viernes, 2 de septiembre de 2022

Páratre un momento: El Evangelio del dia 4 - DE SEPTIEMBRE – DOMINGO – 23 – SEMANA DEL T. O. – C San Bonifacio I papa

 

 


4 - DE SEPTIEMBRE – DOMINGO – 

23 – SEMANA DEL T. O. – C

San Bonifacio I papa

 

Lectura del libro de la Sabiduría (9,13-18):

 

¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere?

Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.

Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto?

Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 89

 

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

 

V/. Tú reduces el hombre a polvo,

diciendo: «Retornad, hijos de Adán».

Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;

una vela nocturna. R/.

 

V/. Si tú los retiras

son como un sueño,

como hierba que se renueva

que florece y se renueva por la mañana,

y por la tarde la siegan y se seca. R/.

 

V/. Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

Ten compasión de tus siervos. R/.

 

V/. Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Baje a nosotros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

 

         Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón (9b-10.12-17):

 

Querido hermano:

Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo.

Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad.

Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que silo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor.

Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.

 

Palabra de Dios

 

       Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:

“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

 

Palabra del Señor

 

Anti-campaña electoral.

 


  

El político que comenzase su campaña electoral prometiendo bajar los salarios, subir los impuestos y aumentar el paro, difícilmente despertaría mucho entusiasmo. Si encima añade: “El que me vote, irá a la cárcel”, es probable que se quede completamente solo. Jesús llevo a cabo una campaña más loca aún que ésta. Para ser discípulo suyo exige posponer los amores más grandes (a la familia y a uno mismo), jugarse la fama y la vida, renunciar a todo. Es lógico es pensar que Jesús, poniendo esas condiciones, se quedaría sin un solo seguidor. ¿Ocurrió así?

 

La multitud y los discípulos

 

Para entender el evangelio de hoy es importante distinguir entre estos dos grupos. El evangelio de Lucas habla a menudo de la multitud de gente que acude a escuchar a Jesús (5,1.19) y a ser curados (5,15); vienen de todas partes (6,17), lo acompaña a Naín (7,11), lo siguen a zonas descampadas (9,14), lo siguen a miles (12,1). A estas personas les interesa lo que Jesús dice y hace, se benefician de su enseñanza y sus milagros. Pero nada más.

 

Existe otro grupo mucho más reducido, el de los discípulos. El término se aplica generalmente a los Doce; pero otras veces se habla de un gran número de discípulos (6,17; 19,37), y de este grupo más amplio escoge a setenta y dos para enviarlos de misión (10,1).

 

El problema

 

El evangelio de hoy comienza hablando de la gran cantidad de gente que sigue a Jesús sin ser discípulos suyos: En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús. Es posible que por la mente de alguno de ellos pase la idea de entrar a formar parte del grupo de los discípulos. Jesús, adelantándose a cualquier petición en este sentido, se dirige a todos e indica las condiciones.

 

Primera condición: renuncia a lo más querido

 

             Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismono puede ser discípulo mío. 

 

En el Antiguo Testamento, la tribu de Leví era el modelo de servicio radical a Dios. Las Bendiciones de Moisés comentan a propósito de ella:

 

            Dijo a sus padres: No os hago caso;

            a sus hermanos: No os reconozco;

            a sus hijos: No os conozco.

            Cumplieron tus mandatos

            y guardaron tu alianza (Deuteronomio 33,9)

 

Para los levitas, el cumplimiento de la voluntad de Dios está por encima del amor a padres, hermanos e hijos.

En línea parecida, pero más radical, formula Jesús su exigencia: para seguirle hay que posponer a su padre y a su madre // a su mujer y a sus hijos // a sus hermanos y a sus hermanas. 

La familia de la que uno procede (padre y madre), la familia que uno ha creado (mujer e hijos), el entorno familiar (hermanos y hermanas) simbolizan todo el mundo afectivo; colocarlos en segundo plano significa una gran renuncia. Pero Jesús añade un séptimo elemento, el más duro, que no se menciona a propósito de los levitas: hay que posponerse incluso a sí mismo.

 

Segunda condición: arriesgar la fama y la vida

 

            Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

 

Esta exigencia ya ha aparecido en el evangelio de Lucas, formulada de manera más radical aún, pero que aclara el sentido: Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz cada día y venga conmigo (9,23).      

 

La imagen, durísima, equivaldría a decir hoy: “El que quiera seguirme, cargue con su silla eléctrica y venga conmigo”. Con la diferencia de que la silla eléctrica no es transportable, mientras que la cruz la llevaba cada condenado hasta el lugar donde iba a morir.

