30 - DE
SEPTIEMBRE – VIERNES –
26 – SEMANA DEL T. O. – C
SAN JERÓNIMO
Lectura del libro de Job
(38,1.12-21;40,3-5):
El Señor
habló a Job desde la tormenta:
«¿Has mandado en tu
vida a la mañana o has señalado su puesto a la aurora, para que agarre la
tierra por los bordes y sacuda de ella a los malvados, para que la transforme
como arcilla bajo el sello y la tiña como la ropa; para que les niegue la luz a
los malvados y se quiebre el brazo sublevado?
¿Has entrado por los
hontanares del mar o paseado por la hondura del océano?
¿Te han enseñado las
puertas de la muerte o has visto los portales de las sombras?
¿Has examinado la
anchura de la tierra?
Cuéntamelo, si lo
sabes todo.
¿Por dónde se va a la
casa de la luz y dónde viven las tinieblas?
¿Podrías conducirlas
a su país o enseñarles el camino de casa?
Lo sabrás, pues ya
habías nacido entonces y has cumplido tantísimos años.»
Job respondió al Señor:
«Me siento pequeño,
¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano; he hablado una vez, y no
insistiré, dos veces, y no añadiré nada.»
Palabra de
Dios
Salmo: 138
R/. Guíame,
Señor, por el camino eterno
Señor,
tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.
¿Adónde
iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R/.
Si vuelo
hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha. R/.
Tú has
creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(10,13-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti,
Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los
milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de
sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro
y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás
al infierno.
Quien a
vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me
rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
1. No podemos saber el motivo por el que Lucas introdujo esta denuncia, puesta en boca de Jesús, contra dos ciudades de las que ni se sabe dónde estaban, ni consta que Jesús hiciera abundantes milagros en ellas. Aunque aquí tenemos que hacer dos aclaraciones.
Ante todo, el
doble "¡ay!" expresa más una
lamentación que una denuncia (F. Bovon).
Por otra
parte, recientemente se han descubierto las ruinas de una ciudad, que hubo
cerca de Cafarnaúm que seguramente son los restos que quedan de Corozaín (J. A.
Fitzmyer).
De Betsaida,
no hay noticia.
Por otra
parte, no tenemos noticia de que los vecinos de Cafarnaúm rechazasen a
Jesús. Parece que este texto proviene de la fuente Q, de la que Mateo y Lucas
tomaron los textos que son comunes a ambos y no se encuentran en Marcos.
2. ¿Por
qué puso Lucas aquí estas dudosas denuncias contra unas ciudades y unos hechos
de los que no tenemos constancia?
La
contraposición con Tiro y Sidón arroja alguna luz sobre este problema. Tiro y
Sidón eran ciudades paganas. Seguramente los cristianos de origen no judío (por
tanto, que provenían del paganismo) pretendían de esta manera justificar su
presencia en la comunidad cristiana, con tanto o más derecho que los cristianos
que provenían del judaísmo. Las diferencias de origen y de cultura han creado
incontables problemas en todas las religiones, concretamente en el cristianismo.
Un buen
cristiano es el que supera tales diferencias.
3. Sea
lo que sea de estos datos históricos, lo que debemos tener presente es que un
Jesús amenazante (y quizá "peligroso") no puede ser el Jesús
auténtico del Evangelio.
Porque Jesús
siempre contagió confianza, seguridad, paz y esperanza, incluso a los pecadores
y descreídos. Jesús fue siempre armónico, uniforme, coherente. Y este es el
Jesús que siempre ha de centrar nuestra fe y nuestras convicciones más
determinantes.
SAN JERÓNIMO
Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año
340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética, marchó al
Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario del papa
Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia.
También promovió la vida monástica.
Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la
Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la
sagrada Escritura. Murió en Belén en el año 420.
Jerónimo quiere decir: el que tiene un nombre sagrado. (Jero = sagrado.
Nomos = nombre).
