20 - DE
SEPTIEMBRE – MARTES –
25 – SEMANA DEL T. O. – C
San Andrés
Kim y Pablo Cong
Lectura del libro de los Proverbios (21,1-6.10-13):
El corazón del rey es una acequia en
manos de Dios, la dirige adonde quiere. Al hombre le parece siempre recto su
camino, pero es Dios quien pesa los corazones. Practicar el derecho y la
justicia Dios lo prefiere a los sacrificios. Ojos altivos, mente ambiciosa, el
pecado es el distintivo de los malvados. Los planes del diligente traen
ganancia, los del atolondrado traen indigencia. Tesoros ganados por boca
embustera son humo que se disipa y lazos mortales. Afán del malvado es buscar
el mal, no mira con piedad a su prójimo.
Cuando el cínico la paga, aprende el inexperto, pero el sensato aprende con
la experiencia. El honrado observa cómo la casa del malvado precipita al
malvado en la ruina. Quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será
escuchado cuando grite.
Palabra de Dios
Salmo: 118
R/. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la
voluntad del Señor. R/.
Instrúyeme en el camino de tus decretos,
y meditaré
tus maravillas. R/.
Escogí el camino verdadero,
deseé tus
mandamientos. R/.
Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla
de todo corazón. R/.
Guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella
es mi gozo. R/.
Cumpliré sin cesar tu voluntad,
por siempre
jamás. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,19-21):
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús
su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó:
«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y
la ponen por obra.»
Palabra del Señor
1. Es
evidente que Jesús, cuando dejó su pueblo y se fue a ser bautizado por Juan y
luego a predicar la venida del Reino de Dios, abandonó su familia, su casa, su
trabajo y todo lo que podía darle cierta seguridad y estabilidad en la vida. Esto
tuvo, entre otras, una consecuencia fuerte: para Jesús fue entonces más
determinante la relación comunitaria que la relación de parentesco. Porque la relación comunitaria es elegida libremente, mientras
relación de familia nos es dada sin pedirnos permiso.
2. Como
es lógico, desde el momento en que Jesús se alejó de su casa, de su familia, y
después reunió en torno a sí un grupo de discípulos que le acompañaron
y compartieron su forma de vivir, sus criterios sobre la familia tuvieron
que evolucionar.
El grupo
familiar tuvo que pasar a un segundo plano y el grupo comunitario pasó a ocupar
el centro de su proyecto y de sus pretensiones. Pero nadie
puede demostrar que Jesús fundó o estableció un grupo de familia para siempre.
Se sabe, con seguridad, que, durante el primer milenio, los cristianos se
adaptaron a las leyes, usos y costumbres de la mayoría de la sociedad del
Imperio.
3. La
familia es necesaria para la socialización de los individuos que vienen a este
mundo. El ser humano, cuando nace, no está
acabado. La formación de su cuerpo y de su psíquico crece y se
configura en el aprendizaje y en la integración de la vida afectiva, emocional,
cultural, valorativa que le enseñan sus padres y educadores. Así el
individuo se integra en la sociedad, y en la cultura.
Pero ocurre
que, a través de la estructura familiar, se perpetua el modelo de sociedad, con
sus valores y sus contravalores. Así las cosas, las creencias cristianas pueden
y deben aportar que no es perpetuar el de sociedad (y de familia) establecido,
sino humanizar la convivencia de forma que no se impongan los valores basados
en el poder, el dinero y en la desigualdad, sino en el respeto, la tolerancia,
la solidaridad y, sobre todo en el amor.
San Andres Kim y
Pablo Cong
La fiesta que
hoy recordamos es conocida como la de San Andrés Kim y Compañeros Mártires. Fue
la primera canonización que se realizó fuera de Roma en los últimos 700 años, y
es que la situación lo ameritaba, porque estaban siendo premiados con la
santidad el primer sacerdote coreano y sus 102 compañeros.
San Andrés
Kim, el primer sacerdote de la Iglesia en el oriente, creció comprendiendo el
valor de defender su fe. Él nació el 21 de agosto de 1821, años antes su
bisabuelo había muerto martirizado, y cuando sólo era un niño, tuvo que
afrontar por el mismo motivo, la muerte de su padre, mientras su madre era
destinada a vivir en la calle y pedir limosna, debido a la represión religiosa
que azotó Corea hasta finales del siglo XIX, y que hoy, un siglo más tarde
sigue estando vigente.
En 1836 Andrés
fue elegido como seminarista por un misionero que pasaba por su población. En
1844 fue ordenado diácono en China y un año más tarde ordenado sacerdote en
Shangai. De allí se dirigió nuevamente a Corea en donde cumplió la gran parte
de su trabajo pastoral.
Sirvió al Señor
como sacerdote sólo un año y pocos meses. En junio de 1846 fue arrestado y
enviando a una cárcel en Seúl; allí estuvo tres meses y el 16 de septiembre fue
decapitado, cuando apenas tenía 26 años. Entre sus pertenencias se encontró una
carta en coreano, dirigida a sus fieles. “En este difícil tiempo, para ser
victorioso se debe permanecer firme usando toda nuestra fuerza y habilidades
como valientes soldados completamente armados en el campo de batalla”.
Junto con el
padre Kim se destaca la canonización del laico Pablo Chong, nacido en Korea en
1795. Sus padres, una hermana y un hermano, fueron martirizados entre los años
1801 y 1839. Cuando tenía 20 años partió hacia Seúl para tratar de reconstruir
la Iglesia en este lugar. Decidió intentar llevar misioneros al país, pero sus
intentos se vieron bloqueados por la misma persecución, uno de ellos, murió
antes de poder ingresar al país.
En 1839, a la
edad de 45 años, fue arrestado por ser considerado como uno de los que había
intentado llevar misioneros extranjeros a Korea. Fue decapitado en Seúl el 22
de septiembre.
Las figuras
del Padre Andrés y de Pablo Chong son sólo una pequeña muestra de la
persecución religiosa de las que son víctimas los cristianos en el oriente. En
la actualidad los católicos no gozan de plena libertad para practicar su fe y
como sucedió con estos santos, siguen siendo perseguidos por sus creencias.
Su amor a Dios
y la Iglesia fue reconocido el 19 de junio de 1988, cuando el Papa Juan Pablo
II canonizó y proclamo santos a 117 mártires que derramaron su sangre en la
Conchinchina, Annam y Tonkín, en la actualidad el norte de Vietnam. Entre los
mártires había 11 españoles, un grupo de franceses, y los demás coreanos. Ellos
murieron víctimas de suplicios, hambre, sed, asfixia, insultos y burlas.
Murieron perdonando todo lo que les habían hecho.
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