18 – DE
FEBRERO – SABADO –
6ª
SEMANA DEL T. O. – A
Lectura de la carta a
los Hebreos (11,1-7):
HERMANOS:
La fe es fundamento de lo que se
espera, y garantía de lo que no se ve.
Por ella son recordados los antiguos.
Por la fe sabemos que el universo fue
configurado por la palabra de Dios, de manera que lo visible procede de lo
invisible.
Por la fe, Abel ofreció a Dios un
sacrificio mejor que Caín; por ella, Dios mismo, al recibir sus dones, lo
acreditó como justo; por ella sigue hablando después de muerto.
Por la fe fue arrebatado Henoc, sin
pasar por la muerte; no lo encontraron, porque Dios lo había arrebatado; en
efecto, antes de ser arrebatado se le acreditó que había complacido a Dios, y
sin fe es imposible complacerlo, pues el que se acerca a Dios debe creer que
existe y que recompensa a quienes lo buscan.
Por la fe, advertido Noé de lo que
aún no se veía, tomó precauciones y construyó un arca para salvar a su familia;
por ella condenó al mundo y heredó la justicia que viene de la fe.
Palabra de
Dios
Salmo: 144,2-3.4-5.10-11
R/. Bendeciré tu
nombre; Señor, por siempre
V/. Día
tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
V/. Una
generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.
V/. Que
todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (9,2-13):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con
ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos
se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero
del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces
Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro,
¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.»
Estaban
asustados, y no sabía lo que decía.
Se
formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo
amado; escuchadlo.»
De
pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando
bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
«No
contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de
entre los muertos.»
Esto
se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de
entre los muertos».
Le
preguntaron:
«¿Por
qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?»
Les
contestó él:
«Elías
vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo
del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?
Os
digo que Elías ya ha venido, y han hecho con él lo que han querido, como estaba
escrito.»
Palabra del Señor
1.- En
el camino de la vida, hay momentos de oscuridad y tiempos de luz. En el camino
del seguimiento de Jesús, hay momentos de confusión y tiempos de ser
confortado.
Hoy
la Palabra nos habla de un momento de luz de los discípulos. A partir de su
camino con el Maestro, desde la luz de la Pascua, los más cercanos descubren su
verdadera identidad:
Jesús
es el Profeta, que, siguiendo la tradición de Moisés y Elías, viene a traer la
Palabra definitiva del Padre. Jesús es el Hijo amado de Dios, en quien el Padre
nos la ha dado todo. Él es el Camino que nos lleva a Dios, la Verdad más
auténtica sobre la existencia y el mundo, la Vida que nos abre horizontes
insospechados, que se prolongan incluso más allá de la muerte. El Agua que
sacia toda sed. La Luz que ilumina toda oscuridad. El Pan que alimenta en todo
cansancio. La Palabra que da sentido… incluso a la cruz.
2.- Al
contemplarle, todo cobra un nuevo sentido. A veces, nos gustaría quedarnos ahí,
haciendo tres tiendas… Aunque, como a Pedro, también a nosotros nos invita a
bajar de la montaña, al valle donde está la vida de cada día, para vivir desde
esa luz y con ese horizonte que hemos recibido de su Persona.
3.- En
medio de tus luces y tus sombras, en la mitad del camino de tu vida, también Jesús
quiere mostrar su ser Hijo y Hermano para, mostrándote la meta, hacer más fácil
el recorrido. Que tú también puedas experimentar, como aquellos primeros
discípulos, la fuerza que da saberse amado y enviado.
San Eladio
En Toledo, en Hispania, san Eladio, que, después de haber dirigido los
asuntos públicos en el palacio real, fue abad del monasterio de Agali y,
elevado después al obispado de Toledo, se distinguió por los ejemplos de
caridad.
VIDA
Arzobispo importante por su cometido entre los visigodos toledanos de su
tiempo. Tuvo el buen gusto de admitir al diaconado a san Ildefonso que le
sucedería también en la sede arzobispal de Toledo. Pasó dieciocho años al
servicio de los cristianos como sucesor de los Apóstoles, desde que murió
Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y construyó también el templo de
santa Leocadia.
Su padre llevó antes que él su nombre y ocupaba un cargo importante en la
Corte. En familia de buenos cristianos nació Eladio, en Toledo, pasando la
segunda mitad del siglo VI. Llega a sobresalir tanto en el cuidado de los
negocios y tan merecedor es de confianza que el rey lo nombra administrador de
sus finanzas ¡un antecedente de los ministros de Hacienda de hoy!
No se le sube a la cabeza de mala manera el honor, ni las riquezas, ni el
poder que su cargo conlleva. No, no se dejó deslumbrar por la grandeza. Desde
siempre era conocida su devoción y la fidelidad a las prácticas de vida
cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque vestía secular, vivía como un
monje». Y no le faltaba razón, porque frecuentaba el retiro monacal del
monasterio Agaliense próximo a Toledo y algo se le pegaría.
Entre los afanes de las cuentas, recaudaciones, ajustes y distribución de
dineros le llega la hora de la vocación a cosas más altas. Hay un cambio de
negocio y quien lo propone es el Señor. Con voluntad desprendida deja bienes,
afanes terrenos, comodidades, familia y mucho honor. Tomado hábito, a la muerte
del abad, los monjes le eligen para esa su misión.
Después viene otra muerte, porque así vamos pasando los hombres. Se resiste
Eladio a aceptar la distinción de arzobispo, pero la silla toledana necesita un
sucesor después de la muerte de Aurasio. Los años no son obstáculo para
reformar el estamento eclesiástico, mejorar el estado secular y cuidar el culto
divino. Como obispo no puede olvidar a los más necesitados en lo material
porque sin caridad no hay cristianismo creíble; y es en este punto donde su
discípulo y sucesor Ildefonso escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía
Eladio eran tan copiosas que era como si entendiese que de su estómago estaban
asidos como miembros los necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas»;
este era un motivo más para cuidar la austeridad de su mesa arzobispal, debía
ser frugal en la comida para no defraudar a los pobres.
Aún tuvo más entresijos su vida; negoció delicadamente con Sisebuto la ardua
cuestión que planteaba la convivencia diaria entre las comunidades de judíos y
cristianos que era fuente permanente de conflictos religiosos y de desorden
social.
Murió el 18 de febrero del año 632.
Fuente: Archidiócesis de Madrid
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