22 - DE
AGOSTO – LUNES –
20 – SEMANA
DEL T. O. – C
Santa María Reina
Comienzo de la segunda carta del apóstol san
Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5.11b-12):
Pablo, Silvano
y Timoteo a los tesalonicenses que forman la Iglesia de Dios, nuestro Padre, y
del Señor Jesucristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios Padre y del Señor
Jesucristo.
Es deber nuestro dar continuas gracias a
Dios por vosotros, hermanos; y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente, y
vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno, sigue aumentando.
Esto hace que nos mostremos orgullosos de vosotros ante las Iglesias de Dios,
viendo que vuestra fe permanece constante en medio de todas las persecuciones y
luchas que sostenéis. Así se pone a la vista la justa sentencia de Dios, que
pretende concederos su reino, por el cual bien que padecéis.
Nuestro Dios os considere dignos de
vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la
tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros,
y vosotros en él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios
Salmo:95,1-2a.2b-3.4-5
R/. Contad las maravillas del Señor a todas
las naciones
Cantad al
Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día
tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Porque es
grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(23,13-22):
En aquel
tiempo, habló Jesús diciendo:
«¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni
entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas,
que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo
hacéis digno del fuego el doble que vosotros!
¡Ay de vosotros, guías ciegos, que
decís: "Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí
obliga"?
¡Necios y ciegos! - ¿Qué es
más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: "Jurar por el
altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga."
¡Ciegos! - ¿Qué, es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda?
Quien jura por el altar jura también por
todo lo que está sobre él; quien jura por el templo jura también por el que
habita en él; y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y también por
el que está sentado en él.»
Palabra del Señor
1. La serie de denuncias que
este capítulo de Mateo pone en boca de Jesús todas empiezan con un
"¡Ay!" Esta especie de grito no se ha de interpretar
como el lamento por una situación triste. Se trata, más bien,
del anuncio un castigo, incluso una maldición (E. Haenchen).
Maldición que anuncia y avisa que lo
determinante en la vida no son las palabras, sino únicamente las obras, (Mt 7,
21-23; 12, 49-50; 25, 31-46). En este caso concreto, el enorme engaño que
representa usar la religión (rezos, misas, funciones solemnes de culto…) para
sacarle el dinero a las personas más desamparadas, las viudas de aquel tiempo o
las gentes de buena voluntad, que dan a la Iglesia o pagan una boda, un
entierro, quitándoselo de la boca.
2. El hecho común y repetido,
en estas obras o formas de conducta, era siempre lo mismo. Se
trataba de verdaderas aberraciones que se producían en torno al culto religioso
y a las prácticas sagradas: templo, altar, juramentos ofrendas… Pero lo más
importante es que tales aberraciones se llevaban a cabo de manera
que todo aquello era la justificación de formas de conducta en las que se anteponían las "observancias religiosas" al
"bien de las personas"
Lo importante era cumplir con la
religión y tener buena imagen ante la gente
El sufrimiento de quienes lo pasaban mal
era un asunto para el que -con demasiada frecuencia- los hombres de la religión
no tenían especial sensibilidad.
3. Jesús insiste en el tema de la ceguera en que viven estos hombres de la piedad, la observancia y la sumisión religiosa: "¡Ay de vosotros, guías ciegos!" (Mt 23, 16).
Jesús convirtió con frecuencia a los
ciegos en videntes (Mt 9, 27-31; 11, 5; 12, 22-24; 15, 31; 20, 29-34; 21, 14).
Cuando Jesús le abría los ojos a la gente, para que viera la realidad de lo que
estaba sucediendo en Israel y de lo que hacían los expertos en las cosas de la
religión, los observantes del Templo (fariseos) decían que aquello era cosa del
diablo (Mt 9, 34; 12, 24; in 9).
La religión no soporta que le pongan sus
engaños al descubierto. Con demasiada frecuencia, la religión
vive de las medias verdades y del ocultamiento de sus numerosos engaños.
Santa María Reina
María es Reina por ser Madre de Jesús,
Rey del Universo
Martirologio Romano: Memoria de la Bienaventurada
Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo
reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del
cielo y Madre de misericordia.
El 22 de agosto celebramos a la Santísima
Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del
Universo.
Un poco de historia
La fiesta de hoy fue instituida por el
Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su
Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por
naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
María ha sido elevada sobre la gloria de
todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto
a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios
y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales
alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A
Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está sentada en el Cielo, coronada
por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los
santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca
está de Él.
La Iglesia la proclama Señora y Reina de
los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los
apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del
Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos
invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el
de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos
los santos.
La realeza de María no es un dogma de fe,
pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir
novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de
traer remedio a sus males.
Fuente: Catholic.net
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