25 - DE
OCTUBRE – MARTES –
30 – SEMANA
DEL T. O. – C
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,21-33):
Sed sumisos unos a otros con respeto
cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el
marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que
es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también
las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se
entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del
agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni
arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada.
Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que
son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia
carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque
somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran
misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno
de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Palabra de Dios
Salmo: 18,2-3.4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus
caminos.
Comerás del
fruto de tu trabajo,
serás
dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de
tu casa;
tus hijos,
como renuevos de olivo,
alrededor de
tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme
al Señor.
Que el Señor
te bendiga desde Sión,
que veas la
prosperidad de Jerusalén
todos los
días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«- ¿A qué se parece el reino de Dios?
- ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto;
crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió:
« - ¿A qué compararé el reino de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de
harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor
1. Las
parábolas del grano de mostaza y de la levadura no se refieren directamente al
éxito y el triunfo final del Reino de Dios, que llegará a ser un árbol grande y
acogedor y que terminará transformando la masa entera. Estas dos parábolas no
tienen su centro y clave de explicación en el resultado fina sino en el medio o
procedimiento con el que se podrá alcanzar ese final feliz.
2. Ahora
bien, el procedimiento mediante el cual el Reino de Dios puede crecer y así
transformar la masa entera de este mundo no es lo visible, sino lo invisible.
No es lo que
brilla y luce, sino lo que se oculta y desaparece, porque la pequeñez del grano
de mostaza tiene que ser sembrada y sepultada debajo de tierra. De la misma
manera que la levadura tiene que perderse en la masa y fundirse con
ella.
Solamente
desapareciendo es como grano de mostaza y la levadura transforman, dan vida,
crecen y maduran.
Los afanes de
subir, ser notorio, trepar no hacen bien a nadie, sino que, a lo más que se
llega, es a engañar o sencillamente teatralizar la vida, la religión y la fe.
3. Jesús
no elogia aquí la humildad, la pequeñez o la sencillez. Es decir, Jesús no
elogia aquí esas virtudes cristianas. Lo que Jesús afirma y exige es la
laicidad. Porque reconoce y enseña que cuando el grano de mostaza se funde con
la tierra; y cuando la levadura se funde con la masa, entonces es cuando
producen su fruto o causan su efecto.
Las
religiones tienen la tendencia de destacar su presencia en la sociedad, a
situarse por encima de las instituciones civiles, y a dictar las normas y
valores que deben regir la vida y la convivencia social. Porque "lo
sagrado" es considerado como la última referencia a la que se tiene que
subordinar "lo profano", "lo civil" y "lo laico".
Lo que así se
consigue -si es que se consigue- es dominar en la sociedad, pero no transformar
la sociedad. Pero Jesús no quiere que el cristianismo sea un principio
de nación, sino una fuerza de transformación.
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
En las cercanías de Segovia, en Hispania, san Frutos, que llevó vida
eremítica junto a una escarpada montaña (c. 715).
Vida de San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de
Segovia
San Frutos, Santa Engracia y San Valentín,
mártires
Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y
San Valentín, venerados por los cristianos segovianos, se conservaron en la
ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo
VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió esta ermita al
monasterio de San Sebastián de Silos —hoy Santo Domingo de Silos- para que la
cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en
el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que
puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la
consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca
escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero.
En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada Segovia y restituida a su dignidad
episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio
de Silos, con autorización y mandato del arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan que se pierde el
sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en
tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se depositaron finalmente en
la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la
Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el
palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la catedral segoviana.
¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos
atrás es polo de atracción de tantas generaciones de segovianos?
Nació Frutos, en el año 642, en el seno de
una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de Valentín y
Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas que
supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa,
murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y
comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los
principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios,
maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos
les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre
determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la
ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración
y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les
pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas
separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo
definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de
Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del
reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna
manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos
mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos
que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los
espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos
sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el
año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos
Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los sarracenos y sus
cuerpos colocados con el del Santo.
Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y
mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden
presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance por el reino
hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del
reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo
en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de
nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses políticos y económicos
contrapuestos, tratan de controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo
y son una fuente continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió
unos territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y
militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con
detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado
centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase
aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más
pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores.
Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el
reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población,
plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y
desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la
nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito,
no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y
piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que
fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda
una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam
por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.
santopedia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario