24 - DE
SEPTIEMBRE – SÁBADO –
25 – SEMANA DEL T. O. – C
Nuestra Señora de la
Merced
Lectura del libro del
Eclesiastés (11,9–12,8):
Disfruta
mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón,
de lo que atrae a los ojos; y sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta
de todo.
Rechaza las penas del
corazón y rehúye los dolores del cuerpo: niñez y juventud son efímeras.
Acuérdate de tu
Hacedor durante tu juventud, antes de que lleguen los días aciagos y alcances
los años en que dirás:
«No les saco gusto.»
Antes de que se
oscurezca la luz del sol, la luna y las estrellas, y a la lluvia siga el
nublado. Ese día temblarán los guardianes de casa y los robustos se encorvarán,
las que muelen serán pocas y se pararán, las que miran por las ventanas se
ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino se
apagará, se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán callando,
darán miedo las alturas y rondarán los terrores.
Cuando florezca el
almendro, y se arrastre la langosta, y no dé gusto la alcaparra, porque el
hombre marcha a la morada eterna y el cortejo fúnebre recorre las calles. Antes
de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre
el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra
que fue, y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio.
Vanidad de vanidades,
dice Qohelet, todo es vanidad.
Palabra
de Dios
Salmo: 89,3-4.5-6.12-13.14.17
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación
Tú
reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.
Los
siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos
a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la
mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 43 b-45
En aquel
tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus
discípulos:
"Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del Hombre lo van a entregar
en manos de los hombres".
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no
cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto".
Palabra del Señor
1. Este
breve relato pone el dedo en la llaga. Empieza situando las palabras de Jesús
"entre la admiración general". O sea, cuando Jesús era más admirado,
entonces precisamente él mismo anuncia su fracaso.
Jesús rompe
la dirección hacia el éxito, tan propia del "deseo" que caracteriza a
los mortales.
Desde la
tentación satánica del paraíso: "seréis como Dios" (Gen 3, 5 b), la
apetencia más fuerte de todo ser "humano" es la aspiración a lo
"sobrehumano". Y ahí radica el origen de la violencia, de la
rivalidad, de las divisiones y enfrentamientos.
2. Por
eso Jesús vio que, para traer salvación a este mundo roto por tantas
confrontaciones y fracturas, la solución era romper con esa tensión, nacida de
la tendencia a situarse por encima de los demás, para dominarlos de la manera
que sea. Esto es lo que explica el anuncio de la pasión, que es anuncio de lo
más radicalmente opuesto al "seréis como Dios".
Que los
discípulos tenían apetencias de grandeza, de privilegios, títulos y primeros
puestos, es cosa que ya se ha dicho en la explicación de diversos evangelios de
días pasados.
Aquellos
discípulos, a fin de cuentas, no eran ni mejores ni peores que los demás
mortales. Ellos, con sus humanas aspiraciones, no eran sino ejemplos
modélicos de lo que nos pasa a todos.
3. Esto
es lo que explica el final del relato: aquellos hombres, humanos como todos, no
entendían, como tampoco nosotros entendemos, el lenguaje de Jesús, el lenguaje
del fracaso y de la exclusión social. Y tenían tal resistencia a todo aquel
oscuro discurso, que hasta les daba miedo preguntar lo que aquello podía
significar.
He ahí
nuestros oscuros miedos, fuente de nuestras oscuras
cobardías, de tantos temores y de tantas esclavitudes. Tenemos miedo a ser
libres. Nos da pánico ser diferentes. Por eso necesitamos tanto a Jesús. Él es el camino.
Esto es lo
que hay que meterse bien en la cabeza, como dice el propio Jesús.
La Santísima Virgen es venerada con el título
«de la Merced» en España, sobre todo en Aragón y Cataluña, y en Hispanoamérica.
El formulario –teniendo en cuenta la finalidad para la que san Pedro
Nolasco instituyó la Orden mercedaria en el año 1218, la redención de los
cautivos cristianos–, invoca a Cristo, «Redentor de los hombres», que «nos
mereció con su sacrificio» «la verdadera libertad de hijos» (Oración colecta)
Alfonso el Sabio, en plena Edad Media, ya empleaba el término merced
relacionándolo con la redención de los cautivos: «sacar a los omes de captivo
es cosa que place mucho a Dios, porque es obra de merced». Así empleaba el
término para expresar misericordia, gracia, caridad o limosna. Indudablemente,
para él, los cautivos son «aquellos que caen en prisión de omes de otra
religión».
