15 - DE
OCTUBRE – SÁBADO –
28 – SEMANA
DEL T. O. – C
Lectura del libro del Eclesiástico (15,1-6):
El que teme al Señor obrará así,
observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una
madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de
sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y
confiado en ella no fracasará; lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra
la boca en la asamblea; lo llena de sabiduría e inteligencia, lo cubre con
vestidos de gloria; alcanzará gozo y alegría, le dará un nombre perdurable.
Palabra de Dios
Salmo: 88,2-3.6-7.8-9.16-17.18-19
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu
fidelidad por todas las edades.
Porque dije:
«Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo
has afianzado tu fidelidad. R/.
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu
fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre
las nubes se compara a Dios?
¿Quién como
el Señor entre los seres divinos? R/.
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y
terrible para toda su corte.
Señor de los
ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la
fidelidad te rodean. R/.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh
Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es
su gozo cada día,
tu justicia
es su orgullo. R/.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu
favor realzas nuestro poder.
Porque el
Señor es nuestro escudo,
y el Santo de
Israel nuestro rey. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y
nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
1.- Hoy
celebramos la fiesta de santa Teresa de Ávila. El Evangelio, que la liturgia
nos propone para el día de esta doctora de la Iglesia, nos recomienda la
sencillez de niños, a fin de ponernos en manos del Padre: «Yo te bendigo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios
e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). De los niños
había dicho Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque
de los que son como éstos es el Reino de los Cielos» (Mt 19,14). Ser como niños
no significa permanecer en un infantilismo psicológico permanente. El niño es
aquel que se deja guiar con docilidad por la mano del padre. El niño descubre a
cada paso aquello que los padres le muestran. Todos los niños dan sus primeros
pasos cogidos de las manos amorosas de unos padres. Seguir la voluntad del
Padre es lo que pedimos cada vez que recitamos el Padrenuestro, y ésta es la
característica fundamental de quien se hace como niño.
«Aquel que se
ocupó de ti antes de que existieras, - ¿no se ha de preocupar de ti una vez que
te llamó a la vida?
Quien te creó
es también quien te sostiene» (San Agustín). Todo descansa en la providencia de
Dios.
2.- Dios,
nuestro Padre, no nos abandona nunca. Por el contrario, somos nosotros quienes
nos tenemos que abandonar en las manos de Dios. El Evangelio de hoy nos invita
a ello: confiar en Aquel que nos acompaña siempre. Tener confianza y ser
humildes no está de moda, pero ciertamente es el único camino para llegar a
Dios. Lo afirma expresamente santa Teresa: «He visto claramente que, si
queremos que la majestad soberana nos revele grandes secretos, hemos de entrar
por esta puerta [la contemplación de Jesús]. No quiera nadie ningún otro camino
(...). Este camino se ha de recorrer con libertad, abandonándonos en las manos
de Dios».
3.- Preguntémonos,
hoy especialmente, cómo es nuestra vida:
- ¿guardamos
silencio para dejar hablar a Dios?
- ¿Rezamos
abandonándonos en sus manos?
Pero confiar
y ser humildes son dos términos que hemos de aprenderlos dentro de la Iglesia,
¡nuestra Madre!:
- ¿confiamos
humildemente en ella y la amamos?
Santa Teresa de Jesús
Nace Teresa en Ávila el 28 de marzo de
1515. A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años,
para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida
cuya divisa será: «O sufrir o morir». Es entonces cuando funda el convento de
San José de Ávila, primero de los quince carmelos que establecerá en España.
Con san Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus
escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección.
Murió en Alba de Tormes, al anochecer del 4 de octubre de 1582.
Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.
Nace en Ávila el 28 de Marzo de 1515, en la
casa señorial de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada.
Eran 10 los hermanos de Teresa y 2 los hermanastros, pues su padre tuvo dos
hijos en un matrimonio anterior. Es bautizada el 4 de Abril del mismo año.
Desde muy pequeña manifestó interés por las
vidas de los santos y las gestas de caballería. A los 6 años llegó a iniciar
una fuga con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros,
pero fue frustrada por su tío que los descubre aún a vista de las murallas.
Juegan entonces a ser ermitaños haciéndose una cabaña en el huerto de la casa.
Reina entonces en España un espíritu de
aventura y conquista: parten guerreros a Flandes, conquistadores a América, y
la literatura vive de este espíritu. En manos de Teresa caen algunos de estos
libros y entonces ella sueña con ser una de las damas que se acicalan y
perfuman para sus galanes ilustres. El coqueteo le gusta, pues encuentra además
la complicidad de sus primas y la corteja un primo suyo.
Su madre muere en 1528 contando ella 13 años,
y pide entonces a la Virgen que la adopte hija suya. Sin embargo, sigue siendo
“… enemiguísima de ser monja,” (Vida 2,8), y al ver su padre con malos ojos su
relación con su primo, decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia,
regido por agustinas, donde ella echará de menos a su primo, pero se encontrará
muy a gusto.
A medida que se hace mayor, la vocación
religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque en lucha con el
atractivo del mundo.
Su hermano Rodrigo parte a América, su
hermana María al matrimonio y una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con
ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su
vocación, ingresando, con la oposición de su padre, en 1535.
Dos años después, en 1537, sufre una dura
enfermedad, que provoca que su padre la saque de la Encarnación para darle
cuidados médicos, pero no mejora y llega a estar 4 días inconsciente, todo el
mundo la da por muerta. Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación
dos años después en 1539, aunque tullida por las secuelas, tardará en valerse
por sí misma alrededor de 3 años.
