24 - DE
OCTUBRE – LUNES –
30 – SEMANA DEL T. O. – C
San Antonio María
Claret
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,32–5,8):
Sed buenos,
comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed
imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó
y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Por otra
parte, de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de
santos. Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sentido; todo
eso está fuera de sitio. Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien esto en la
cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero,
que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios.
Que nadie os
engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de
Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos; porque en otro tiempo
erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz.
Palabra de Dios
Salmo:
1,1-2.3.4.6
R/ Seamos
imitadores de Dios, como hijos queridos
Dichoso el
hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los
pecadores,
ni se sienta en la reunión de los
cínicos;
sino que su gozo es la ley del
Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un
árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se
marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen
fin. R/.
No así los
impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino
de los justos,
pero el camino de los impíos acaba
mal. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (13,10-17):
Un sábado,
enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años
estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse
enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le
dijo:
«Mujer,
quedas libre de tu enfermedad.»
Le impuso las
manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe
de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente:
«Seis días
tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el
Señor, dirigiéndose a él, dijo:
«Hipócritas:
cualquiera de vosotros, - ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva
a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y
que Satanás ha tenido atada dieciocho años, - ¿no había que soltarla en
sábado?»
A estas
palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de
los milagros que hacía.
Palabra del Señor
1. Por
más discutibles que sean las obligaciones sobre el descanso del sábado, tal
como las explicaban los rabinos del tiempo de Jesús, sabemos que siempre han
existido (y existen) observantes integristas: en tiempo de Jesús, los fariseos
hipócritas; en la actualidad los fundamentalistas ortodoxos. Estos grupos son
siempre peligrosos. Porque anteponen las observancias de los rituales
religiosos (tal como ellos las interpretan) a la vida misma de las personas.
Esto es lo que queda patente en este relato.
2. Por
este motivo, Jesús se enfrenta directamente a la religión. Además, en este
caso, lo que estaba en juego era la salud y la libertad de una mujer a la que
Satanás "tenía encadenada".
Jesús no
toleraba el sufrimiento de los enfermos. Y cuando se trataba de
mujeres, aún menos. Siempre las curaba (menos en casos excepcionales) sin que
las mujeres se lo pidieran.
3. Pero
lo más fuerte que hay en este relato es que Jesús les echa en cara a los
fundamentalistas religiosos que, con sus observancias integristas, en realidad
lo que hacen es practicar una religión que trata a las personas peor que a los
burros. Porque no tienen dificultad en desatar al burro para que beba, pero no
consienten desatar a una mujer esclavizada por creencias que tienen su origen
en el otro mundo.
San Antonio María Claret
Nació en 1807 en Sallent (Barcelona, España). Se ordenó sacerdote y ejerció
su ministerio con gran celo por toda Cataluña. Fundó la Congregación de los
Misioneros del Corazón de María, conocidos popularmente como claretianos. Fue
nombrado arzobispo de Cuba y después confesor de la reina Isabel II. Sufrío
atentados físicos y muchas contradicciones que supo soportar con gran visión
sobrenatural. Murió en 1870, en su exilio de Francia.
Vida de San Antonio María Claret
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de
diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará.
Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le
pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que
Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo
todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la
providencia.
La cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los
telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus
primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los
cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba
impresionado por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo
recordaría estas palabras, más tarde, siendo Arzobispo:
"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno
que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto
es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho
y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de
los pecadores" (Aut. nº 9)
La guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la
época. Sus soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808 y
1814. Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se
promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en
el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa;
dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que
no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su
hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.
Una debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas
contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las primeras
lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya entonces
Antonio tenía una ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su
vocación debería recorrer todavía otro itinerario.
Entre los Telares: Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su
padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para
perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a
Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se
matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de
noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba
centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en
calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de
empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan halagüeño:
fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el
montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba
por medio.
Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios. a) Un
amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle
sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas
valiosas, las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro
de las joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio,
diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su
corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
El segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la
playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola
gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se
estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen Santa,
salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y
para colmo sus vestidos secos totalmente.
c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su casa.
Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la esposa.
Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un amor
indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre
agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar
todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los
oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y
así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del
obispo de Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de
Barcelona a principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21
años y estaba decidido a ser sacerdote.
En el Seminario En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó
como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del
palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación.
Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año
llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de
Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió
en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de
cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic.
Este hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las
inspiraciones del Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en una
tentación que le sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio que la
Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta
corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas
desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus
hijos.
Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era
óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la
misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando
Claret entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un
insaciable espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray
Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el
sagrado orden del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su
primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran
satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente
Sallent, su ciudad natal.
A la muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado.
Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado
del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los
Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se
azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este
desorden pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País
Vasco, estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a
los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía
el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso,
los horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret.
Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda Fide", con
objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de
septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a pie, un
joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella
tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los ejercicios
espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a
ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como misionero
del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad gentes" ni
tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo
comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el
noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito
entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente (el
párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo
que hacer también de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni en sus
contornos, utilizando yerbas y ungüentos medicinales para aliviar las penas de
los que venían a verle.
Misionero
Apostólico en Cataluña: Como Claret no
había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia
horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de
Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al
servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros
había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue
misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de
hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de las
tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y
comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas
quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona,
Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de
gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía
con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se
cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón.
"Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin
hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista,
convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les
echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar
a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en
tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella época.
Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud
de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban
impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de
Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de
todas las emboscadas que le tendían.
Además de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios
Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 ,
por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos
Santa Joaquina Vedruna.
Durante este
tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe
destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y que
sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847
fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio
Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año fundaba la
Archicofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad
del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad,
compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol de
las Islas Canarias: ( marzo 1848 -
mayo 1849) El 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas Canarias con el
recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la
nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde
el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote
resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar,
Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo
que predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre
multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cesó en su intenso
trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y
dejó atrás conversiones, prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron
partir con lágrimas en los ojos un día a su "padrito" y lo
despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura
su recuerdo.
"Estos canarios me tienen robado el
corazón... será para mí muy sensible el día en que los tendré que dejar para ir
a misionar a otros lugares, según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic,
27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es Copatrono de la
Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador y director espiritual
Poco después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda
del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los
Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas
y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran obra" -dijo
el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón
de María?
"Un hijo del Inmaculado Corazón de
María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea
eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego
del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los
trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en
los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar,
sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la
salvación de las almas"
El Padre Claret sabía
que era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que
la Congregación se extendería por todo el mundo. 2) Que duraría hasta el fin de
los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.
En la espléndida floración de nuevos
institutos religiosos que se operó en el siglo XIX, fue el confesor real el más
decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores y fundadoras
de su tiempo. Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el
Instituto de Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras claretianas,
para la educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen
Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa
Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa o indirectamente en otras
fundaciones. Se relacionó con Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del
Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis
Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado
Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las
Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll fundador de
las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las
Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que añadir
su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o
germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de
Santiago de Cuba: (1851-1857) Un hecho de capital
importancia puso pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P. Claret
era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo después de todos
los intentos de renuncia el 4 de octubre de 1849 y el día 6 de octubre de 1850
era consagrado obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse
para Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel
la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la
Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y
aún le dio tiempo, antes de partir, para fundar las "Religiosas en sus
Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana."
En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con
una apoteósica manifestación.
En el viaje hacia La Habana aprovechó para
dar una misión a bordo para todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Y
al fin... Cuba. Seis años gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba,
trabajando incansablemente, misionando, sembrando el amor y la justicia en
aquella isla en la que la discriminación racial y la injusticia social reinaban
por doquier.
Fue un Arzobispo evangelizador por
excelencia. Renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes,
seminario, educación de niños, abolición de la esclavitud... En cinco años
realizó cuatro veces la visita pastoral de la diócesis. El pueblo de Baracoa,
por ejemplo, tenía 62 años que no veía obispo alguno.
Se enfrentó a los capataces, les arrancó el
látigo de las manos... Un día reprendió a un rico propietario que maltrataba a
los pobres negros que trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no
estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección.
Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y
pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría
decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles? Pues así de
iguales somos los hombres ante Dios".
El P. Claret tenía una capacidad inventiva
que denotaba un ingenio poco común. En Holguín se organizaron fiestas
populares. El número fuerte del programa era el lanzamiento de un globo
tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los primeros que se
ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a elevarse, pero el
piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el
problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con el sistema de la
dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que todavía hoy se
conserva.
Era un hombre
práctico. Fundó en todas las parroquias
instituciones religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas
técnicas y agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros,
fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de
su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero ni siquiera en Cuba le dejaron en paz
sus enemigos. La tormenta de atentados llegó al cúlmen en Holguín, donde fue
herido gravemente por un sicario a sueldo de sus enemigos, al que había sacado
poco antes de la cárcel, cuando salía de la iglesia. El P. Claret, casi
agonizando, pidió que perdonaran al criminal. A pesar de todo, sus enemigos
siguieron sin perderle de vista.
