28 - DE
SEPTIEMBRE – MIERCOLES –
26 – SEMANA
DEL T. O. – C
Lectura del libro de Job (9,1-12.14-16):
Respondió Job a sus amigos:
«Sé muy bien que es así: que el hombre no es justo frente a Dios. Si
Dios se digna pleitear con él, él no podrá rebatirle de mil razones una.
¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso?
Él desplaza las montañas sin que se advierta y las vuelca con su cólera;
estremece la tierra en sus cimientos, y sus columnas retiemblan; manda al sol
que no brille y guarda bajo sello las estrellas; él solo despliega los cielos y
camina sobre la espalda del mar; creó la Osa y Orión, las Pléyades y las
Cámaras del Sur; hace prodigios insondables, maravillas sin cuento. Si cruza
junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome, y no lo siento; si coge una presa,
¿quién se la quitará?; ¿quién le reclamará: "Qué estás haciendo"?
Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque
tuviera razón, no recibiría respuesta, tendría que suplicar a mi adversario;
aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso.»
Palabra de Dios
Salmo: 87
R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor
Llegue hasta ti mi súplica, Señor.
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las
manos hacia ti.
¿Harás tú
maravillas por los muertos?
¿Se alzarán
las sombras para darte gracias? R/.
¿Se anuncia en el sepulcro tu
misericordia,
o tu
fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen
tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia
en el país del olvido? R/.
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana
irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué,
Señor, me rechazas
y me escondes
tu rostro? R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):
En aquel tiempo, mientras iban de camino
Jesús y sus discípulos, le dijo uno:
«Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo:
«Sígueme.»
Él respondió:
«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino
de Dios.»
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó:
«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de
Dios.»
Palabra del Señor
1. Una
vez que Jesús ha tomado la decisión de ir a Jerusalén, lo primero que hace
Lucas es dejar bien claro que ser discípulo de Jesús es una cosa extremadamente
seria. Porque pone al descubierto que, si se asume el seguimiento de Jesús,
pueden entrar en conflicto diversas lealtades (J. A. Fitzmyer), quizá las más
serias lealtades de la vida.
2. Se
trata concretamente de tres lealtades fundamentales:
1) Renuncia
al estatus: estar dispuesto a perder seguridades, instalaciones y
dignidades, para verse, si es preciso, peor que las
alimañas del campo.
2) Renuncia
a las convicciones religiosas tradicionales: eso es lo que significa la
renuncia a enterrar al propio padre, ya que, para los piadosos judíos de
entonces, el último servicio a los muertos era considerado como la cima de
todas las buenas obras de la Ley (M. Hengel).
3) Renuncia
a ataduras que impiden el servicio incondicional al Reino: es la libertad
ante los vínculos de sangre que más condicionaban a la gente en el modelo de
familia patriarcal.
3. ¿Qué hay
detrás de estas exigencias tan radicales?
La radical
humanidad de Jesús hecha pasión dominante y determinante en la vida de una
persona. No por motivaciones emocionales o
afectivas, sino por la comunión en un mismo proyecto: el proyecto del Reino,
que es el proyecto por la vida, por la seguridad y dignidad de la vida, por la
felicidad de la vida para todos por igual.
Y, sobre
todo, el proyecto de vivir de tal manera que nada ni nadie me impida contagiar
la bondad que nos hace felices y hace felices a los que conviven con nosotros.
Cuando eso
pasa, de ser una "ideología" a ser una "convicción" que
genera unos hábitos de vida, he ahí lo que es el seguimiento, que, con Jesús,
hace el camino hacia Jerusalén.
San Lorenzo Ruiz y
compañeros
Después del martirio de 1597, subió al poder el usurpador Daifusama, el cual
ofreció relaciones de amistad al gobernador de Filipinas y autorizó la entrada
de misioneros en el país. En este clima se establecieron los dominicos en Japón
a partir de 1602, aunque el primer dominico había llegado en 1592. Se
presentaron con el estandarte del Santo Rosario y entronizaron la devoción a la
virgen del Rosario en Koshiki. Su labor fue muy fructífera, muchos ingresaron
en la Orden, otros se hicieron terciarios dominicos y cofrades del Santo
Rosario.