Muere su padre en 1544.
La vida conventual era entonces muy relajada
con cerca de 200 monjas en el monasterio y gran libertad para salir y recibir
visitantes. Teresa tenía un vago descontento con este régimen tan abierto, pero
estaba muy cómoda en su amplia celda con bonitas vistas, y con la vida social
que le permitían las salidas y las visitas en el locutorio.
En la cuaresma del año 1554, contando ella 39
años y 19 como religiosa llora ante un Cristo llagado pidiéndole fuerzas para
no ofenderle. Desde este momento su oración mental se llena de visiones y
estados sobrenaturales, aunque alternados siempre con periodos de sequedad.
Aunque recibe muchas visiones y experiencias
místicas elevadas, es una visión muy viva y terrible del infierno la que le
produce el anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y
perfección, llevándola a la reforma del Carmelo y la primera fundación.
Esta primera fundación será una aventura
burocrática y humana con muchos altibajos: su confesor aprueba un día y
reprueba otro, el Provincial apoya con entusiasmo, para luego retirarse, y el
Obispo que nunca había dudado de Santa Teresa, llegado el momento titubea. En
un momento parece que todo fracasa y Teresa, siempre obediente, se retira a su
celda sin nada poder hacer, aunque Doña Guiomar de Ulloa y el Padre Ibáñez
logran de Roma la autorización.
Por obediencia parte entonces a Toledo varios
meses, para consolar a la viuda Luisa de la Cerda. Esta distancia favorecerá
los progresos del monasterio de San José de Ávila, que continúan con mayor
discreción, a escondidas, a pesar de los rumores. Regresará para encontrarse
con el breve del Papa.
Fundado el 24 de Agosto de 1562, encuentra
una terrible hostilidad, proveniente de la Iglesia que ve ninguneada su
autoridad, se alzan algunas voces pidiendo el derribo del nuevo convento, toda
la ciudad está alborotada, y Teresa debe abandonarlo dejando a las cuatro
novicias solas, para volver a su celda de La Encarnación. Sólo se podrá
incorporar un año después de su fundación, dejando la celda amplia y las
comodidades de La Encarnación por las estrecheces de San José de Ávila, pequeño
y austero hasta el extremo.
Por mucho tiempo
parece que la fundación de la nueva orden tendría sólo este monasterio, hasta
que Teresa vuelve a llorar al saber que las necesidades de misiones en América
son importantes. Escucha entonces en oración: “…Espera un poco hija, y verás
grandes cosas.”, y poco después le llegan instrucciones y autorización para
fundar más conventos.
Comienza aquí una intensa actividad de Santa
Teresa que sólo termina con su muerte, en la que compaginará el gobierno de su
orden, con las fundaciones de nuevos conventos y la redacción de sus libros,
sin perder nunca el buen ánimo ni la esperanza, en la confianza de que no era
su voluntad lo que estaba cumpliendo y que le llegarían los apoyos que
necesitara, como así fue en todo momento.
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562),
Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569),
Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas
de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la
Jara (1580), Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos
(1582), en el año de su muerte.
La fundación de Granada la hizo Ana de Jesús, aunque en vida de la Santa,
por lo que no siempre aparece en las enumeraciones.
A estos conventos hay que sumar el primero
del Carmelo masculino que funda con San Juan de la Cruz en Duruelo (1567).
Santa Teresa conoció a San Juan de la Cruz en Medina del Campo contando ella 52
años y él 24, y le convenció para unirse a la reforma, olvidando sus planes de
retirarse a la cartuja de El Paular.
Regresando de la fundación de Burgos, hace
parada en Medina del Campo, pero es requerida en Alba de Tormes por la Duquesa
de Alba. Está enferma y agotada. Muere en brazos de Ana de San Bartolomé la
noche del 4 de Octubre al 15 de Octubre de 1582 (y esto por coincidir con el
cambio del calendario Juliano al Gregoriano).
Muere sin haber publicado ninguna de sus
obras, sin haber logrado fundar en Madrid (a pesar de su ilusión), sin haber
separado la orden de descalzos de la de calzados y con dudas sobre si sus
monasterios se podrían mantener con el espíritu que ella infundió.
Teresa escribió muy poco por iniciativa suya,
muchas cartas, alguna poesía y anotaciones. Pero sus obras maestras son fruto
de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus
experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando
su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte.
Escribir le supone un esfuerzo importante, lo
hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella
explica: “… casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de
hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones” (Vida 10,7)
La Inquisición vigiló muy de cerca sus
escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o
se alejaran en algún punto de la recta doctrina. Muchos de sus textos están
autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El
Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una
época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en
romance.
Su vida es fiel reflejo de lo que avisaba a
sus monjas: que las gracias recibidas en la oración son para darnos fuerza en
servir a los demás. Aunque Teresa es conocida por lo elevado de las gracias
místicas y visiones que recibe, su oración no la aparta del mundo, sino que
hace que se entregue con especial fuerza y respaldo a las obras que le son
encomendadas sufriendo en viajes, discusiones y continuas trabas, burlas y
desplantes de sus contemporáneos.
Fue beatificada por Pablo V en 1614,
canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal
por Pablo VI en 1970. La primera mujer de las tres actuales doctoras de la
Iglesia. Las otras son Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza: Santa
Teresita del Niño Jesús.
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