jueves, 23 de febrero de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 24 – DE FEBRERO – VIERNES DESPUES DE CENIZA – A San Sergio de Capadocia

 


 

24 – DE FEBRERO – VIERNES

 DESPUES DE CENIZA – A  

San Sergio de Capadocia

 

      Lectura del libro de lsaías (58,1-9a):

 

ESTO dice el Señor Dios:

     «Grita a pleno pulmón, no te contengas; alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.

Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios.

“¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?”

En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.

No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.

¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza?

     ¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor?

Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos.

Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor.

Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 50,3-4.5-6a.18-19

R/. Un corazón quebrantado y humillado,

tú, Dios mío, no lo desprecias

 

V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.

 

V/. Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti sólo pequé,

cometí la maldad en tu presencia. R/.

 

V/. Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

El sacrificio agradable a Dios

es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15):

 

EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:

«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».

Jesús les dijo:

«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».

 

Palabra del Señor

 

1. Los tres evangelios sinópticos establecen, con claridad y fuerza, la contraposición entre Jesús y Juan Bautista. Juan fue un asceta del desierto, mientras que Jesús vivió entre la gente y con la gente. El proyecto de vida de los ascetas del desierto fue siempre la propia santificación. Mientras que el proyecto de vida de Jesús fue, en todo momento, la felicidad de los demás.

Por esto, mientras que Juan Bautista centró su predicación en la condena del pecado y de los pecadores, Jesús centró su predicación y su actividad en tres cosas capitales:

a) La salud de las personas (curaciones de enfermos).

b) La comida compartida con toda clase de ciudadanos, especialmente los pobres y los pecadores.

c) Las mejores relaciones interpersonales incluso con enemigos, extranjeros y excluidos. 

 

     2.  Con qué facilidad convertimos el camino del amor en la ejecución de unas prácticas alejadas del realismo de la vida pero que satisfacen nuestro deseo de hacer bien las cosas. Eso nos deja al margen de lo que es verdaderamente el amor: una aventura apasionante que acerca dos corazones y los hace sintonizar. Son los discípulos de Juan Bautista los que preguntan a Jesús el porqué de sus prolongados ayunos y de su ausencia en la vida de sus discípulos. Y Jesús se lanza a mostrar que el amor hace sintonizar a los que se aman. Por ello, más que empeñarse en hacer unas prácticas que me aporten el gusto de una vida correcta y cumplidora, es necesaria la atención del que ama en serio, del que quiere acompañar al amado en la circunstancia por la que está pasando.

 

     3.  Colocado al comienzo de la Cuaresma, este evangelio es una invitación a no convertir un camino en el que se debe despertar el amor en una especie de tabla de pruebas cuyo fin es la satisfacción de haber vencido. El camino cuaresmal debe suscitar un corazón cada vez más humilde, dispuesto a estar siempre alegre y a expresar exteriormente lo que en el interior es la fuente de la vida nueva. En el fondo, la conversión de la Cuaresma no puede ser un cambio superficial en la persona, sino la renovación del yo a la luz de Dios, la manifestación del hombre nuevo que ama al estilo de Dios.

 

San Sergio de Capadocia

 


San Sergio, cuya fiesta se celebra hoy, fue un mártir de Cesarea de Capadocia, casi ignorado por las fuentes hagiográficas griegas y bizantinas. Tuvo una cierta popularidad, gracias a una Passio latina que así nos describe su martirio: Durante las celebraciones anuales en honor de Júpiter, en la época del emperador Diocleciano, el gobernador de Armenia y Capadocia, Sapricio, cuando estaba en Cesarea, ordenó que fueran convocados ante el templo pagano todos los cristianos de la ciudad a rendir culto a Júpiter. Entre la multitud compareció también Sergio, un anciano magistrado, que desde hacía tiempos había abandonado la toga para llevar vida eremítica.

Su presencia produjo el efecto sorprendente de apagar los fuegos preparados para los sacrificios. Inmediatamente se atribuyó la causa del extraño fenómeno a los cristianos que con su rechazo habían irritado al dios. Sergio se adelantó y explicó que la razón de la impotencia de los dioses paganos había que buscarla muy arriba, en la omnipotencia del verdadero y único Dios, que adoraban los cristianos.

 

Sergio fue arrestado y llevado ante el gobernador, que con un juicio sumario lo condenó inmediatamente a la decapitación. Pronto ejecutaron la sentencia: era el 24 de febrero. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron en la casa de una piadosa mujer. De ahí fueron llevadas las reliquias a España, a la ciudad de Úbeda, Jaén en Andalucía.

 

 

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