9 – DE
FEBRERO – JUEVES –
5ª
SEMANA DEL T. O. – A
Santa
Apolonia de Alejandría
Lectura del libro del Génesis (2,18-25):
EL Señor Dios se dijo:
«No es bueno que el hombre esté solo;
voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».
Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y
todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les
ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.
Así Adán puso nombre a todos los ganados,
a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno
como él, que le ayudase.
Entonces el Señor Dios hizo caer un
letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio
con carne.
Y el Señor Dios formó, de la costilla
que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.
Adán dijo:
«Esta sí que es hueso de mis huesos y
carne de mi carne! Su nombre será mujer, porque ha salido del varón».
Por eso abandonará el varón a su padre y
a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
Los dos estaban desnudos, Adán y su
mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.
Palabra de Dios
Salmo: 127,1-2.3.4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor
V/. Dichoso el que teme al
Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
V/. Tu mujer, como parra
fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
V/. Esta es la bendición
del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
(7,24-30):
EN aquel tiempo, Jesús fue a la región de
Tiro.
Entró en una casa procurando pasar desapercibido,
pero no logró ocultarse.
Una mujer que tenía una hija poseída por
un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era pagana, una fenicia de
Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo:
«Deja que se sacien primero los hijos.
No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella replicó:
«Señor, pero también los perros, debajo
de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».
Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho,
el demonio ha salido de tu hija».
Al llegar a su casa, se encontró a la
niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Palabra del Señor
1.
Es verdad que, al final de este relato, la presencia de Jesús es también salud
y vida para la chica que estaba enferma. Pero también es cierto que, según las
palabras del propio Jesús, lo que sanó a la niña no fue el milagro de Jesús,
sino lo que dijo la madre de aquella muchacha. Y lo que dijo aquella madre
fueron unas palabras de tanta humildad y de tal
bondad, que allí mismo se modificó el pensamiento de Jesús y se expulsó al
demonio.
La humildad y
la bondad de las buenas personas desarman a Dios y espantan al diablo. No
creemos lo suficiente en la fuerza de la bondad, y
menos aún creemos en lo irresistible que es el poder de la humildad.
El orgullo,
la arrogancia y la prepotencia son expresiones de
la propia inconsistencia y de la propia debilidad.
2. Sin
embargo, este evangelio muestra las dificultades que generan las religiones por
causa de las divisiones y preferencias que establecen. En el judaísmo
existía el convencimiento de que los judíos eran los preferidos de Dios, aunque
la salvación alcanzaría también, en segundo lugar, a los demás pueblos. De esta idea participaba san Pablo (Rm1, 16; cf. Hch 13,
46). Y es el criterio que Marcos, refleja aquí.
3.
Jesús, educado en la cultura y en la religión de su pueblo, seguramente participaba
de estas ideas. Pero, a juicio del relato de Marcos, la humanidad y la bondad
de una pobre mujer extranjera fueron más fuertes que todo. Al mismo Jesús le
hicieron ver las cosas de otra manera.
En Alejandría,
en Egipto, conmemoración de santa Apolonia, virgen y mártir, la cual, después
de haber sufrido muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores,
para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego
antes que ceder en su fe.
Vida de Santa Apolonia de
Alejandría
Sucedió en tiempos
del emperador Felipe que es una época suave en la práctica de la fe cristiana.
El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la
persecución de Decio.
Sale a la calle un
poeta con aires de profeta de males futuros; practicaba la magia, según se
dice; va por las vías y plazas alejandrinas publicando, como agorero de males,
las catástrofes y calamidades que van a sobrevenir a la ciudad si no se
extermina de ella a los cristianos. No se sabe qué cosas dieron motivo para
predecir esos tiempos aciagos, pero la verborrea produjo su efecto. El obispo
Dionisio Alejandrino es el que relata el comienzo de la persecución. Tomaron
violentamente al anciano Metro, sin respetar sus canas; le exigen blasfemias
contra Jesucristo, se desalientan con su firmeza y acaban moliéndolo a palos y
lapidándolo a las afueras de la ciudad. Luego van a por la matrona Cointa que
es atada, arrastrada y también muerta a pedradas. Ahora la ciudad parece en
estado de guerra; han crecido los tumultos; la gente va loca asaltando las
casas donde puede haber cristianos. Se multiplican los incendios, los saqueos y
la destrucción.
En Alejandría vive
una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres; en los
tiempos de su juventud decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su
vida entera a Jesús. Se llama Apolonia y ya es entrada en años; los que la
conocen saben mucho de sus obras de caridad, de su sólida virtud y de su retiro
en oración; incluso presta ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se
estila en la antigüedad. Las hordas incontroladas la secuestran y pretenden
obligarla a blasfemar contra Jesucristo. Como nada sale de su boca, con una
piedra le destrozan los dientes. Después la llevan fuera de la ciudad
amenazándola con arrojarla a una hoguera, si no apostata. Pide un tiempo para
reflexionar. Se abisma en oración. Luego, ella misma es la que, con desprecio a
la vida que sin Dios no vale, con paso decidido, pasa ante sus asombrados
verdugos y entra en las llamas donde murió.
Los cristianos
recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de sus despojos. Los dientes
fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias.
Su representación
iconográfica posterior la presenta sufriendo martirio de manos de un sayón que
tiene una gran piedra en la mano para impartir el golpe que le destrozó la
boca. Por eso es abogada contra los males de dientes y muelas.
También a nosotros
nos asombra la decisión de santa Apolonia por parecerse a al suicidio. Algún
magnánimo escritor habla de que «eso sólo es lícito hacerlo bajo una
inspiración de Dios». Desde luego es susceptible de más de una glosa. Sólo que
los santos, tan extremosamente llenos de Dios, adoptan en ocasiones actitudes
inverosímiles y desconcertantes bajo el aguijón del Amor y ¡quién sabe si esas
son «locuras» sólo para quien no tiene tanto amor! Al fin y al cabo, cada santo
es el misterio de responder sin cuento a Dios.
(Fuente:
archimadrid.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario