jueves, 27 de octubre de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 - DE OCTUBRE – SÁBADO – 30 – SEMANA DEL T. O. – C San Saturnino

 

 


29 - DE OCTUBRE – SÁBADO –

 30 – SEMANA DEL T. O. – C

San Saturnino

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,18b-26):

De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.

Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 41

R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

Recuerdo como marchaba a la cabeza del grupo

hacia la casa de Dios,

entre cantos de júbilo y alabanza,

en el bullicio de la fiesta. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-11):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá:

"Cédele el puesto a éste."

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:

"Amigo, sube más arriba."

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Para comprender debidamente lo que representa este relato, es necesario recordar, una vez más, que el valor más apreciado, en las culturas mediterráneas del s. I, no era la riqueza, sino el honor. Además, las distinciones y las categorías se manifestaban sobre todo con ocasión de las comidas y banquetes.

Se ha dicho con razón que "precisamente debido a la compleja interrelación de las categorías culturales, la comida es habitualmente una de las principales formas de marcar las diferencias entre los distintos grupos sociales" (G. Feeley-Harnik).

En el Banquete, de Platón, no es la misma la posición y la actividad de los esclavos que la de los invitados (177a) (W. A. Becker - H. Gól1).

Jesús invierte todos esos ordenamientos. Y en la Cena de despedida se puso él mismo a lavar los pies a los comensales, es decir, hizo de esclavo, siendo el Señor y el Maestro (Jn 13, 12-14).

 

2.  Es importante también tener en cuenta que este evangelio comienza, como el de ayer, recordando que todo esto sucede en casa de uno de los principales fariseos y con asistencia de bastantes de ellos. Es decir, lo que nota Jesús es que los observantes integristas, que eran tan rigurosos para el cumplimiento de las normas religiosas, se daban prisa para ponerse los primeros y, por tanto, para dejar a los demás detrás de ellos.

De nuevo nos encontramos con lo de siempre: la religiosidad integrista endurece el corazón humano. Desde el momento que antepone la norma a la dignidad o felicidad del otro, el corazón del hombre, en la misma medida en que se sacraliza, en esa misma medida se deshumaniza.

 

3.  Decididamente, la vida que llevó Jesús, los valores que defendió, los criterios que expuso, todo eso resulta insoportable, increíble, impracticable para todo el que no tiene la firme convicción de que lo primero y lo esencial en la vida es el ser humano, cada ser humano, el respeto, la dignidad, los derechos, la felicidad y el disfrute de la vida de cada persona. Eso es lo primero y lo esencial porque solo haciendo eso podemos encontrarnos a nosotros mismos, podemos encontrar el sentido de la vida y, en definitiva, podemos encontrar esa realidad última que los creyentes llamamos Dios. Pero todo esto solo se puede realizar si el creyente en Jesús toma, como proyecto de vida, la "autoestigmatización", que hace posible la bondad sin limitaciones.

 

San Saturnino

 



 

Saturnino, obispo de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.

Saturnino, que había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de África (el nombre es efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener las gracias que pedían los fieles.

Parece que la presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.

Saturnino, con el cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.

 

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