El hecho de que se hable de cargar con la cruz cada día demuestra que es algo distinto de estar dispuesto a morir. La muerte en cruz era considerada por los romanos la más cruel e ignominiosa, prevista para graves delitos contra el estado y la sociedad. Por consiguiente, cargar con la cruz cada día expresa la disposición de soportar la deshonra, el odio y desprecio de la sociedad, e incluso la muerte.

 

Una pausa para reflexionar y desanimar

 

Lo dicho basta para desanimar a gran parte del auditorio. Por si alguno no se ha enterado, Jesús propone dos comparaciones que invitan a no tomar decisiones precipitadas con respecto a su seguimiento.

 

            ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?  No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."

            ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

            Lo mismo vosotros.

 

Por consiguiente, antes de querer convertirte en discípulo mío, párate a pensarlo. No sea que después fracases y hagas el ridículo. Evidentemente, Jesús no se parecía en nada a esos directores espirituales que animaban a los y las jóvenes a entrar en el seminario o el noviciado sin pensarlo seriamente.

 

Tercera condición: renuncia a los bienes materiales

 

            El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

 

A la renuncia a los grandes afectos, al arriesgar la fama y la vida, Jesús añade en tercer lugar la renuncia a los bienes materiales. Es lo que dice al joven rico (aunque Lucas lo presenta como un jefe): Vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.      

Este personaje no fue capaz de hacerlo. En cambio, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, “dejándolo todo, lo siguieron” (5,11). También Leví, “dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (5,28).

 

Nada nuevo bajo el sol

 

Las exigencias anteriores parecen terribles. Sin embargo, a quien ha leído con atención el evangelio de Lucas le resultan conocidas. Coinciden con otros casos en los que Jesús habla de las condiciones para seguirlo.

 

                        957Mientras iban de camino, uno le dijo:

             Te seguiré adonde vayas.

                        58Jesús le contestó:

             Los zorros tienen madrigueras, las aves tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

 

                        59A otro le dijo:

             Sígueme.

            Le contestó:

             Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

                        60Le replicó:

             Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reinado de Dios.

 

                        61Otro le dijo:

             Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia.

                        62Jesús le replicó:

             Uno que echa mano al arado y mira atrás no es apto para el reinado de Dios.

 

¿Exigencias para todos los cristianos?

 

En el libro de los Hechos, cuando se cuenta la expansión de la Iglesia, el término “discípulos” no designa ya a un grupo relativamente pequeño que acompaña a Jesús a todas partes sino a los cristianos de Damasco, Jerusalén, Jope, Antioquía, etc. ¿Se aplican a ellos las exigencias anteriores? ¿Son válidas, por tanto, para todos los cristianos actuales?

El caso que conocemos mejor es el de la tercera exigencia: la renuncia a los bienes materiales. Cuando Ananías y Safira, un matrimonio de Jerusalén, vendieron un campo, se quedaron con parte del dinero y pusieron el resto al servicio de la comunidad, pero fingiendo que lo entregaban todo. San Pedro les dice que no estaban obligados a entregar nada; lo malo era que intentaran engañar. Este ejemplo deja claro que, para formar parte de la comunidad cristiana, para ser discípulo, no había que renunciar a todos los bienes materiales. De hecho, en las comunidades fundadas por Pablo, lo que él aconsejaba era compartir los bienes con los necesitados.

Las dos primeras exigencias, que nos resultan tan duras, posiblemente sí tuvieran que vivirlas bastante a menudo la mayoría de los cristianos. En una época de frecuentes persecuciones, y en la que los cristianos eran ridiculizados e insultados como criminales y enemigos del estado, hacerse discípulo de Jesús supuso en muchos casos la ruptura con los seres más queridos, la pérdida de la fama y la estima social, e incluso la muerte. La situación no es muy distinta en bastantes comunidades actuales de África y Asia, prescindiendo del desprestigio que supone en muchos ambientes occidentales el hecho de confesarse cristiano.

 

El misterio

 

Jesús no se quedó sin discípulos. Al contrario, cuanto más difíciles eran las circunstancias, más eran los que querían seguirle. Como escribió Tertuliano, un padre de la Iglesia que vivió entre los años 160-220: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”.

Lo que desanima de seguir a Jesús no son sus grandes exigencias, sino la comodidad y vulgaridad de quienes lo seguimos.

