27 - DE
OCTUBRE – JUEVES –
30 – SEMANA
DEL T. O. – C
Santos Vicente, Sabina
y Cristeta
(hermanos mártires del
siglo IV)
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Efesios (6,10-20):
Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su
invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las
estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y
hueso, sino contra los principados, autoridades y poderes que dominan este
mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal. Por
eso, tomad las armas de Dios, para poder resistir en el día fatal y, después de
actuar a fondo, mantener las posiciones. Estad firmes, repito: abrochaos el
cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar
dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado
el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad
por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de
Dios, insistiendo y pidiendo en la oración. Orad en toda ocasión con la ayuda
del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos.
Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que
anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador
en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.
Palabra de Dios
Salmo: 143,1.2.9-10
R/. Bendito el Señor, mi Alcazar.
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.
Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos. R/.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 31-35
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle:
"Márchate de aquí, porque Herodes quiere
matarte".
Él contestó:
"Id a decirle a ese zorro: "Hoy y
mañana
seguiré curando y echando demonios; pasado mañana soy
consumado”.
Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar
porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a
tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis
querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver
hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del
Señor".
Palabra del Señor.
1. Está claro que a Herodes le preocupaba la
predicación y el influjo que Jesús tenía sobre el pueblo en el territorio de Galilea
especialmente (Mc 6, 14-16; Lc 9, 7-9; 13, 31-32; 23, 6-12; cf. 8, 3; Hech 13, 1).
Además, el recurso al espionaje era muy
habitual en el Imperio durante el s. I (J. P. Meier).
¿Se puede asegurar que Herodes quiso realmente matar a Jesús?
Entra dentro de lo posible, incluso de lo
probable. En todo caso, la respuesta de Jesús, al calificar a Herodes de
"zorro" (álopes), indica su absoluta libertad frente al poder político
y, en general, frente a los notables de su tiempo.
2. Sin embargo, lo que más interesa de este
relato es el lamento que hace Jesús sobre Jerusalén, la ciudad santa, en cuyo
Templo el judaísmo localizaba la presencia divina y que era la alegría de todos los
pueblos (Is 25, 6-10; Jer 4, 9-17).
Ahora bien, a esta ciudad precisamente, centro
de la religiosidad de aquel pueblo, Jesús la califica y la llama ciudad
asesina.
Era la ciudad que honraba a los sacerdotes y
celebraba el culto sagrado, pero igualmente mataba a los profetas.
Se sabe que Jerusalén, en tiempos de
Jesús, vivía del Templo y del enorme flujo de peregrinos que acudían de todo el
Imperio (J. Jeremias). Todo lo cual resulta perfectamente comprensible.
El Templo era el kosmos, en tanto que los
profetas representaban el kaos. El culto daba
dinero,
al tiempo que los profetas creaban problemas y malestar con sus denuncias.
Era
lógico lo que estaba ocurriendo: Jesús traía malestar en las autoridades,
entusiasmo en el pueblo.
3. Jesús, imagen visible de Dios (Col 1, 15) y
encarnación de Dios (Jn 1, 14), se presenta en la entrañable imagen de la
gallina madre (órnis) (Mt 23, 37), representación de la solicitud protectora,
referida no tanto a la gallina en sí, sino a "las alas protectoras"
(cf. Deut 32, 11; Sal 16, 8; 56, 2; 60, 5; 90, 4), que cubre con su cuerpo y
sus alas a sus hijos, de forma que prefiere morir ella en las garras de una de
las grandes aves rapaces, antes que abandonar desamparados a sus
polluelos.
En el apócrifo 2 Bar [Apocalipsis siriaco de
Baruc] 41, 4, encontramos esta bella sentencia: "He visto a otros, por el
contrario, que dejaron sus vanidades para refugiarse bajo tus alas" (O. H.
Steck).
Es una de las más impresionantes metáforas del
cariño maternal del Dios que nos reveló Jesús.
Santos
Vicente, Sabina y Cristeta
(hermanos mártires del siglo IV)
Vicente, Sabina y Cristeta son hermanos. Han nacido y viven en Talavera
(Toledo). Los tres disfrutan de su juventud —Cristeta, casi niña- y, como en
tantos hogares después del fallecimiento de los padres, hace cabeza Vicente que
es el mayor.
Manda en el Imperio la tetrarquía hecha por Diocleciano con el fin de poner
término a la decadencia que se viene arrastrando a lo largo del siglo III por
las innumerables causas internas y por las rebeliones y amenazas cada vez más
apremiantes en las fronteras. Diocleciano, augusto, reside en Nicomedia y ocupa
la cumbre de la jerarquía; su césar Galerio reside en Sirmio y se ocupa de
Oriente; Maximiano es el otro augusto que se establece en Milán, con su césar
Constancio, en Tréveris, gobiernan Occidente.
El presidente en España es Daciano hombre cruel, bárbaro y perverso, que
odia sin límites el nombre cristiano y que va dejando un riego de mártires en
Barcelona y en Zaragoza. Llega a Toledo y sus colaboradores buscan en Talavera
seguidores de Cristo.
Allí es conocido como tal Vicente, que se desvive por la ayuda al prójimo y
es ejemplo de alegría, nobleza y rectitud.
Llevado a la presencia del Presidente, se repite el esquema clásico, en
parte verídico y en parte parenético de las actas de los mártires. Halagos por
parte del poderoso juez pagano con promesas fáciles, y, por parte del
cristiano, profesiones de fe en el Dios que es Trinidad, en Jesucristo-Señor y
en la vida eterna prometida. Amenazas de la autoridad que se muestra dispuesta
a hacer cumplir de modo implacable las leyes y exposición tan larga como firme
de las disposiciones a perder todo antes de la renuncia a la fe nutriente de su
vida que hace el cristiano. De ahí se pasa al martirio descrito con tonos en
parte dramáticos y en parte triunfales, con el añadido de algún hecho
sobrenatural con el que se manifiesta la complacencia divina ante la fidelidad
libre del fiel.
Bueno, pues el caso es que a Vicente lo condenan a muerte por su pertinacia
en perseverar en la fe cristiana. Lo meten en la cárcel y, en espera de que se
cumpla la sentencia, es visitado por sus dos hermanas que, entre llantos y
confirmándole en su decisión de ser fiel a Jesucristo, le sugieren la
posibilidad de una fuga con el fin de que, sin padres que les tutelen, siga él
siendo su apoyo y valedor. La escapada se realiza, pero los soldados romanos
los encuentran en la cercana Ávila donde son los tres martirizados, en el año
304.
El amor a Dios no supone una dejación, olvido o deserción de los nobles
compromisos humanos. Vicente, aceptando los planes divinos hasta el martirio,
hizo cuanto legítimamente estuvo de su parte para sacar adelante su compromiso
familiar.
Fuente: http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/
san toral/san tora
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