3 DE AGOSTO
– JUEVES –
17 –
SEMANA DE T.O. – A
Stª. LIDIA
Lectura del libro del Éxodo (40,16-21.34-38):
En aquellos
días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado. El día
uno del mes primero del segundo año fue construido el santuario.
Moisés construyó el santuario, colocó
las bases, puso los tablones con sus trancas y plantó las columnas; montó la
tienda sobre el santuario y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se
lo había ordenado a Moisés.
Colocó el documento de la alianza en el
arca, sujetó al arca los varales y la cubrió con la placa. Después la metió en
el santuario y colocó la cortina de modo que tapase el arca de la alianza; como
el Señor se lo había ordenado a Moisés.
Entonces la nube cubrió la tienda del
encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no pudo entrar en
la tienda del encuentro, porque la nube se había posado sobre ella, y la gloria
del Señor llenaba el santuario. Cuando la nube se alzaba del santuario, los
israelitas levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero, cuando la nube
no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase. De día la nube del
Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a
la vista de toda la casa de Israel.
Palabra de
Dios
Salmo: 83,3.4.5-6a.8a.11
R/. ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se
consume
y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.
Hasta el
gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.
Dichosos los
que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte. R/.
Vale más un
día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (13,47-53):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece
también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está
llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y
los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo:
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno
encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron:
«Sí.»
Él les dijo:
«Ya veis, un escriba que entiende del
reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo
nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas,
partió de allí.
Palabra del
Señor
1. En un mundo en el que no
sabemos ni lo que nos pasa, ni a dónde vamos tiene que existir un juicio que
haga justicia. Nos resistimos a aceptar que, las víctimas tengan, en
definitiva, el mismo destino que los verdugos. Este, mundo -si Dios es Dios- no
puede ser un mundo tan injusto y tan desquiciado. A no ser que nos resignemos a
tener que aceptar que este mundo es inevitablemente injusto, de forma que en él
siempre habrá vencedores y vencidos.
- ¿Es que el mundo y la vida tienen que
ser así, sin más remedio?
2. Como primera respuesta a este enorme problema, sería necesario decir que, antes de quejarnos de que Dios no viene a condenar a los malos, tendríamos que recapacitar sobre la siguiente cuestión: hemos construido y desarrollado el "poder" de los que mandan, pero no hemos construido y desarrollado paralelamente la "justicia".
El poder del capital se ha globalizado.
Lo que no se ha globalizado ha sido la justicia, ni un tribunal penal
internacional que haga justicia en el mundo.
Nos quejamos de que Dios no hace
justicia.
- ¿Por qué no tomamos en serio nuestra responsabilidad de exigir a las
instituciones de ámbito mundial que se proteja a los débiles y se castigue a
los canallas?
No pidamos a Dios que arregle lo que
nosotros tendríamos que arreglar.
3. Pero también es cierto que la
justicia humana tiene sus límites. De forma que existen zonas de la intimidad
de la vida que se escapan a toda justicia de los hombres.
He aquí el motivo que nos lleva a pensar
que o este mundo y esta vida carecen de sentido o tiene que existir una
instancia superior y última, que haga justicia de tantas atrocidades que se
cometen en esta tierra.
Otra cosa es determinar cómo se hará esa
justicia.
Los creyentes sabemos que Dios es justo,
pero ignoramos cómo ejerce su justicia. Eso se sitúa más allá del umbral de la
esperanza.
En todo caso, lo que sí conviene aclarar
es que las metáforas del "fuego" y el "rechinar de dientes"
no pasan de eso, son meras metáforas, que nunca podemos interpretar en un
sentido literal, ni es aplicable a realidad que nos trascienden y que, por
tanto, nunca podremos conocer.
Stª. LIDIA
Comerciante – S. I
Martirologio Romano:
Conmemoración de santa Lidia de Tiatira,
vendedora de púrpura, que fue la primera que creyó en el Evangelio en Filipos,
en Macedonia, cuando lo predicó el apóstol san Pablo (s. I).
Ser el primero en hacer algo es un modo
seguro de hacer que tu nombre figure en el libro de los récords. La primera
persona en dar la vuelta al globo. La primera persona en correr la milla en
menos de tres minutos. La primera persona en llegar al Polo Sur. Lidia también
fue una de las primeras. Su familia fue la primera en Europa en convertirse al
cristianismo y ser bautizada.
Lidia era una comerciante de púrpuras. Eso
podría no significar mucho para nosotros hoy en día, pero en el siglo primero
eso significaba que era una mujer muy rica. Dado que el tinte de la púrpura se
extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo una elite podía
permitirse tener telas teñidas de ese color. Una mercader que vendiera ese
tinte tan extremadamente costoso era rica, se mirase como se mirase.
La riqueza se cita a menudo como uno de los
principales obstáculos al crecimiento espiritual.
Se nos advierte que "es más fácil para
un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de
los Cielos". Eso no significa, sin embargo, que ser pobre te haga mejor
automáticamente. Una persona pobre que acumula unas pocas posesiones no es
mejor que una persona rica que acumula muchas. No hay indicaciones de que Lidia
abandonara su negocio tras convertirse al cristianismo. Pero hay muchas pruebas
de que utilizó su fortuna sabiamente.
Entendió que el valor real de la riqueza
reside en el modo en que la usas, no en cuánto tienes.
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