Santa María de la Merced fue el nombre mediterráneo de la Virgen en el siglo
XIII. Siglos de lucha y de fe. Son aguas infectadas de turcos y sarracenos que
abordan barcos en el mar; cuando pisan las costas dejan a su paso ruina y
destrucción. El viejo abuso de la sociedad que se llama esclavitud era el pan
de cada día. Fruto de luchas religiosas. Pedro Nolasco no podía sufrir este mal
social. Pedía a la Virgen el remedio corporal y espiritual para los pobres
desgraciados cautivos. Más, vendió sus bienes y, como mercader, se propuso
tratar la compra y rescate de los cautivos.
La fundación de la Merced es uno de los acontecimientos religiosos más
notables acaecidos durante el reinado de Jaime I rey de Aragón, protagonista de
la incorporación a sus dominios de Mallorca y del reino de Valencia. La fecha
de fundación fue objeto de largas controversias; pero hay que situarla
alrededor de 1212. Según la tradición, en la noche del 2 de agosto de 1218, la
Virgen se apareció a Pedro Nolasco, nativo del sur de Francia, a Ramón
(Raimundo) de Penyafort y al rey Jaime I para manifestarle su voluntad
consistente en fundar una orden religiosa que tuviera como fin la imitación de
Jesús con la redención de los cristianos cautivos de los infieles, dándose si
fuera necesario a cambio. Fue el 10 de agosto de 1218, en Barcelona, en la
catedral y en el altar de santa Eulalia, cuando el obispo Berenguer vistió el
hábito blanco, con las armas reales bajo la cruz en el pecho, a Pedro Nolasco y
a otros jóvenes fundándose la orden de la Merced. El rey la protegió
largamente, ha sido venerado siempre como patrono y fundador, le concedió
privilegios y en los últimos años de su vida se los confirmó.
Su organización era muy parecida a la de las órdenes militares y, hasta
1312, sus maestros generales eran caballeros laicos. En 1235, el Papa Gregorio
IX, a instancias de Ramón de Penyafort, les autorizó a constituirse en orden
religiosa. Adoptaron la regla de san Agustín. Pronto se le une una caterva de
jóvenes llenos de fe dispuestos a secundarle.
Rápidamente se fundaron conventos en Barcelona, Mallorca, Santa María del
Puig, Valencia, etc. La orden tuvo amplia difusión en la Cristiandad por su
función religiosa, humanitaria y social.
En torno a la redención de los cautivos, hay en el mercedario primacía de lo
espiritual y una intensa predicación de Cristo entre los infieles.
Es preciso recabar fondos para conseguir la libertad. Y eso se hace con una
intensa predicación de la caridad en nombre de la Virgen de la Merced. Se habla
a nobles y sencillos; hay un pulular de mercedarios por los templos, los
castillos, las calles y los campos pidiendo limosna para ayudar a otros. Es
preciso motivar a la gente con el fin de que, por Dios, piensen en los demás.
Lo que hace creíble a la Iglesia de todos los tiempos es la caridad.
Luego viene la oferta y la demanda en tierra de moros para liberar cautivos.
Fez, Argel, Tetuán y otros puntos son el terreno propio de la transacción. Se
busca a los cautivos principalmente en las cárceles y desde allí se tocan las
almas de los que se tienen a sí mismos como perdidos para la fe, otros están
flacos, en muchos casos se previene la apostasía y se combate el error del
Corán, manteniendo una presencia de la Iglesia allí donde hay tanto
sufrimiento.
Y, si llega el triste momento de que peligrara la fe, el mercedario
sustituye al cautivo como lo atestigua el número de los mártires mercedarios. Y
entre tanto, la Virgen, la oración, la esperanza, el consuelo y la ilusión
hasta que se rompan los grilletes de la esclavitud.
La vuelta, el regreso a los puertos españoles, franceses e italianos es
triunfal y rayana en lo apoteósico. Esperan las novias o esposas, las madres y
los hijos de los cautivos. Se escuchan cantos de libertad con estandarte de
redención. No puede faltar la acción de gracias al Señor que lo ha hecho
posible y la Procesión con la Virgen de la Merced.
Después, hace falta prestar atención médica, alimentos, descanso y disponer
las cosas para que los centenares de cautivos puedan reintegrarse a su hogar.
Así va corriendo de boca en boca el nombre de la Virgen de la Merced por los
caminos y posadas, y se le nombra en los puertos y ciudades y se celebra su
mediación en las iglesias y en las casas. Lo cantan los poetas. Gratitud y
alabanza.
Venerada públicamente la Virgen de la Merced ya desde el 1230.
La Cofradía de la Merced colabora con los misioneros mercedarios.
Y las primeras mercedarias aparecen en 1265 con María de Cervellón.
Conocer, amar y servir a Santa María está en la médula de vivir mercedario.
¡Qué bien nos vendría hoy una actividad apostólica mercedaria intensa que
ayudara a librar tanto cautivo de las nuevas esclavitudes!
Archimadrid.org
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