miércoles, 15 de febrero de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 – DE FEBRERO – VIERNES – 6ª SEMANA DEL T. O. – A - SIETE SANTOS FUNDADORES

 

 


17 – DE FEBRERO – VIERNES –

6ª SEMANA DEL T. O. – A  

SIETE  SANTOS  FUNDADORES

 

Lectura del libro del Génesis (11,1-9):

Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras.
     Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.
     Se dijeron unos a otros:
    «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego».
     Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa.
     Después dijeron:
    «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra».
     El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres.
    Y el Señor dijo:
    «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
    El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad.
     Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.

Palabra de Dios

 

     Salmo: 32,10-11.12-13.14-15

     R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad

     V/. El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
R/.

    V/. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.
R/.

    V/. Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,34–9,1):

 

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.

Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?

Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.»

Y añadió:

«Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.»

 

Palabra del Señor

 

1. El Imperio Romano controlaba con tanto esmero como fuerza sus dominios. Por eso las legiones de Roma se empleaban a fondo para mantener sujetos y sumisos a los pueblos en los que mandaban. Se sabe que, en tiempo de Jesús, el hecho de morir colgado en una cruz era una posibilidad, más aún una probabilidad, para las gentes que vivían sometidas por Roma, sobre todo en los territorios dominados por el Imperio y en los que el malestar social y los agitadores subversivos provocaban movimientos de masas insatisfechas bajo el yugo imperial.

Es conocido el dicho de Epicteto: "Si quieres ser crucificado, espera, y vendrá la cruz".

Cosa nada extraña en la Palestina de entonces, en la que "hacía mucho tiempo que los judíos conocían las ejecuciones en cruz practicadas por el poder militar romano" (J. Gnilka).

Vivir en la Galilea de entonces era peligroso, sobre todo para un profeta itinerante que atraía a las multitudes.

 

2.  Jesús afirma que, para seguirle, es necesario que cada uno "renuncie a sí mismo" (aparnesástho eautón) y "cargue con su cruz". Esta afirmación entraña un peligro: interpretar esta propuesta de Jesús como un llamamiento a asumir una vida de sufrimiento.

Una forma de vida, basada en la mentalidad según la cual "lo humano" es enemigo de "lo divino". Y una fe centrada en un Dios que necesita sufrimiento y sangre para perdonar los pecados (Heb 9, 22).

Por eso es necesario tener muy claro que el sufrimiento, por sí mismo, no solo es inútil, sino que sobre todo es la cosa que más desagrada a Dios.

Es verdad que hay sufrimientos que son inevitables. En esos casos, saber aceptar la situación, soportarla y ver en ella una ocasión para abrir el corazón a la comprensión, a la bondad son actitudes que nos enriquecen y nos humanizan. El dolor es humano. Y Jesús fue un ser humano.

 

3.  En todo caso, lo mejor es tener siempre muy claro por qué mataron a Jesús en una cruz.

Tal forma de morir tuvo unas causas y unos ejecutores. Aquello no fue un hecho inevitable. Jesús lo tuvo que soportar como consecuencia de su conducta.

Jesús fue un hombre libre frente a la religión establecida y frente al sistema dominante. Su libertad no fue una manifestación de rebeldía sin causa. La libertad de Jesús fue una libertad al servicio de la misericordia.

A Jesús lo mataron porque antepuso la felicidad de las personas a todo lo demás, incluidas las amenazas de la religión. Y las crueldades de los legionarios romanos.

Tener esa actitud en la vida ante el dolor de los demás, eso es cargar con la cruz.

 

SIETE  SANTOS  FUNDADORES

 

(año 1233)

      Eran siete amigos, comerciantes de la ciudad de Florencia, Italia. Sus nombres: Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan.

Pertenecían a una asociación de devotos de la Virgen María, que había en Florencia, y poco a poco fueron convenciéndose de que debían abandonar lo mundano y dedicarse a la vida de santidad. Vendieron sus bienes, repartieron el dinero a los pobres y se fueron al Monte Senario a rezar y a hacer penitencia. La idea de irse a la montaña a santificarse les llegó el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Stma. Virgen, y la pusieron en práctica el 8 de septiembre, día del nacimiento de Nuestra Señora. Ellos se habían propuesto propagar la devoción a la Madre de Dios y confiarle a Ella todos sus planes y sus angustias. A tan buena Madre le encomendaron que les ayudara a convertirse de sus miserias espirituales y que bendijera misericordiosamente sus buenos propósitos. Y dispusieron llamarse "Siervos de María" o "Servitas".

En el monte Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes, menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como simple hermano, y fue el último de todos en morir.

Un Viernes Santo recibieron de la Stma. Virgen María la inspiración de adoptar como Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino de la santidad. Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la cual les conseguía maravillosos favores de Dios.

El más anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años. Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor. Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: "Y Jesús, lanzando un fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Lc. 23, 46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su cabeza y quedó muerto muy santamente.

Lo reemplazó el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.

El cuarto, que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al cielo.

De los fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy fatigados por su vejez y por el largo viaje. Aquella tarde charlaron emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.

El último en morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno que lo conoció: "Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis compañeros". El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.

Que estos Santos Fundadores nos animen a aumentar nuestra devoción a la Virgen Santísima y a no cansarnos nunca de propagar la devoción a la Madre de Dios.

Y recuerda la historia de los padres antiguos. ¿quién confió en Dios y fue abandonado por Él? (S. Biblia. Eclesiástico).

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario