Posteriormente se le nombró capellán del asilo de San Manuel, en Málaga, donde trabajo en la administración de El Granito de arena, con los sacerdotes Pablo González Domínguez y Emilio Cabello.

 

        Comenzó a actuar en el seminario de Málaga a raíz de la marcha de los josefinos en 1920. Fue prefecto de disciplina de mayores y posteriormente vicerrector. El obispo diocesano Beato Manuel González García hizo construir de nueva planta el seminario diocesano en 1923. Don Enrique fue nombrado rector del seminario en 1929 y a través de los años fue profesor de varias materias filosóficas y teológicas. A causa de su formación musical se encargaba de los ensayos de la música litúrgica y de preparar a los seminaristas en el espíritu litúrgico y canto gregoriano.

 

        El 18 de julio de 1936, al producirse el levantamiento militar, Enrique Vidaurreta estaba en el seminario haciendo ejercicios espirituales con un grupo de sacerdotes. El día 21 se produce el asalto al seminario por un grupo de milicianos, Enrique Vidaurreta se presentó ante ellos diciendo que todos los que allí estaban eran sacerdotes, inmediatamente fueron detenidos y bajados por la fuerza al cuartel de Capuchinos donde permanecieron 24 horas. El 22 pasaron a la comisaría del Gobierno Civil y de allí a la Cárcel Provincial donde fueron asignados a la brigada 5ª que era el dormitorio destinado a los eclesiásticos. Allí rezaban el rosario, hacían meditación y lectura espiritual. Tenían dos o tres breviarios que se pasaban unos a otros. Hubo varias sacas de presos ajusticiados.

 

        La noche del 30 al 31 de agosto a eso de la 5 de la mañana, a la voz de “Arriba canallas”, entraron unos milicianos preguntando que quienes eran, a lo que respondieron que sacerdotes. A esta respuesta indicaron que salieran fuera. Entre los señalados estaba Don Francisco Palomo; Don Enrique intercede por él diciéndoles que estaba enfermo. El miliciano no hizo caso, sino que dio a Enrique Vidaurreta un empujón y lo metió en el grupo de los señalados para morir. Según testimonios de los presentes, poco después se oyeron descargas y a la mañana siguiente los mismos oficiales de prisiones confirmaron que los habían ido matando por el camino hasta el cementerio de San Rafael y que todo el camino estaba sembrado de cadáveres.

 

        Don Enrique y los demás fallecidos el día 31 de agosto fueron enterrados en una fosa común en el cementerio de San Rafael. Exhumados en 1940 y 1941, los restos de Don Enrique fueron reconocidos porque en el bolsillo tenia el Epitome de Moral. Se los trasladó a la catedral de Málaga. Ahora reposan en la Capilla de los Mártires, donde hay 2100 nichos, los restos del Beato Enrique reposa en uno de ellos. Se realizó su proceso diocesano en Málaga de 1964 a 1967 juntamente con cuatro agustinos y el diacono Juan Duarte.

 

 

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