viernes, 11 de agosto de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 - DE AGOSTO – LUNES – 19 – SEMANA DEL T. O. – C – San Maximiliano María Kolbe

 

 


14 - DE AGOSTO – LUNES –

 19 – SEMANA DEL T. O. – C –

San Maximiliano María Kolbe

 

      Lectura del libro del Deuteronomio (10,12-22):

 

Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien. Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo cuanto la habita; con todo, sólo de vuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos, como sucede hoy.

Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz; que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible; no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido.

 Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te pegarás a él, en su nombre jurarás. Él será tu alabanza, él será tu Dios, pues él hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto. Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 147,12-13.14-15.19-20

 

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

Ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz. R/.

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):

 

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús:

«Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.»

Ellos se pusieron muy tristes.

Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron:

«¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»

Contestó:

«Sí.»

Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:

«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»

Contestó:

«A los extraños.»

Jesús le dijo:

«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

 

Palabra del Señor

 

1.  En estos tiempos, en los que con tanta frecuencia nos enteramos de noticias relativas a quienes defraudan a la Hacienda Pública, este evangelio tiene una sorprendente actualidad: al segundo anuncio de la pasión (Mt 17, 22-23), se añade, a renglón seguido, el tema del pago de los impuestos. Lo que enseguida salta a la vista, es que Jesús, ni estaba exento de pagar impuestos, ni quería estarlo. Jesús quiso, para él y para sus seguidores, que fueran ciudadanos normales, sin ninguna clase de privilegios. Eso, por lo menos, es lo que está fuera de duda, a la vista de este relato. Y sabemos que Jesús daba limosna a los pobres (Jn 12, 5-6; 13, 29).

Pero, si era necesario, se deja robar por el fisco, con tal de no portarse como un ciudadano que gozaba de privilegios fiscales.

 

2.  El impuesto, por el que le preguntan a Pedro, no era el impuesto civil, que se paga al Estado. En vida de Jesús, ese impuesto de "las dos dracmas"  (didrachma) era el impuesto religioso que los judíos pagaban al Templo (Josefo, Filón).

Pero, después del año 70 (cuando se redactó este evangelio), al no existir el destruido Templo de Jerusalén, se sabe que los judíos, por decisión del emperador Vespasiano, tenían que pagar el impuesto religioso al templo de Júpiter capitolino (Josefo, Dión Casio).  Este impuesto tenía un significado punitivo, que indicaba la superioridad del Imperio sancionada por Júpiter (W. Carter).

La respuesta de Pedro, a la pregunta que le hacen sobre el impuesto, apunta claramente a que Jesús pagaba el impuesto del Templo de Jerusalén.  Y también indica que los cristianos de los años posteriores al 70 también pagaban el impuesto al templo de Júpiter. 

 

3.  ¿Por qué los cristianos pagaban este impuesto que obligaba a los judíos?

No es fácil encontrar una respuesta indiscutible. Y sabemos que sobre este asunto hay múltiples opiniones entre los estudiosos de los evangelios.  

La explicación que ofrece el texto de Mateo sobre quiénes pagaban el impuesto y quienes no, admite explicaciones muy diversas. Lo único cierto que sabemos es que ni Jesús ni los primeros cristianos aceptaron privilegios fiscales.

Probablemente influyó, en este comportamiento, el empeño de la Iglesia naciente por integrarse en el Imperio y no dar argumentos para ser enjuiciada como una secta de subversivos rebeldes.  

En cualquier caso, lo que está fuera de duda es que ni Jesús ni los primeros cristianos toleraron privilegios económicos.  

El relato da a entender que toma este asunto como una historia pintoresca o extravagante, tal como se refleja en la historieta de la moneda en la boca del pez.


San Maximiliano María Kolbe

 


 

Sacerdote franciscano polaco que fue asesinado por los Nazis en un campo de concentración, tras entregar voluntariamente su vida a cambio de la de un padre de familia.

San Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola (Pabiance), que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria, y estando en el seminario adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia Divina para el avance de la Fe Católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.

Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con un Tiraje de 500 ejemplares en 1922, para 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que al paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen.

En 1931, luego de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario. En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y 3 años más tarde, en plena II Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción.

Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e impersonal: como un número; a San Max le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estadía en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Max escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek  Gajowniczek, polaco como San Max, casado y con hijos. San Max, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Max es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros.

Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941

En 1973 Paulo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo Segundo lo canoniza como Mártir de la Caridad.

 

(Fuente: corazones.org)

 

 

  



 


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