Se dice que Daifusama, que murió envenedado pidió a su hijo Xogunsama que
persiguiera a los cristianos y que se apartara de su políca liberal. Xongusma
persiguió a los cristianos entre 1617 y 1630. Muerto Xongusama, le sucedió
Toxogunsama, que fue un acérrimo perseguidor del cristianismo entre 1632-1660.
Lorenzo nació en Binondo, Manila; su padre era chino y su madre filipina.
Sirvió desde muy joven en el convento de los dominicos de Binondo, donde
recibió la formación cristiana. Llegó a ser escribano y llevó una vida de
entrega a los demás. Pertenecía a la Cofradía del Santo Rosario. Padre de
familia muy piadoso, con tres hijos. Hacia 1636 fue acusado de complicidad en
un homicidio y, perseguido por la justicia, buscó refugio en los dominicos.
Gracias a la intervención del padre san Antonio González pudo salir indemne.
Acompañó al Japón a una misión dominica mandada por Antonio González, pero
una tempestad les obligó a desembarcar en Okinawa, donde fueron todos
arrestados y encarcelados. Aquí se robusteció la fe de Lorenzo; no dudó en
confesar su fe en el tribunal de Nagasaki: "Quisiera dar mil veces mi vida
por él. Jamás seré apostata. Si queréis, podéis matarme. Mi deseo es morir por
Dios". Confiado en la intercesión del padre Antonio, sacrificado antes que
él, fue rezando, durante el paseo oraciones y jaculatorias y ya en la colina de
Nishizaka, sufrió la tortura del agua ingurgitada que soportó con heroica
entereza y paciencia, aunque en algún momento titubeó, pero permaneció firme
gracias a las palabras de san Antonio González. Sus cenizas fueron arrojadas al
mar. Es el primer santo mártir de la iglesia filipina. Todos murieron mártires
por los japoneses después de horribles torturas.
Los mártires eran 17 compañeros que forman parte de los "mártires de
Nagasaki". Todos pertenecían a la misión dominica española de Japón, en la
isla de Kiusiu. Nueve eran japoneses: Francisco Shoyemon, cooperador. Jaime
Kyushei Gorobioye Tomonaga, dominico. Miguel Kurobjoye, catequista. Mateo Kohioye
del Rosario, cooperador. Magdalena de Uagasaka, terciaria dominica. Marina de
Ômura, terciaria. Tomás Hyoji de San Jacinto, dominico. Vicente de la Cruz
Schiwozuka, dominico. Lázaro de Kyoto, laico. Cuatro dominicos españoles:
Domingo Ibáñez de Erquiza. Lucas del Espíritu Santo. Antonio González. Miguel
de Aozaraza. Un francés: Guillermo Courtet. Un italiano: Jordán Ansalone de San
Esteban.
Se da el caso de que todos los dominicos que murieron el Japón durante el
breve periodo de 1602-1637, fueron martirizados excepto uno. Fue la desolación
causada por la cristiandad del Japón lo que motivó que muchos mártires se
ofrecieron voluntarios, a fin de evitar una posible apostasía. Este grupo es
variado en etnias, en estados de vida, en situaciones sociales. Hay en él
hombres, mujeres, sacerdotes y laicos. Ofrecieron su vida durante la
persecución de un shogun que estaba decidido destruir todo vestigio cristiano,
durante sus 28 años de mandato fueron sacrificados la mayor parte de los cuatro
mil mártires de aquella época de la historia japonesa. En 1639 cerró el Japón a
todo influjo comercial de España y Portugal. Sin embargo, su proyectado
exterminio del cristianismo no fue total. Quedó un núcleo de cristianos
japoneses escondidos en las islas del Sur, que mantuvieron la fe a lo largo de
varios siglos hasta la apertura de Japón a Occidente en 1865. Entonces los
descendientes de aquellos mártires emergieron como pequeña comunidad cristiana
que se había transmitido de padres a hijos.
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