Estas son las palabras del propio Santo:
"Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la
función, había mucha gente y todos me saludaban. Se acercó un hombre, como si
me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó el brazo, armado con una
navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su fuerza. Pero yo llevaba la
cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la mano derecha me tapaba la
boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me rajó la cara, o
mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta de la barba, y de
escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la primera cura, me llevaron a la
casa. No puedo yo explicar el placer, el gozo y alegría que sentía mi alma al
ver que había logrado lo que tanto deseaba, que era derramar la sangre por el
amor de Jesús y de María y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades
Evangélicas.
En la curación de las heridas ocurrieron
tres cosas prodigiosas: la primera fue la curación momentánea de una fístula
que los facultativos habían dicho que duraría. Con el corte de la herida se
rompieron completamente las glándulas salivales. Tenían que operarme al día
siguiente. Yo me encomendé a la Santísima Virgen María, me ofrecí y resigné a
la voluntad de Dios, y al instante quedé curado.
El segundo prodigio fue que la cicatriz del
brazo quedó como una imagen de la Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de
relieve tenía colores blanco y morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El tercer prodigio fue el pensamiento de la
Academia de San Miguel, pensamiento que tuve en los primeros días de hallarme
en cama y que fue aprobada por el Papa Pío IX."
Los católicos de Cuba
lo recuerdan con profundo cariño y veneración.
Confesor de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España:
(1857-1868). Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho
urgente del capitán general de La Habana en el que se le comunicaba que su
Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de
confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no
vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo
libertad de acción apostólica.
Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para
cortesano. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en
la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde
su voz no resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos,
situada en la actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat,
donde está situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable
actividad. Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus
ejercicios al clero.
Restauró El Escorial y
organizó en él un centro de estudio.
"Pero en la
corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo unos
deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo que
no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que hacer
actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo
reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la
Reina. Mientras la acompañaba en sus giras por España aprovechaba también para
desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la real caravana
rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... y en
julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El recorrido por
el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando a predicar en un solo día
14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con
generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les
predico".
"Oh Virgen Y
Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
Presidente del
Monasterio de El Escorial: La Reina le nombró Presidente del Real Monasterio de
El Escorial para su restauración, dado su lastimoso estado a raíz de la ley de
exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año
1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su talento
organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la gran
basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos, se
adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de
Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se
repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de
jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen
superávit. Parecía un milagro.
Con la
restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad
eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas
modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música.
Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias
Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno
de los mejores centros de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la
octava maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa:
"Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente
los signos de los tiempos: "Uno de los medios que la experiencia me ha
enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta, -decía-, así como es el
arma más poderosa para el mal cuando se abusa de ella".
Escribió unas 96
obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a
veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y
las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera
tanto llevando una dedicación tan intensa al ministerio apostólico. Claret no
era solamente escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión los libros y
hojas sueltas. En cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente
importantes.
Jamás cobraba
nada de la edición y venta de sus libros; al contrario, invertía en ello
grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos
y de los donativos.
"No todos
pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El predicador
se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la comida del
alma..."
Entre el centenar
de obras de todos tamaños que escribió, destacan: "Avisos" a toda
clase de personas. "El camino recto" "El catecismo
explicado" "El colegial instruido"
"Los libros son la mejor limosna".
En el año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal,
futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de
los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo su dirección
hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas
volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos. En el
primer decenio de la fundación recibió la felicitación personal del Papa Pío
IX.
Aún sacerdote
fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad
era la de mantener permanentemente la difusión de los libros y constituyó uno
de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por
sacerdotes y seglares de ambos sexos.
Una de sus obras
más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel (1858). En ella
pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las
organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España
para la causa del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las
figuras más representativas del campo católico español. En nueve años se
difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se
repartió un número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las
bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron a
funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre Santo: La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como
el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su
austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.
Este era su
horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la mañana. Antes
que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia,
luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de
gracias, desde el desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que
peor soportaba era la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba,
visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era
ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al bolsillo. Le pareció
haber encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no era una moneda, sino
una medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para poder auxiliar a un
pobre empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio era
un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de profundo
ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las
adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos.