Dicen que este santo ha sido el hombre que en la antigüedad estudió más y
mejor la S. Biblia.
Nació San Jerónimo en Dalmacia
(Yugoslavia) en el año 342. Sus padres tenían buena posición económica, y así
pudieron enviarlo a estudiar a Roma.
En Roma estudió latín bajo la dirección
del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la
perfección, pero era pagano. Esta instrucción recibida de un hombre muy
instruido pero no creyente, llevó a Jerónimo a llegar a ser un gran latinista y
muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de
los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo
de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón, Virgilio, Horacio y Tácito,
y a los autores griegos: Homero, y Platón, pero no dedicaba tiempo a leer
libros religiosos que lo pudieran volver más espiritual.
En una carta que escribió a Santa Eustoquia, San Jerónimo le cuenta el
diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba
ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba:
"¿A qué religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano –
católico", y Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre
de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque
sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y
Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se
despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar
libros sagrados, y exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a
trasnochar por leer libros paganos". A veces dan ganas de que a ciertos
católicos les sucediera una aparición como la que tuvo Jerónimo, para ver si
dejan de dedicar tanto tiempo a lecturas paganas e inútiles (revistas, novelas)
y dedican unos minutos más a leer el libro que los va a salvar, la Sagrada
Biblia.
Jerónimo dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados
(especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal
genio y su gran orgullo). Pero allá, aunque rezaba mucho y ayunaba, y pasaba
noches sin dormir, no consiguió la paz. Se dio cuenta de que su temperamento no
era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
El mismo en una carta cuenta cómo fueron las tentaciones que sufrió en
el desierto (y esta experiencia puede servirnos de consuelo a nosotros cuando
nos vengan horas de violentos ataques de los enemigos del alma). San Francisco
de Sales recomendaba leer esta página de nuestro santo porque es bellísima y
provechosa: Dice así: "En el desierto salvaje y árido, quemado por un sol
tan despiadado y abrasador que asusta hasta a los que han vivido allá toda la
vida, mi imaginación hacía que me pareciera estar en medio de las fiestas
mundanas de Roma. En aquel destierro al que por temor al infierno yo me condené
voluntariamente, sin más compañía que los escorpiones y las bestias salvajes,
muchas veces me imaginaba estar en los bailes de Roma contemplando a las
bailarinas. Mi rostro estaba pálido por tanto ayunar, y sin embargo los malos
deseos me atormentaban noche y día. Mi alimentación era miserable y desabrida,
y cualquier alimento cocinado me habría parecido un manjar exquisito, y no
obstante las tentaciones de la carne me seguían atormentando. Tenía el cuerpo
frío por tanto aguantar hambre y sed, mi carne estaba seca y la piel casi se me
pegaba a los huesos, pasaba las noches orando y haciendo penitencia y muchas
veces estuve orando desde el anochecer hasta el amanecer, y aunque todo esto
hacía, las pasiones seguían atacándome sin cesar. Hasta que al fin, sintiéndome
impotente ante tan grandes enemigos, me arrodillé llorando ante Jesús
crucificado, bañé con mis lágrimas sus pies clavados, y le supliqué que tuviera
compasión de mí, y ayudándome el Señor con su poder y misericordia, pude
resultar vencedor de tan espantosos ataques de los enemigos del alma. Y yo me
pregunto: si esto sucedió a uno que estaba totalmente dedicado a la oración y a
la penitencia, ¿qué no les sucederá a quienes viven dedicados a comer, beber,
bailar y darle a su carne todos los gustos sensuales que pide?".
Vuelto a la ciudad, sucedió que los obispos de Italia tenían una gran
reunión o Concilio con el Papa, y habían nombrado como secretario a San
Ambrosio. Pero este se enfermó, y entonces se les ocurrió nombrar a Jerónimo. Y
allí se dieron cuenta de que era un gran sabio que hablaba perfectamente el
latín, el griego y varios idiomas más. El Papa San Dámaso, que era poeta y
literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las
cartas que el Pontífice enviaba, y algo más tarde le encomendó un oficio importantísimo:
hacer la traducción de la S. Biblia.
Las traducciones de la Biblia que existían en ese tiempo tenían muchas
imperfecciones de lenguaje y varias imprecisiones o traducciones no muy
exactas.
Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma
toda la S. Biblia, y esa traducción llamada "Vulgata" (o traducción
hecha para el pueblo o vulgo) fue la Biblia oficial para la Iglesia Católica
durante 15 siglos. Únicamente en los últimos años ha sido reemplazada por
traducciones más modernas y más exactas, como por ej. La Biblia de Jerusalén y
otras.
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en
Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social
le trajeron envidias y rencores (Él decía que las señoras ricas tenían tres
manos: la derecha, la izquierda y una mano de pintura... y que a las familias
adineradas sólo les interesaba que sus hijas fueran hermosas como terneras, y
sus hijos fuertes como potros salvajes y los papás brillantes y mantecosos,
como marranos gordos...). Toda la vida tuvo un modo duro de corregir, lo cual
le consiguió muchos enemigos. Con razón el Papa Sixto V cuando vio un cuadro
donde pintan a San Jerónimo dándose golpes de pecho con una piedra, exclamó: "¡Menos
mal que te golpeaste duramente y bien arrepentido, porque si no hubiera sido
por esos golpes y por ese arrepentimiento, ¡la Iglesia nunca te habría
declarado santo, porque eras muy duro en tu modo de corregir!".
Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban el
modo fuerte que él tenía de conducir hacia la santidad a muchas mujeres que
antes habían sido fiesteras y vanidosas y que ahora por sus consejos se volvían
penitentes y dedicadas a la oración, dispuso alejarse de allí para siempre y se
fue a la Tierra Santa donde nació Jesús.
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de
Belén. Varias de las ricas matronas romanas que él había convertido con sus
predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a
seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en
aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una casa para
atender a los peregrinos que llegaban de todas partes del mundo a visitar el
sitio donde nació Jesús.
Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y
semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos
llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
Con tremenda energía escribía contra los herejes que se atrevían a negar las
verdades de nuestra santa religión. Muchas veces se extralimitaba en sus
ataques a los enemigos de la verdadera fe, pero después se arrepentía
humildemente.
La Santa Iglesia Católica ha reconocido siempre a San Jerónimo como un
hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la S. Biblia. Por
eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer
entender y amar más las Sagradas Escrituras. El Papa Clemente VIII decía que el
Espíritu Santo le dio a este gran sabio unas luces muy especiales para poder
comprender mejor el Libro Santo. Y el vivir durante 35 años en el país donde
Jesús y los grandes personajes de la S. Biblia vivieron, enseñaron y murieron,
le dio mayores luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
Se cuenta que una noche de Navidad, después de que los fieles se fueron de
la gruta de Belén, el santo se quedó allí solo rezando y le pareció que el Niño
Jesús le decía: "Jerónimo ¿qué me vas a regalar en mi cumpleaños?".
Él respondió: "Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que
dispongas de todo como mejor te parezca". El Niño Jesús añadió: "¿Y
ya no me regalas nada más?". Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por
Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a
estudiar las Sagradas Escrituras... ¿qué más te puedo regalar? Si quisieras, te
daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme
todo por Ti". El Divino Niño le dijo: "Jerónimo: regálame tus pecados
para perdonártelos". El santo al oír esto se echó a llorar de emoción y
exclamaba: "¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!". Y
se dio cuenta de que lo que más deseaba Dios que le ofrezcamos los pecadores es
un corazón humillado y arrepentido, que le pide perdón por las faltas
cometidas.
El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por
tantos trabajos y penitencias, y la vista y la voz agotadas, y Jerónimo parecía
más una sombra que un ser viviente, entregó su alma a Dios para ir a recibir el
premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había
dedicado a la santidad.
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