 

San Bonifacio I papa

 


XLII Papa

 

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Máximo, en vía Salaria Nueva, sepultura de san Bonifacio I, papa, que trabajó para solucionar muchas controversias sobre disciplina eclesiástica (422).

 

Etimología: Bonifacio = que hace el bien. Viene de la lengua latina.

Elegido el 28 diciembre del 418; falleció en Roma, el 4 de septiembre del 422. Poco se conoce de su vida previa a su elección. El "Liber Pontificalis" lo llama un romano, e hijo del presbítero Jocundus. Se cree que ge ordenado por el Papa Damasus I (366-384) y que fue representante de Inocencio I en Constantinopla (c. 405).

 

VIDA

A la muerte del Papa Zosimus, la Iglesia Romana entró en el quinto de sus cismas, con el resultado de dobles elecciones papales que perturbaron su paz durante las primeras centurias. Poco después de las exequias de Zosimus, el 27 diciembre, 418, una facción del clero romano formada principalmente por diáconos, tomó la basílica de Lateran y eligió como papa al Archidiácono Eulalius. El alto clero intentó entrar, pero fue violentamente rechazado por una chusma de partidarios de Eulalian.

Al día siguiente, ellos se reunieron en la iglesia de Theodora y eligieron como Papa, contra su voluntad, al anciano Bonifacio, un sacerdote muy estimado por su caridad, conocimientos, y buen carácter. El domingo 29 diciembre, fueron consagrados los dos, Bonifacio en la Basílica de San Marcelo, apoyado por nueve obispos provinciales y unos setenta sacerdotes; Eulalius en la basílica de Lateran en presencia de los diáconos, unos pocos sacerdotes y el Obispo de Ostia que fue convocado desde su lecho de enfermo para ayudar en la ordenación. Los dos procedieron a actuar como papas, y Roma comenzó a vivir en una tumultuosa confusión por el ruido producido por las facciones de ambos rivales. El Prefecto de Roma, Symmachus, hostil a Bonifacio, informó el problema al Emperador Honorius de Ravenna, y aseguró la confirmación imperial de la elección de Eulalius. Bonifacio fue expulsado de la ciudad. Sus partidarios, sin embargo, lograron hacerse oír por el emperador que convocó a un sínodo de obispos italianos en Ravenna para reunir a los papas rivales y discutir la situación (febrero, marzo, 419). Incapaz de alcanzar una decisión, el sínodo tomó unas pocas decisiones prácticas pendientes hasta un concilio general de obispos italianos, galos y africanos, a ser convocados en mayo para solucionar la dificultad. Pidió que ambos demandantes dejaran Roma hasta que se alcanzara una decisión, y prohibió el retorno bajo pena de condenación. Como Pascua, el 30 de marzo, estaba acercándose, Achilleus, Obispo de Spoleto, fue delegado para encabezar los servicios Pascuales en la vacante sede romana. Bonifacio fue enviado, aparentemente, al cementerio de Santa Felicitas en la Vía Salaria, y Eulalius a Antium. El 18 marzo, Eulalius volvió audazmente a Roma, reunió a sus partidarios avivando nuevamente la disputa, y rechazó con desprecio las órdenes del prefecto para dejar la ciudad; tomó la basílica de Lateran el sábado Santo (29 marzo), decidido a presidir las ceremonias pascuales. Las tropas imperiales fueron convocadas para deponerlo y hacer posible para Achilleus dirigir los servicios. El emperador, profundamente indignado con estos procedimientos, se negó a considerar nuevamente las demandas de Eulalius reconociéndose a Bonifacio como Papa legítimo (3 de abril, 418). Este último volvió a Roma el 10 abril y fue aclamado por el pueblo. Eulalius fue designado Obispo de Nepi en Toscana o de alguna sede en Campania, según los contradictorios datos de las fuentes del "Liber Pontificalis". El cisma había durado quince semanas. A comienzos de 420, la crítica enfermedad del papa, animó a los partidarios de Eulalius a hacer otro intento. Ya recuperado, Bonifacio pidió al emperador (10, de julio, 420) prever alguna manera de evitar un nuevo cisma en el caso de su muerte. Honorius promulgó una ley estableciendo que, en el caso de elecciones Papales disputadas, no debe reconocerse ningún candidato, y debe efectuarse una nueva elección.

