3 - DE SEPTIEMBRE
– SÁBADO –
22 – SEMANA DEL T. O. – C
San Gregorio I Magno, papa
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pablo a los Corintios (4,6b-15):
Aprended de
Apolo y de mí a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro. A ver,
¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has
recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? Ya tenéis
todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros.
¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos.
Por lo que veo, a nosotros, los
apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en
espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros, unos locos por Cristo,
vosotros, ¡qué cristianos tan sensatos! Nosotros débiles, vosotros fuertes;
vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed
y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos
trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos
bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos con
buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la
humanidad, y así hasta el día de hoy. No os escribo esto para avergonzaros,
sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; ahora que sois
cristianos tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del
Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.
Palabra de Dios
Salmo: 144,17-18.19-20.21
R/. Cerca está el Señor de los que lo
invocan
El Señor es
justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.
Satisface los
deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados. R/.
Pronuncie mi
boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(6,1-5):
Un sábado,
Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas
con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron:
«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está
permitido?»
Jesús les replicó:
«¿No habéis leído lo que hizo David,
cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los
panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a
sus compañeros.»
Y añadió:
«El Hijo del hombre es señor del
sábado.»
Palabra del Señor
1. A la vista de un texto como este y de un incidente como el que se relata aquí, a cualquiera se le ocurre pensar en el empeño que suelen mostrar las religiones por controlar, lo más posible, a la gente, a las personas, los grupos humanos y las instituciones.
Aquí se trata del control del tiempo: casi todas las religiones tienen días, horas, fechas señaladas en las que mandan y prohíben cosas muy fundamentales. Controlan el trabajo y el descanso, la alimentación y la vida sexual, las relaciones humanas, el cuidado del cuerpo o la mortificación del mismo. Y sobre todo controlan la conciencia, los sentimientos de culpa, esa zona profunda e íntima, que es el secreto de la propia identidad, la zona de la soledad inconfesable, en la que uno se ve a sí mismo como una persona normal o, por el contrario, como un perdido y hasta como un delincuente peligroso.
2. Jesús hizo saltar por los
aires este empeño de dominación. Porque, si se piensa despacio, es lo que más
nos humilla a todos y a cada uno. Es una agresión, hecha en nombre de Dios. Y,
por tanto, un imperativo que, para personas creyentes, se convierte en palabra
incuestionable. Lo genial de Jesús es que se atrevió a cuestionar todo
este montaje, que, como un cuerpo extraño a la vida, se incrusta en la vida, la
complica, la hace más difícil y más dura, a veces demasiado dura, a cambio de
no sé qué extraño sentimiento de paz interior.
Pero un sentimiento engañoso porque, junto
a él, el observante religioso se siente superior, se ve a sí mismo como
elegido, como preferido y amado por el Altísimo.
Es muy peligroso todo esto. Porque la paz,
la segurihttp://dad y el sentimiento de superioridad pueden ser el origen de gente
mala que, además, comete sus "maldades" con buena conciencia.
3. Lo más notable de estos
relatos, en los que Jesús quebranta las normas religiosas, es que combatió ese
modelo de religión, no con discursos, sino con hechos. No dijo que había que
desobedecer esas torturas, sino que las desobedeció. Y así nos liberó. Es
peligroso ir por la vida limitándose a la predicación.
Todo lo que sea el mero hablar, pero no
acompañado y garantizado por el hacer, eso es un peligro y un engaño, que no va
a ninguna parte.
(Roma, c. 540 - id.,
604) Papa (590-604).
Nació en Roma hacia el
año 540. Desempeñó primero diversos cargos públicos, y llegó luego a ser
prefecto de la Urbe. Más tarde, se dedicó a la vida monástica, fue ordenado diácono
y nombrado legado pontificio en Constantinopla.
El día 3 de septiembre
del año 590 fue elegido papa, cargo que ejerció como verdadero pastor en su
modo de gobernar, en la ayuda que brindó a los pobres y en la propagación y
consolidación de la fe. Tiene escritas muchas obras sobre teología moral y
dogmática.
Murió el día 12 de
marzo del año 604.
Miembro de una familia de patricios romanos,
fue praefectus urbis de Justino II (572-574). Convirtió su palacio del monte
Celio en el monasterio de San Andrés y abrazó la regla de San Benito. Nuncio en
Constantinopla (579-586), fue nombrado papa a la muerte de Pelayo II (590).
Negoció una tregua con los lombardos (592), afirmó la primacía de la iglesia de
Roma y envió al monje Agustín a evangelizar Inglaterra. Autorizó el culto de
los hebreos y superó el cisma del norte de Italia originado por la supresión de
los Tres Capítulos. Adoptó el título Servus servorum Dei (servidor de los
siervos de Dios), que se convirtió en oficial de los futuros pontífices. Soberano
temporal de la ciudad de Roma, hizo de ella la capital espiritual del mundo
latino y puso las bases del poder territorial del papado.
De noble familia senatorial, estaba destinado
a la carrera política, y todavía joven (en 573) desempeñó el cargo de praefectus
urbis (prefecto de Roma); pero, conmovido por el espectáculo de las miserias de
Roma y de Italia entera, que agudizaron en él el sentimiento de la inanidad de
las cosas terrenas, entregó, a la muerte de su padre, su inmenso patrimonio a
los pobres y a la Iglesia, fundando seis monasterios en sus tierras de Sicilia
y otro en su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde él mismo vistió
el hábito benedictino.
Su fuerte personalidad y su práctica en la
política, preciosa en aquellos tiempos de adversidades excepcionales, movieron,
sin embargo, a Benedicto I a sacarlo de su soledad nombrándolo diaconus
regionarius en 577, y a Pelagio II, el año siguiente, a servirse de él como
legado en Constantinopla, donde tuvo ocasión en su larga estancia (579-585) de
formarse una rica experiencia política y humana.
Abad de San Andrés, fue elegido papa a la
muerte de Pelagio con el asentimiento general y consagrado el 3 de septiembre
de 590. Le esperaban la peste, la expansión lombarda y el sitio de Roma (593),
el empeoramiento del cisma de los Tres Capítulos y los pleitos con Bizancio. En
los catorce años de su pontificado hubo de medirse con estos problemas
objetivos y con otros que él mismo se planteó libremente: pacificación de la
península, unificación católica de Occidente mediante una vasta obra de
evangelización y una vasta toma de contactos más operantes con los pueblos
convertidos.
Así, mientras socorría con ayudas materiales
y con su alto magisterio a las poblaciones más próximas, organizaba,
reemplazando la impotente autoridad imperial, la defensa de Italia central, de
Roma y del mismo Nápoles; favoreció la instauración de mejores relaciones con
los invasores; apoyó la conversión de Teodolinda; promovió la misión de Agustín
en Inglaterra (596); organizó una más estrecha colaboración con el episcopado y
con los reyes francos y animó en España la acción del neófito Recaredo.
Obras de San Gregorio
Magno
Dotado de viva sensibilidad y de excepcional
equilibrio para conllevar las exigencias místicas del monje con el respeto y la
simpatía hacia la humanidad doliente, su obra literaria, de estilo sencillo, a
veces humilde, a menudo elocuente, constituye el más luminoso comentario a su
obra de pontífice que no vacila en enfrentarse con los desidiosos y con los
potentados, como puede apreciarse en sus Epístolas. Dirigidas a los más
diversos destinatarios, las cartas de San Gregorio tratan de variadas
cuestiones y son un testimonio fundamental para el conocimiento de su actividad
y de su personalidad. Sobresalen las epístolas dirigidas contra los herejes y
los cismáticos, como los maniqueos de Sicilia o los donatistas en África, y las
que se refieren a los judíos, a los que San Gregorio concedió libertad de culto
y tratamiento benévolo (I, 1, 47), porque "sólo con la mansedumbre, la
bondad, las sabias y persuasivas admoniciones, se puede obtener la unidad de la
fe".
Gregorio Magno mostró su preocupación por la
formación de los pastores de almas en obras como Regla pastoral (591), en que
expuso los objetivos y reglas de la vida sacerdotal. Dedicada a Juan de
Constantinopla, con quien se justifica de haber dudado en asumir el cargo de
obispo de Roma, San Gregorio muestra en este libro lo arduo que es el oficio de
pastor y las reglas de vida que debe seguir; describe el tipo ideal del obispo,
que ha de ser siempre un médico de las almas y encontrar el tono justo para
dirigirse a los hombres de las diversas clases sociales, ejerciendo sobre sus
almas el máximo ascendente posible y teniendo siempre presente su propia
debilidad para no caer en una excesiva confianza en sí mismo. Esta breve obra
ejerció gran influencia y fue durante largo tiempo considerada como el texto de
las reglas episcopales.
De su tarea de consolador y maestro de
espiritualidad hallamos una excelente ilustración en las Homilías sobre el
Evangelio o sobre Ezequiel, pronunciadas en Roma en 590-593, cuando todo
parecía derrumbarse. En Moralia llevó a cabo una exégesis del libro bíblico de
Job. Presenta a Job como figura del Redentor; en su mujer ve simbolizada la
vida carnal, y en sus amigos, a los herejes, orientando siempre la
interpretación hacia las lecciones morales y teológicas.
Los Diálogos, escritos entre los años 593 y
594, fueron probablemente su obra más difundida. Habiéndose retirado por algún
tiempo, cansado de las preocupaciones y responsabilidades de su cargo, a un
lugar apartado, Gregorio expresa al diácono Pedro su disgusto por no haber
podido dedicarse a la vida ascética, con la que tantos hombres pudieron
alcanzar la perfección. Accediendo a los ruegos de Pedro, pasa luego a mostrar
con ejemplos concretos la verdad de tal aserto, describiendo la vida y
enumerando los milagros de santos italianos, tal como los aprendió de
testimonios seguros o de su personal experiencia. La forma dialogada, usada ya
desde antiguo en obras de este género, por ejemplo por Sulpicio Severo,
constituye para el autor un simple medio para dar vivacidad a la narración y
facilitar las transiciones; la forma intencionadamente simple y clara favoreció
la grandísima difusión de la obra, pronto traducida a diversas lenguas y
celebrada por escritores contemporáneos y posteriores.
Si la actividad política del papa Gregorio
Magno tuvo una importancia excepcional para el equilibrio político-religioso de
la Europa medieval, su obra literaria constituyó hasta el siglo XII una
incomparable fuente de meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A
él se le atribuye también la compilación del Antifonario gregoriano, gran
colección de cantos de la Iglesia romana.
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