6 - DE SEPTIEMBRE
– MARTES –
23 – SEMANA DEL T. O. – C
San Zacarías, profeta
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los Corintios (6,1-11):
Cuando
uno de vosotros está en pleito con otro, ¿cómo tiene el descaro de llevarlo a
un tribunal pagano y no ante los santos? ¿Habéis olvidado que los santos
juzgarán el universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a
la altura de juzgar minucias?
Recordad que juzgaremos
a ángeles: cuánto más asuntos de la vida ordinaria. De manera que para juzgar
los asuntos ordinarios dais jurisdicción a ésos que en la Iglesia no pintan
nada.
¿No os da vergüenza? ¿Es
que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos
hermanos?
No señor, un hermano
tiene que estar en pleito con otro, y además entre no creyentes. Desde
cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros. ¿No
estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar? En cambio,
sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros.
Sabéis
muy bien que la gente injusta no heredará el reino de Dios. No os llaméis a
engaño: los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados, invertidos, ladrones,
codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios.
Así erais algunos antes. Pero os lavaron, os consagraron, os perdonaron en el
nombre de nuestro Señor Jesucristo y por Espíritu de nuestro Dios.
Palabra de Dios
Salmo:
149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El Señor ama
a su pueblo
Cantad
al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad
su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los
fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio
según San Lucas (6, 12-19):
Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche
en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió
doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
A Simón, a
quien llamó Pedro,
y a su hermano Andrés;
a Santiago y Juan,
a Felipe y Bartolomé,
a Mateo y Tomás,
a Santiago de Alfeo y Simón, llamado
Zelotes;
a Judas de Santiago, y a Judas
Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando con
ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos
y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región
costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus
enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban
curados.
Toda la gente
procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Palabra del Señor
1. Lo
primero que se debe destacar es el hecho de que Jesús, ante una próxima
decisión importante, se retira a una montaña lejana y allí pasa la noche entera
en oración.
Jesús no era
un asceta, que vivía convencido de que a Dios se le encuentra alejándose de la
convivencia con la gente. No hay datos para suponer que esa era la
intención de Jesús.
Se comprende
que, como hacemos todos cuando vamos a tomar una decisión importante, buscamos
estar aislados, poder pensar, etc. Pero hay una cosa llamativa: Jesús jamás se
fue al Templo a orar. No quiso eso. Prefirió irse al campo o al monte. A la
naturaleza.
En todo caso,
hay que pensar en la concentración total de Jesús en lo único que él veía como decisivo; hacer las cosas como Dios quiere que se hagan,
no según otras conveniencias o intereses (F. Bovon).
2. Lo
que Jesús hace, a la mañana siguiente, es elegir a los Doce, cuya lista de nombres se indica.
Del conjunto
del N. T. se deduce claramente que no puede haber comunidades cristianas sin
responsables (¿dirigentes?). Pero estos no se sitúan ni "sobre" la
comunidad, ni -menos aún- "frente a" la comunidad.
La
designación de los responsables, en el caso de Jesús, tuvo que ser él mismo
quien los designó. Pero no confundamos el momento original fundante
con lo que ha sucedido después. Los Doce que designó Jesús no
tuvieron una pervivencia institucional para siempre. Sabemos que Judas
lscariote se suicidó y fue sustituido por Matías (Hech 1, 15-26).
A partir de
Pentecostés, se fueron muriendo, pero no fueron sustituidos. La
llamada "sucesión apostólica" tiene sus orígenes, por un proceso
lento, desde finales del s. II. Y en cuanto a la forma de designación, durante
diez siglos, se hizo por elección democrática en la que
participaba la comunidad. Fue en el s. XI (Gregorio VII) cuando
el papado se apropió el derecho de designar a los obispos.
Por lo demás,
tanto en Mateo como en Lucas, la enseñanza de Jesús se presenta precedida de un
sumario de curaciones de enfermos y alivio de sufrimientos y dolencias.
3. Mientras
que el evangelio de Mateo sitúa el sermón programático de Jesús en un "monte" (Mt 5, 1), Lucas lo pone en un
"llano" (Lc 6, 17). Es discutible esta distinta ubicación, pero no es
indiferente. Mientras que el monte, en la Biblia, indica el lugar del
encuentro con Dios, Lucas habla de un llano, lugar del trabajo y de la
convivencia.
Por lo demás,
tanto en Mateo como en Lucas, la enseñanza de Jesús se presenta precedida de un
sumario de curaciones de enfermos y
alivio de sufrimientos y dolencias.
El Evangelio
"ilumina la mente", pero antes que eso "remedia el dolor"
humano. Ambas cosas tendrían que ir siempre unidas en la actividad apostólica y
pastoral de la Iglesia.
San Zacarías profeta
Profeta bíblico que desplegó su actividad profética hacia los años 520-518
a. de C. y al que se atribuye la autoría del Libro de Zacarías, libro del
Antiguo Testamento perteneciente a los Libros Proféticos, concretamente al
grupo de los llamados Libros de los Profetas Menores.
El
Libro de Zacarías se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general,
se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías,
mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores
anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo
de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se
explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del
sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función
profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme
esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el
futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la
independencia que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.
La
primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al
arrepentimiento y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones
nocturnas que el profeta experimentó en el 518 a.C. y una colección de
oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y
moralidad interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales,
sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la
transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las
visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la
inminente llegada de una era mesiánica.
A diferencia
de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda
precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la
construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo
de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a
menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la
primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más
que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión
final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo
del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes
del 200 a.C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas
menores.
En
esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige
a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le
servirá (9,1-11,3); la segunda es una especie de
acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso de los malos
pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han
menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de
diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión
"aquel día". El mensaje de esta segunda parte se
centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la
estirpe del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos
se armonizan en la persona de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento
hará referencia frecuente al profeta Zacarías.
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