El reino de Bonifacio fue marcado por el gran celo y actividad en organizar la disciplina y la autoridad. Revirtió la política de su predecesor de dotar a ciertos obispos Occidentales con poderes extraordinarios del vicariato papal. Zosimus había dado a Patroclus, Obispo de Arles, extensa jurisdicción en las provincias de Viena y Narbonne, y lo había hecho intermediario entre estas provincias y la Sede Apostólica. Bonifacio disminuyó estos derechos primados y restauró los poderes metropolitanos de los obispos principales de provincias. Así él respaldó a Hilary, Arzobispo de Narbonne, en su elección de un obispo de la sede vacante de Lodeve, contra Patroclus que intentó designar a otro (422). Así, también, insistió para que Maximus, Obispo de Valencia, fuera juzgado por sus supuestos crímenes, no por un primado, sino por un sínodo de obispos galos, y prometió sostener su decisión (419). Bonifacio tuvo éxito en las dificultades de Zosimus con la Iglesia africana con respecto a las apelaciones a Roma y, en particular, en el caso de Apiarius. El Concilio de Cartago, habiendo escuchado las presentaciones de los delegados de Zosimus, envió a Bonifacio el 31 mayo, 419, una carta en respuesta al commonitorium de su predecesor. Declaraba que el concilio había sido incapaz de verificar los cánones que los delegados habían citado como de Nicena, pero que más tarde resultaron ser de Sardican. Estaba de acuerdo, sin embargo en observarlos hasta que pudiera efectuarse la comprobación. Esta carta se cita a menudo para ilustrar la actitud desafiante de la Iglesia africana ante la Sede Romana. Un estudio imparcial de la misma, sin embargo, debe llevar a una conclusión no más extrema que la de Dom Chapman: "fue escrita con considerable irritación, aunque en un muy estudiado tono moderado"(Revisión de Dublín. Julio, 1901, 109-119). Los africanos estaban irritados ante la insolencia de los delegados de Zosimus y se indignaron por ser instados a obedecer leyes que pensaron no tenían una consistente fuerza en Roma. Esto ellos se lo manifestaron a Bonifacio directamente; todavía, lejos de repudiar su autoridad, le prometieron obedecer las leyes sospechosas, mientras que reconocieron la función del Papa como guardián de la disciplina de la Iglesia. En 422 Bonifacio recibió la apelación de Anthony de Fussula que, a través de los esfuerzos de San Agustín, había sido depuesto por un sínodo provincial de Numidia, y decidió que debía ser restaurado en el caso de que su inocencia se estableciera. Bonifacio apoyó ardientemente a San Agustín en su combate contra el Pelagianismo. Habiendo recibido dos cartas de Pelagian que calumniaban a Agustín, se las envió. En reconocimiento de esta lealtad Agustín dedicó a Bonifacio su respuesta, contenida en "Contra das Epístolas Pelagianoruin Libri quatuor".

En el Este, mantuvo celosamente su jurisdicción sobre las provincias eclesiásticas de Illyricurn, sobre las que el Patriarca de Constantinopla estaba intentando afianzar el mando a causa de volverse una parte del imperio Oriental. El Obispo de Thessalonica había sido constituido vicario papal en este territorio, mientras ejercía su jurisdicción por encima de los metropolitanos y obispos. Por las cartas a Rufus, el titular contemporáneo de la sede, Bonifacio vigiló estrechamente los intereses de la iglesia de Illyrian e insistió en la obediencia a Roma. En 421, el descontento expresado por ciertos obispos, a causa de la negativa del Papa para confirmar la elección de Perigines como Obispo de Corinto a menos que el candidato fuera reconocido por Rufus, sirvió como pretexto para que el joven emperador Theodosius II concediera el dominio eclesiástico de Illyricurn al Patriarca de Constantinopla (14 julio, 421). Bonifacio protestó ante Honorius por la violación de los derechos de su sede, y prevaleció sobre él, que instó a Theodosius para que rescinda su promulgación. La ley no fue promulgada, pero permaneció en los códigos de Theodosian (439) y Justiniano (534) y causó muchos problemas a los papas subsiguientes. Por una carta del 11 marzo, 422, Bonifacio prohibió la consagración en Illyricum de cualquier obispo que Rufus no hubiera reconocido. Bonifacio renovó la legislación del Papa Soter, prohibiendo a las mujeres tocar los sagrados linos o intervenir en el quemado de incienso. Dio fuerza a las leyes que prohibían a los esclavos ser clérigos. Fue enterrado en el cementerio de Maximus en la Vía Salaria, cerca de la tumba de su favorito, San. Felicitas en cuyo honor y en gratitud por su ayuda, le había erigido un oratorio encima del cementerio que lleva su nombre.

 

Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario