6 – DE
FEBRERO – LUNES –
5ª
SEMANA DEL T. O. – A
San Pablo Miki y compañeros
Comienzo del libro del Génesis
(1,1-19):
Al principio
creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla
cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre
la faz de las aguas.
Dijo Dios:
«Exista la luz».
Y la luz existió.
Vio Dios que la luz era buena. Y separó
Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó
«noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
primero.
Y dijo Dios:
«Exista un firmamento entre las aguas,
que separe aguas de aguas».
E hizo Dios el firmamento y separó las
aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así
fue. Llamó Dios al firmamento «cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Dijo Dios:
«Júntense las aguas de debajo del cielo
en un solo sitio, y que aparezca lo seco».
Y así fue. Llamó Dios a lo seco
«tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar». Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
«Cúbrase la tierra de verdor, de hierba
verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su
especie y que lleven semilla sobre la tierra».
Y así fue. La tierra brotó hierba verde
que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban
semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
tercero.
Dijo Dios:
«Existan lumbreras en el firmamento del
cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y
los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre
la tierra».
Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras
grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la
noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar
la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla. Y
vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Palabra de Dios
Salmo:103, 12a.56.10.12.24.
35c
R/. Goce el Señor con sus obras
Bendice, alma
mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R/.
Asentaste la
tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. R/.
De los
manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R/.
Cuántas son
tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (6,53-56):
En aquel
tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y
atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda
la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los
enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban
a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla
de su manto; y los que lo tocaban se curaban.
Palabra del Señor
1. Se ha puesto en duda el
valor histórico de los "sumarios" de la actividad de Jesús. Como este
de hoy y otros que se encuentran en el evangelio de Mateo (4, 23-24; 9, 35).
Estos sumarios, más que un hecho histórico, lo que nos vienen a decir es dónde
y en qué se centraba la actividad de Jesús. El hecho es que -si estos sumarios
reflejan lo que sucedió en la vida pública de Jesús- sabemos que el Jesús
auténtico (no el imaginado por los creyentes piadosos o los incrédulos
vulgares) no se comportó como un clérigo, ni como un curandero, sino como un
hombre que centró su vida en la lucha contra el sufrimiento humano.
2. Concretando más, lo que
este sumario viene a decir, como otros semejantes (Mt 4, 23-24; 9, 35), son dos
cosas:
1) Jesús tenía un atractivo, casi
irresistible, para cuantos padecían enfermedades, se veían atormentados en la
vida o eran perseguidos.
2) Jesús contagiaba salud, vida,
curación, bienestar.
La pregunta que, por eso mismo,
se nos plantea es esta: - ¿puedo yo hacer en la vida lo que hizo Jesús?
Es evidente que está al alcance de todos
vivir de tal manera y relacionarse con los demás de tal forma, que a todos les
ayudemos a sentirse mejor, a sufrir menos, a ser más dichosos y tener más esperanza.
3. Con frecuencia pensamos o decimos: - ¿el mal que hay en el mundo depende de mí? - ¿Lo puedo yo remediar? Los "pensadores" de todos los tiempos se han preguntado por el origen del mal. Y se han quebrado la cabeza intentando averiguar si Dios, que (según los creyentes) es el origen del mundo, es el responsable del mal que hay en el mundo.
El hecho es que nos preguntamos demasiado por el origen del mal. Pero no nos preguntamos con la misma insistencia por la solución del mal. Cuando, en realidad, esto es lo importante. Y esto depende, en gran medida, de cada uno de nosotros.
Mi forma de vida, mis deseos y ambiciones,
mi forma de tratar a las personas con las que convivo, lo que hago (o dejo de
hacer) para que haya más justicia, más igualdad, más
solidaridad. Esto es lo que de verdad tenemos que leer en el
Evangelio.
San Pablo Miki y compañeros
Memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires, en Nagasaki, en
Japón.
Vida de San Pablo Miki y compañeros
Pablo Miki nació en Japón el año 1566 de una familia pudiente; fue educado
por los jesuitas en Azuchi y Takatsuki. Entró en la Compañía de Jesús y predicó
el evangelio entre sus conciudadanos con gran fruto.
Al recrudecer la persecución contra los católicos, decidió continuar su
ministerio y fue apresado junto con otros. En su camino al martirio, él y sus
compañeros cristianos fueron forzados a caminar 600 millas para servir de
escarmiento a la población. Ellos iban cantando el Te Deum. Les hicieron sufrir
mucho. Finalmente llegaron a Nagasaki y, mientras perdonaba a sus verdugos, fue
crucificado el día 5 de febrero de 1597. Desde la cruz predicó su último
sermón.
Junto a él sufrieron glorioso martirio el
escolar Juan Soan (de Gotó) y el hermano Santiago Kisai, de la Compañía de
Jesús, y otros 23 religiosos y seglares.
Todos ellos fueron canonizados por Pío IX en 1862.
Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o
religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes
de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados,
duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los
adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su
alegría por haber merecido morir como murió Cristo. Sus nombres son: Juan de
Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista
Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la
Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García,
Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León
Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo
Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás,
Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm
Sakakibara y Francisco Adaucto, neófitos.
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