En Intimidad con
el Señor: La clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor al
Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor es
el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde niño acudía
con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo realmente presente en la
Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio:
"Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder identificarme con
El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La vivencia de la
presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la
adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que no la sabía explicar.
Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta violento
separarme del Señor para continuar mis tareas ordinarias".
Un privilegio
incomparable del que fue objeto fue la conservación de las especies
sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su
Autobiografía:
"El día 26
de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La
Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la
conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el
santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más
devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos
los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras
oraciones."
Esta presencia,
casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que llegó a
exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de las
muchedumbres".
Devoción a la Virgen María, Madre y Maestra:
Desde niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de
San Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba en su
vida. Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que sus
oraciones subían al cielo por unos "hilos misteriosos". Le gustaba
visitar a la Santísima Virgen en su santuario de Fusimaña.
De niño, todos
los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor lo rezaba completo,
los quince misterios todos los días. Era gran devoto del Santo Rosario a tal
punto que la Virgen le dijo un día: "Tú serás el Domingo de estos tiempos.
Promueve el Santo Rosario"
Pasaba largo
tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones y rezos, y
hablándole con cordialidad y confianza, porque estaba convencido de que la
Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a la
Virgen María se abstenía no sólo de pecados mortales, sino hasta de veniales,
de faltas e imperfecciones, y aún se abstenía de cosas lícitas, solo para
mortificarse y abstenerse de alguna cosa en obsequio a María Santísima.
Él amaba a María,
pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía lo que pedía y aún cosas
que nunca pidió, le concedió. La Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de
peligros y aun de la muerte muchas veces, por mar o por tierra; le libró de
tentaciones y de ocasiones de pecar.
Decía el Santo:
"Ya veis cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de
males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los bienes terrenales y
eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y fervor y
veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra
medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".
En otro lado
dice: "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía
olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo corazón y toda amor.
Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y esto la hace Madre mía, Madre
de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación con María siempre ha sido muy íntima
y a la vez cercana y familiar, de gran confianza. Yo me siento formado y
modelado en la fragua de su amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y
amor. Por eso me siento un instrumento de su maternidad divina. Ella está
siempre presente en mi vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su
Corazón Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi
modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".
"Oh Virgen
Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
Un hombre
perseguido: No es de extrañar que un hombre de la influencia del P. Claret, que
arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la
Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque
la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron
numerosos los atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte
frustrados por la conversión de los asesinos.
Pero fue peor la
campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda España para
desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la
política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la Reina con Sor
Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus
escritos refiriéndose a "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de
ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el
reconocimiento del Reino de Italia: El 15 de julio de 1865, el gobierno en
pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma sobre el
reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del expolio
de los Estados pontificios.
El P. Claret ya
había advertido a la Reina que la aprobación de este atropello era, a su
parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina,
engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró
ante el Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y escuchó estas
palabras: "Antonio, retírate".
Transido de dolor
al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella situación, se dirigió a
Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra vez a la
corte. La familia real se alegró inmensamente de su retorno. Pero una nueva
tempestad de calumnias y de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de
Claret que fue uno de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18
de septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún
cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el
destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en
Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora, se extendió
por toda España.
El día 30, la
familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para el destierro en
Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60 años.
Los desmanes y
quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías del P.
Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta revolución. En La Selva
del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30 de marzo de 1869
Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a
llegar a Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas,
arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico
Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de los temas
más debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y costumbres.
La voz de Claret resonó en la basílica vaticana:
"Llevo en mi
cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de
Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda
mi sangre de una vez".
Es el único Padre
asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus
días: El 23 de julio de 1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de la
Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La
Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes,
recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era
inminente. Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron
en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al
señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir.
Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel
cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría por sus moradores.
"Me parece
que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la ley de Dios...
En París como capital del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he hecho
de palabra y por escrito, he observado la santa pobreza...
Su salud estaba completamente minada. El P.
Clotet no se separó de su lado y anotó las incidencias de la enfermedad. El día
4 de octubre tuvo un ataque de apoplejía.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e
hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a manos del P.
Xifré.
Llegó el día 24 de octubre por la mañana.
Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor de su lecho de muerte.
Junto a él, los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su
espíritu en manos del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio
monacal con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y
odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".
Glorificado:
Los restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde
se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de
los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la
gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo
proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma
grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y
glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De
apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de
la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el
freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún
en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado
y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo
ilumina, su devoción a la Madre de Dios".
(fuente: corazones.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario