sábado, 10 de septiembre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 - DE SEPTIEMBRE – LUNES – 24 – SEMANA DEL T. O. – C SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

 

 


12 - DE SEPTIEMBRE – LUNES –

 24 – SEMANA DEL T. O. – C

SANTÍSIMO  NOMBRE  DE MARÍA

 

       Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,17-26.33):

     Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra Iglesia os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, para que se vea quiénes resisten a la prueba.

     Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho.

     ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres?

     ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo.

     Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

     «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»

     Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

     «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

     Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros.

 

Palabra de Dios

 

     Salmo: 39,7-8a.8b-9.10.17

     R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva.


     Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» 
R/.

     «Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. 
R/.

     He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. 
R/.


     Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. 
R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,1-10):

     En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado.

       Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente:  

      «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.»
     Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:

     «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace.»
     Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:

     «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.»

     Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

Palabra del Señor

 

1.  Las religiones y las culturas separan y dividen a la gente.  Con frecuencia, crean serios enfrentamientos y hasta conflictos morales. En el caso de este relato, no olvidemos que el centurión era un oficial extranjero (ekatontárches, literalmente "jefe" o "militar") (F. G. Untergassmair), que seguramente estaba al servicio de Herodes (F. Bovon).

Es verdad que, por lo que dice Lucas, se trataba de un buen hombre, que hasta les había construido una sinagoga a los judíos. Además, se trataba de un hombre humilde, que se preocupaba de la salud de su criado y ni se consideraba digno de que Jesús viniera a su casa.

 

2.  Para Jesús, lo que importa en la vida es la bondad, la humanidad, que no se fija en las creencias de cada cual, en el rol social que uno tiene u ocupa.

Jesús solo se fija en lo importante, en lo esencial. Y lo esencial no son las creencias o las prácticas que cada uno ha aprendido en su nación o su cultura. Lo esencial es la bondad entrañable que cada cual vive y que moviliza la conducta de cada persona.  Por eso, sin duda, Jesús dice que no ha visto en Israel una persona con tanta fe, como la que tiene este militar extranjero, que seguramente era romano. 

Queda patente, por eso mismo, que lo decisivo para Jesús, no es la "creencia religiosa", sino la "bondad con los enfermos y los que sufren".

 

3.  Esto era tan importante para Jesús, que le causaba admiración (Lc 7, 9 a). Y llegó a decir que la fe del centurión pagano era más grande que la de cualquier israelita (Lc 7, 9 b).

La fe, para los evangelios, es la confianza, la seguridad, en Jesús. La convicción firme de que Jesús y su Evangelio es la solución de los problemas que nos agobian. 

Dicho de otra manera, lo decisivo (para Jesús) no es la "fe", sino el "seguimiento" de Jesús, que iguala nuestra conducta con la suya.

 

SANTÍSIMO  NOMBRE  DE MARÍA

 



Esta festividad fue instituida con el objeto de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de la Santa Madre, las necesidades de la Iglesia.

Por primera vez, se autorizó la celebración de esta fiesta en 1513 en la ciudad española de Cuenca. Desde ahí se extendió por toda España, y en 1683 el papa Inocencio XI la admitió en la Iglesia de occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos.

La gran devoción al Santo Nombre de Jesús, que se debe en parte a las predicaciones de san Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para una conmemoración similar del Santo Nombre de María.

Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.

 

EL NOMBRE Y LA MISION

En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.

 

 

 

 

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