20 – DE
FEBRERO – LUNES –
7ª
SEMANA DEL T. O. – A
SAN ELEUTERIO
Comienzo del libro del
Eclesiástico (1,1-10):
Toda
sabiduría viene del Señor y está con él por siempre.
La arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días del mundo, ¿quién los
contará?
La altura de los cielos, la anchura
de la tierra y la profundidad del abismo, ¿quién las escrutará? ¿Quién ha
escrutado la sabiduría de Dios, que es anterior a todo?
Antes que todo fue creada la
sabiduría, y la inteligencia prudente desde la eternidad.
La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas
y sus canales son mandamientos eternos.
La raíz de la sabiduría, ¿a quién
fue revelada? y sus recursos, ¿quién los conoció?
La ciencia de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y su mucha experiencia,
¿quién la conoció?
Uno es el Altísimo, creador todopoderoso.
Uno solo es sabio, temible en
extremo: el que está sentado en su trono.
El Señor mismo creó la sabiduría, la
vio, la midió y la derramó sobre todas sus obras.
Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo aman.
Palabra de
Dios
Salmo: 92,1ab.1c-2.5
R/. El Señor reina,
vestido de majestad
V/. El
Señor reina, vestido de majestad;
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
V/. Así
está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
V/. Tus
mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(9,14-29):
En aquel
tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde
estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas
discutiendo con ellos.
Al ver a
Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo.
Él les
preguntó:
«¡De qué
discutís?».
Uno de la
gente le contestó:
«Maestro, te
he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo
agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda
rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces».
Él, tomando
la palabra, les dice:
«Generación
incrédula!
¿Hasta cuándo
estaré con vosotros?
¿Hasta cuándo
os tendré que soportar?
Traédmelo».
Se lo
llevaron.
El espíritu,
en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba
echando espumarajos.
Jesús
preguntó al padre:
«Cuánto
tiempo hace que le pasa esto?».
Contestó él:
«Desde
pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con
él.
Si algo
puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos».
Jesús
replicó:
«Si puedo?
Todo es posible al que tiene fe».
Entonces el
padre del muchacho se puso a gritar:
«Creo, pero
ayuda mi falta de fe».
Jesús, al ver
que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu
mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él».
Gritando y
sacudiéndolo violentamente, salió.
El niño se
quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto.
Pero Jesús lo
levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie.
Al entrar en
casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«Por qué no
pudimos echarlo nosotros?».
Él les
respondió:
«Esta especie
solo puede salir con oración».
Palabra del Señor
1. Jesús
y sus discípulos más cercanos vuelven al mundo inferior, al mundo de todos -y
de todos los días- para enfrentarse a la miseria que tanto sufrimiento causa
entre los humanos (Joel Marcus).
La vida es
así. Como se la representa Marcos en este detallado relato sobre el mal, sus
causas y sus consecuencias. La enseñanza más elemental, que se desprende de
este relato, está patente. En la altura del monte se está muy bien, se
siente a Dios muy cercano, se palpa lo divino. Pero, en la altura del monte, no
se palpa el sufrimiento humano.
2. En
la lejanía del pueblo, en la soledad de la altura, en la contemplación de
"lo divino", en "la nube" que simboliza la cercanía de
Dios, nos sentimos muy a gusto, como dijo Pedro en la Transfiguración. Pero, en
esa altura tan sublime, estamos ausentes del dolor de la gente, de la
enfermedad, del peligro de muerte, de
las fuerzas de la muerte. En la altura del monte, palpamos a Dios, la Ley y los
Profetas. Lo más sublime. Pero, en la soledad y el gozo de lo sublime, no
hacemos nada para resolver el sufrimiento de los mortales.
3. La
religiosidad y la espiritualidad son sublimes y nos impresionan. Pero Jesús vio claramente que, solo con religiosidad y espiritualidad, no
expulsamos las fuerzas del mal que destrozan a los más débiles. Por eso, la
religiosidad y la espiritualidad son tan engañosas, con demasiada frecuencia. Y
por eso también, en la Iglesia hay tanta bondad y tanto autoengaño. Ambas
cosas.
Los detalles,
que discuten los exegetas y especialistas bíblicos son necesarios. Pero hay algo previo a todo eso. El dolor del pueblo solamente se resuelve
estando cerca del pueblo, en el pueblo y con el pueblo.
Nació en Nicopoli en Epiro. Mártir.
Elegido en el 175, murió en el 189. Mandó a Fugacio y Damián a convertir a los
bretones. Suprimió algunas costumbres hebraicas sobre la pureza e impureza de
las viandas de las cuales los cristianos daban gran importancia.
Martirologio
Romano: En Roma, san Eleuterio, papa, al que los
famosos mártires de Lyon, apresados entonces, escribieron una célebre carta
para que mantuviera la paz en la Iglesia (189).
Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de
origen griego.
San Eleuterio, natural de Nicópolis, ciudad de Grecia, diácono y discípulo
del Santo Pontífice Aniceto, sucedió a San Sotero en el pontificado el año
175.Tuvo en su tiempo alguna paz y tranquilidad la Iglesia, y con esta quietud
se iba multiplicando maravillosamente, y en Roma muchos caballeros y señores, cansados
ya de la superstición de sus vanos dioses y de la crueldad y abominaciones de
sus emperadores, por la doctrina y predicación del Santo Pontífice Eleuterio,
recibían la luz del Evangelio y se convertían al Señor.
Y no menos en las otras provincias y reinos descubría sus claros rayos
y resplandores nuestra Santa Religión; particularmente se vio esto en
Britannia, que ahora llamamos Inglaterra, porque Lucio su rey, habiendo
entendido la santa vida y milagros de los cristianos, y, que poco antes Marco Aurelio
emperador había alcanzado por oración de ellos una gran victoria contra los
marcomanos, y que por esto permitían que viviesen en su ley y que algunos
caballeros y senadores romanos se habían bautizado y seguido al estandarte de
Cristo, movido del mismo Señor, envió solemne embajada con Elvano y Meduino,
criados suyos, a San Eleuterio, suplicándole que le enviase algunos ministros
suyos, para que a él y a toda su casa y reino hiciese cristianos y los
reconociese como a ovejas suyas y del rebaño del Señor.
No se puede creer la alegría que el Santo Pontífice Eleuterio recibió con
esta embajada; y para cumplimiento de lo que por ella se pedía, envió a Fugacio
y Donacio, que otros llaman Damiano, varones dignos de tan grande empresa, a
Britannia, para que enseñasen los misterios de nuestra San Fe a Lucio y a su
reino, y con el agua del santo bautismo los reengendrasen en Cristo. Ellos
fueron, y lo hicieron, y todo conforme al deseo y orden de Eleuterio; y el rey
se bautizó y fue Santo, y como de tal hizo mención de él el Martirologio romano
al 3 de diciembre, y su reino públicamente aceptó la fe de Jesús, y fue el
primero del mundo que por público decreto y común parecer de los moradores de
él recibió y profesó la religión cristiana; puesto caso que en España y
Francia, y en los otros reinos y provincias, ya había en este tiempo muchos
cristianos. Esta conversión de Lucio fue en el año de 183, según el cardenal
Baronio.
Con la paz que tuvo la Iglesia en este tiempo, se levantaron algunos herejes
que la turbaron, como los Valentinianos, Marcionistas, Severianos, y otros más;
a los cuales el Pontífice Eleuterio resistió valerosamente, y fue ayudado de
San Ireneo, discípulo de San Policarpo, y de Papías, que habían enviado de la
Iglesia de Lyon de Francia, y en el tiempo que estuvo en ella escribió contra
los herejes, y les hizo la guerra como varón doctísimo, confutando los
disparates que ellos enseñaban, con la doctrina y tradiciones apostólica que él
había aprendido; y después volvió a Lyon, de donde fue obispo y mártir
gloriosísimo.
Y porque algunos herejes enseñaban que Dios había creado muchas cosas malas,
y que no se había de comer algunos manjares, por ser tales, Eleuterio mandó que
nadie desechara por superstición género alguno de manjar de las creaturas que
Dios hizo para servicio del hombre; no porque no sea lícito y loable de
abstenerse de manjares regalados y gustosos para mortificar y refrenar la carne
y sus apetitos, o porque no se deba obedecer a la Iglesia cuando nos manda
abstenernos de ellos en los días de ayuno, que esto es necesario, sino porque
no se han de desechar, por pensar que son malos de su naturaleza.
Ordenó asimismo que ningún sacerdote fuera depuesto, sin que primero fuese
legítimamente convencido de algún grave delito, y que ningún ausente fuese
condenado antes de ser oído; pues Cristo no condenó, ni dejó de comulgar a
Judas, con saber quién era, porque aún no era notorio su pecado. Dió tres veces
órdenes en el mes de diciembre, y en ellas ordenó 12 presbíteros, 8 diáconos y
15 obispos; y después de haber gobernado santamente la Iglesia romana, fue
martirizado, dando su vida por Cristo, siendo Cómodo emperador, aunque los
Martirológios romanos antiguos no declaran con que género de muerte fue
coronado. Su cuerpo fue sepultado en el Vaticano.
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