30 - DE OCTUBRE
– DOMINGO –
31 – SEMANA DEL T. O. – C
San Marcelo de León
Lectura del libro de la
Sabiduría (11,22–12,2):
Señor, el mundo entero es ante ti como un
grano en la balanza,
como gota de rocío mañanero sobre la tierra.
Pero te compadeces de todos, porque todo lo
puedes
y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan.
Amas a todos los seres
y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías
creado.
¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?,
o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado?
Pero tú eres indulgente con todas las cosas,
porque son tuyas, Señor, amigo de la vida.
Pues tu soplo incorruptible está en todas
ellas.
Por eso corriges poco a poco a los que caen,
los reprendes y les recuerdas su pecado, para que, apartándose del mal, crean
en ti, Señor.
Palabra de
Dios
Salmo: 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
R/. Bendeciré tu nombre por
siempre, Dios mío, mi rey.
V/. Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
V/. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
V/. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
V/. El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Lectura de la segunda carta del
apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,11–2,2):
Hermanos:
Oramos continuamente por vosotros, para que
nuestro Dios os haga dignos de la vocación y con su poder lleve a término todo
propósito de hacer el bien y la tarea de la fe. De este modo, el nombre de
nuestro Señor Jesús será glorificado en vosotros y vosotros en él, según la
gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
A propósito de la venida de nuestro Señor
Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no perdáis
fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta
carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima.
Palabra de
Dios
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (19,1-10):
EN aquel tiempo,
Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de
publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa
del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a
un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu
casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy
contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un
pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la
doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues
también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y
a salvar lo que estaba perdido».
Palabra del
Señor
El extraño caso del explotador que se convierte.
El protagonista del evangelio de hoy es
un jefe de publicanos y rico. Este término no sugiere al lector actual del
evangelio el odio y desprecio que sentía el pueblo judío hacia los miembros de
esta profesión, que trabajaban al servicio de los romanos y oprimían al pueblo
con el cobro de los impuestos. El antiguo publicano no tiene nada que ver con
el banquero actual. Pero el odio que suscitan los banqueros en mucha gente
desde hace unos años ayuda a entender el evangelio más que una larga exposición
histórica sobre los publicanos. Sobre todo, cuando el banquero se ha
enriquecido, mientras quienes depositaron su dinero en el banco lo han perdido
todo o casi todo.
¿Mandamos a todos los ricos al infierno?
Hasta ahora, en su evangelio, Lucas no
se ha limitado a defender a los pobres y a anunciarles un futuro definitivo
mejor. Ha criticado también con enorme dureza a los ricos. Ha puesto en boca de
María, en el Magníficat, unas palabras más propias de una anarquista que de una
monja de clausura, cuando alaba a Dios porque
«derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, colma de bienes a los
hambrientos y despide vacíos a los ricos.»
Y Jesús se muestra
aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente al Sermón del Monte de
Mateo):
«¡Ay de vosotros, los ricos, porque recibís vuestro
consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque pasaréis
hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25).
El ejemplo más claro del rico que llora y hace duelo es el de la parábola
del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de una eternidad feliz.
¿Significa esto que ningún rico puede
salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a Jesús, aunque al final
desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza, demuestra que un rico
puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).
¿Qué ocurre cuando se trata de un rico
explotador? La respuesta la da Lucas en el evangelio de hoy.
El ejemplo de Zaqueo (Lc 19,1-10)
1. Jesús no le pide a Zaqueo que lo
invite a comer, le dice que quiere
alojarse en su casa. Se
trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino, seguirá
presente en la casa y la vida de Zaqueo.
2. La conducta de Jesús resulta
escandalosa. Esta vez no escandaliza a fariseos
y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino a todos sus
seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta ahora sus críticas a los
ricos.
3. La diferencia entre Jesús y sus
partidarios radica en la forma de considerar
al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una persona y lo llama por
su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo desprecian («un
pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que condena al rico,
mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es hijo de Abrahán»)
y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo
recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas.
4. La conducta de Zaqueo supone un
cambio radical y muy duro. Sin que
Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad de sus
bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces si se ha aprovechado de
alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico
hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a
Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en
el ámbito económico.
5. Finalmente, la conducta de Jesús con
Zaqueo trae a la memoria el refrán
castellano: «más moscas se atraen con una gota de miel que con un barril de
hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a Zaqueo. Sus seguidores lo
habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría seguido explotando al pueblo.
Un texto precioso (Sabiduría 11,22-12,2)
La primera lectura es un excelente
complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del Antiguo Testamento es
un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del pecador. Quien lea este texto
tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es la misma que la de Jesús con
Zaqueo.
Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como
gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo
lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los
hombres, para que se arrepientan. Amas a todos
los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa,
no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses
querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges
poco a poco a los que caen, les recuerdas su
pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
San Marcelo de León
En Tánger, de Mauritania, pasión de san
Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador, mientras los demás
sacrificaban, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los
estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el
juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, e inmediatamente fue
degollado, consumando así su martirio.
Marcelo fue un Centurión que, según parece,
pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la
ciudad de León.
Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero
en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en
Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).
Fortunato envió a Agricolano el siguiente
texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su
señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos
solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio
Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se
quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de
centurión delante de las tropas de nuestros señores».
Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud
diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de
Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.
Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad,
creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para
que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano,
se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es
condenado a la decapitación.
La leyenda -no necesariamente falsa- abunda
en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del
hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos.
Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne
en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los
dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.
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