17 DE AGOSTO
– JUEVES –
19 –
SEMANA DE T.O. – A
San Eusebio papa
Lectura del libro de Josué
(3,7-10a.11.13-17):
En aquellos días, el Señor dijo a Josué:
«Hoy
empezaré a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo como
estuve con Moisés. Tú ordena a los sacerdotes portadores del arca de la alianza
que cuando lleguen a la orilla se detengan en el Jordán.»
Josué
dijo a los israelitas: «Acercaos aquí a escuchar
las palabras del Señor, vuestro Dios. Así conoceréis que
un Dios vivo está en medio de vosotros, y que va a expulsar ante vosotros a los
cananeos. Mirad, el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra va a pasar
el Jordán delante de vosotros. Y cuando los pies de los sacerdotes que llevan
el arca de la alianza del Dueño de toda la tierra pisen el Jordán, la corriente
del Jordán se cortará: el agua que viene de arriba se detendrá formando un
embalse.»
Cuando
la gente levantó el campamento para pasar el Jordán, los sacerdotes que
llevaban el arca de la alianza caminaron delante de la gente. Y, al llegar al
Jordán, en cuanto mojaron los pies en el agua –el Jordán va hasta los bordes
todo el tiempo de la siega–, el agua que venía de arriba se detuvo, creció
formando un embalse que llegaba muy lejos, hasta Adam, un pueblo cerca de
Sartán, y el agua que bajaba al mar del desierto, al mar Muerto, se cortó del
todo. La gente pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la
alianza del Señor estaban quietos en el cauce seco, firmes en medio del Jordán,
mientras Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que acabaron de pasar
todos
Palabra de Dios
Salmo: 113A,1-2.3-4.5-6
R/. Aleluya
Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de
Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su
santuario,
Israel fue su
dominio. R/.
El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se
echó atrás;
los montes
saltaron como carneros;
las colinas,
como corderos. R/.
¿Qué te pasa, mar, que huyes,
a ti, Jordán,
que te echas atrás?
¿Y a
vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que
saltáis como corderos? R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1):
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y
preguntó a Jesús:
«Señor,
si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete
veces?»
Jesús
le contesta:
«No
te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y
a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso
ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron
uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó
que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que
pagara así.
El
empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
"Ten
paciencia conmigo, y te lo pagaré todo."
El
señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero,
al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien
denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
"Págame
lo que me debes."
El
compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
"Ten
paciencia conmigo, y te lo pagaré."
Pero
él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus
compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su
señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
"¡Siervo
malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú
también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y
el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo
mismo hará con vosotros m¡ Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón
a su hermano.»
Cuando
acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al
otro lado del Jordán.
Palabra del Señor
1. Esta
parábola confirma que, efectivamente, el texto inmediatamente anterior, el de
la liturgia de ayer, se refiere con seguridad al problema del perdón de los
pecados, las ofensas que nos hacemos unos a otros.
Es
importante recordar que, en el Nuevo Testamento, los diez mandamientos se reducen
a siete.
Lo
mismo Jesús (Mt 19, 18-19 par) que Pablo (Rom 13, 9) reducen los textos de Ex
20, 13-17 y Deut 5, 17-21 a los mandamientos que se refieren a
las relaciones con los demás y no mencionan los tres primeros, que se
refieren a la relación con Dios.
2. La
parábola es una exageración que da miedo. El término
"myrior("miles") es en griego el número máximo. Como
"tálanton" ("talentos") era la unidad monetaria máxima
(W. G. Thompson; cf. Clemente de Alejandría, Paed. 2, 10).
O sea, lo que
el rey le perdonó al primer deudor fue una cantidad máxima, que más no podía
ser. Por eso, aquellos números "conmocionarían a los oyentes".
Era una
cantidad que no se podía pagar y que indicaba, no solo "dinero", sino
también "pecado" (U. Luz).
El
contraste entre el primer deudor y el segundo es tan enorme, que basta pensar
en que "un talento" equivalía a "6.000 denarios".
3. Esto
supuesto, lo que más impresiona en la parábola es cómo los mortales somos de
tal manera que tenemos una sensibilidad exagerada a la hora de valorar el daño
que le hacen a cada uno, al tiempo que ni nos damos cuenta de las barbaridades
que, tantas veces, uno mismo les hace a los demás.
Tenemos dos varas de medir: la propia es
enormemente grande; la que aplicamos a los demás es ridículamente pequeña y, a
veces, ni siquiera existe.
4. Esta
doble medida, y las conductas tan perversas que desencadena, son la ruina de la
convivencia, de la justicia entre las personas, las instituciones y los
pueblos. Y, por tanto, esto es lo que más nos aleja de Dios, sin que ni
siquiera nos demos cuenta de lo que nos pasa.
Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san
Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador
Majencio a esa isla, donde dejó la patria terrena para merecer la patria
celestial. Trasladado su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de
Calixto (310).
Fue el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde
abril de 309 hasta agosto de 309.
Eusebio nació en Grecia y era hijo de un
médico. Fue elegido para suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró
apenas unos meses. El pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el
problema del trato que debía darse a los que habían apostatado durante la
persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al
Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de los que habían apostatado y
quería ser admitido nuevamente en la comunión de la Iglesia sin penitencia
alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien
fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que la disputa se prolongó
hasta el pontificado de nuestro santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos
en la Iglesia de Roma.
A lo que parece, los "lapsos"
o apóstatas intentaron introducirse por la fuerza en las reuniones de los
fieles. El tumulto fue tan grande, que el emperador Majencio desterró a San
Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde
murió poco después.
Como el destierro fue una consecuencia de la
firmeza con que exigió el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le
veneró como mártir en una época. San Dámaso le da también el título de mártir.
Fue enterrado en la catacumba de Calixto
I en Roma.
Más tarde su cuerpo fue trasladado en San
Sebastián Extramuros.
Sucesor del Papa San Marcelo I, su
pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró
sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de agosto de 309 ó 310.
Sabemos algunos detalles de su carrera de un
epitafio en su tumba, que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este
epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos
fragmentos del original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para
sustituir el original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi
en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.
De
este epitafio surge que las graves disensiones internas causadas en la Iglesia
Romana por la readmisión de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de
Diocleciano, y que habían surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el
papado de Eusebio. Ese último mantenía la actitud de la Iglesia Romana,
adoptada después de la persecución de Decio (250-251), que los apóstatas no
debían ser excluidos por siempre de la comunión eclesiástica, sino por otro
lado, debían ser readmitidos sólo después de haber hecho una adecuada
penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).
Una facción de cristianos en Roma bajo el
liderazgo de un tal Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha
determinado si Heraclio y sus seguidores propugnaban una interpretación de la
ley más rigurosa (novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es
por mucho más probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un
partido compuesto por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata
restauración al cuerpo de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes
el conflicto que sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es
probable que Heraclio y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto
divino, lo cual resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En
consecuencia, ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador
Maxentio. Eusebio, en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy
pronto.
El Papa San Melquíades ascendió a la Silla
Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma,
probablemente en 311, y el 26 de septiembre (según el "Depositio
Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue colocado en un cubículo separado
de la catacumba de San Calixto.
Su firme defensa de la disciplina
eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera venerado
como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con dicho
título.
Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic
Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.
No hay comentarios:
Publicar un comentario