21 – DE
FEBRERO – MARTES –
7ª
SEMANA DEL T. O. – A
San Pedro Damián
Lectura del libro del
Eclesiástico (2,1-11):
Hijo, si
te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor, y
prepárate para la prueba.
Endereza tu corazón, mantente firme y
no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que
al final seas enaltecido.
Todo lo que te sobrevenga, acéptalo,
y sé paciente en la adversidad y en la humillación.
Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la
humillación.
Confía en él y él te ayudará,
endereza tus caminos y espera en él.
Los que teméis al Señor, aguardad su
misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis.
Los que teméis al Señor, confiad en
él, y no se retrasará vuestra recompensa.
Los que teméis al Señor, esperad
bienes, gozo eterno y misericordia.
Los que teméis al Señor, amadlo y
vuestros corazones se llenarán de luz.
Fijaos en las generaciones antiguas
y ved: ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?,
o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, o ¿quién lo invocó y fue desatendido?
Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en
tiempo de desgracia, y protege a aquellos que lo buscan sinceramente.
Palabra de
Dios
Salmo:
36,3-4.18-19.27-28.39-40
R/. Encomienda tu
camino al Señor, y él actuará
V/. Confía
en el Señor y haz el bien,
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
V/. El
Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. R/.
V/. Apártate
del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R/.
V/. El
Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(9,30-37):
En aquel
tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron
Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus
discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días
resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba
miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino
habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les
dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio
de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como éste en mi
nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me
ha enviado.»
Palabra del Señor
1. Este evangelio plantea un
contraste fuerte. Tan fuerte, que a mucha gente le parece intolerable y hasta
posiblemente inaceptable.
El relato nos viene a decir que,
precisamente cuando Jesús iba instruyendo a los apóstoles del fracaso final que
le esperaba, exactamente entonces, los apóstoles venían discutiendo quién de
ellos era el más importante.
Es decir, Jesús había proyectado su vida
de manera que, por causa de sus conflictos con los dirigentes religiosos,
religiosos, por eso se encaminaba hacia la exclusión de un fracasado.
Los apóstoles, justamente en el polo
opuesto, andaban proyectando su vida de forma que querían encaminarse hacia el
éxito de un instalado. Y, además, ellos pensaban en un instalado en el primer
puesto, el sitio del "más importante".
2. Aquí tenemos retratado el
contraste que hoy seguimos viendo en la Iglesia.
El centro de su fe y de su vida está en
el Crucificado. Pero de sobra sabemos que las cosas han venido a terminar en el
hecho esperpéntico de que al Crucificado lo representan los
"instalados", hombres con poderes y títulos, que pretenden ser los
primeros, con dignidades y privilegios, vestidos y revestidos de pompa y boato,
erigidos en habladores de lo que, desde sus cátedras de dignidad, no se puede
explicar. Y hasta resulta ridículo pretender explicarlo.
La actualidad de este evangelio es
fuerte y da mucho que pensar.
3. Los evangelistas amaban a
la Iglesia. Pero ese amor no les nubló los ojos ni les cerró la boca. Ellos
vieron y dejaron por escrito, para todas las generaciones, las miserias de los
apóstoles. Y sin embargo hoy acusan de desamor a la Iglesia a quienes ven y
hablan de las miserias de los "sucesores de los apóstoles".
Amar a la Iglesia es querer su
bien. Y el bien de la fe de los seguidores de Jesús. Y si esto es así, no está
fuera de lugar tener los ojos abiertos para ver lo que sucede en la Iglesia. Y
la lengua suelta para decirlo -sin ira y sin resentimientos- cuando hay que
decirlo.
Porque callar ciertas cosas es hacerse
cómplice de ellas. Y eso no es amar. A nadie. Ni a la Iglesia, ni a sus
obispos, ni a los creyentes.
Y todavía un detalle más: Jesús dijo lo
que tenía que decirles a sus apóstoles "sentándose" (kathisas).
En los evangelios, Jesús "se
sienta" cuando enseña, como maestro, algo importante (Mc 4, 1; 12, 41; 13,
3; Mt 5, 1-26, 55; Lc 4, 20-21; 5, 3; in 8, 2; cf. Mt 23, 2) (Marcus Joel).
San Pedro Damián
Memoria de san Pedro Damiani (Damiano o Damián), cardenal obispo de Ostia y
doctor de la Iglesia. Habiendo entrado en el eremo de Fonte Avellana, promovió
denodadamente la vida religiosa y en los tiempos difíciles de la reforma de la
Iglesia trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la
contemplación, los clérigos a la integridad de vida y para que el pueblo
mantuviese la comunión con la Sede Apostólica.
Falleció el
día 22 de febrero en Favencia, de la Romagna.
Vida de San Pedro Damián
Dante Alighieri, en el canto XXI del Paraíso, coloca a San Pedro Damián en
el cielo de Saturno, destinado en su Comedia a los espíritus contemplativos. El
poeta pone en los labios del santo una breve y eficaz narración autobiográfica:
la predilección por los alimentos frugales y la vida contemplativa, y el
abandono de la tranquila vida de convento por el cargo episcopal y
cardenalicio.
Pedro nació en Rávena en 1007; fue el último hijo de una numerosa familia, y
como quedó huérfano de padre en temprana edad, fue ayudado por su hermano
mayor, Damiano, y esto explica el apelativo de “Damián”.
Después de haber estudiado en Ravena, Faenza y Padua, fue profesor de la
universidad de Parma, pero pronto abandonó el cargo y entró en el monasterio
calandulense de Fonte Avellana, de cuyo monasterio fue elegido prior. En ese
tiempo la Iglesia estaba destrozada por las discordias y los cismas,
consecuencia de ese grave perjuicio que se llama simonía, compraventa de
puestos eclesiásticos, y también de la ligereza con que el clero resolvía el
problema del celibato. Entonces la Iglesia necesitaba hombres íntegros y
preparados como el culto y austero Pedro Damián.
Estuvo al lado de seis Papas como “enviado mensajero de la paz”, y sobre
todo colaboró con Hildebrando, el gran reformador que llegó a ser Papa con el
nombre de Gregorio VII. Pedro Damián, después de varias peregrinaciones en la
diócesis de Milán, en Francia y en Alemania, fue nombrado por Esteban IX
cardenal y obispo de Ostia. Ya anciano, fue llamado por Ravena, su ciudad
natal, para poner orden en el conflicto suscitado por los seguidores de un
antipapa.
Murió en Faenza (Favencia), en 1072, cuando regresaba de la última misión de
paz. Fue venerado inmediatamente como santo y su culto oficial fue reconocido
en 1828 por el Papa León XII, que también lo proclamó doctor de la Iglesia por
sus numerosos escritos de contenido teológico.
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