20 DE AGOSTO
– DOMINGO –
20 – SEMANA DE T.O. – A
San Bernardo de Claraval
Lectura del libro de Isaías (56,1.6-7):
Así
dice el Señor:
«Guardad
el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar, y se va a
revelar mi victoria.
A
los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre
del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y
perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa
de oración, aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi
casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»
Palabra de Dios
Salmo: 66,2-3.5.6.8
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos
te alaben
El
Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre
nosotros;
conozca la tierra tus
caminos,
todos los pueblos tu
salvación. R/.
Que
canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con
justicia,
riges los pueblos con
rectitud
y gobiernas las naciones
de la tierra. R/.
Oh
Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te
alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los
confines del orbe. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,13-15.29-32):
Os
digo a vosotros, los gentiles:
Mientras
sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación
en los de mi raza y salvo a alguno de ellos. Si su reprobación es
reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la
muerte a la vida? Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Vosotros,
en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis
obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión
de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios
nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,21-28):
En
aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una
mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él
no le respondió nada.
Entonces
los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela,
que viene detrás gritando.»
Él
les contestó:
«Sólo
me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró
ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él
le contestó:
«No
está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero
ella repuso:
«Tienes
razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa
de los amos.»
Jesús
le respondió:
«Mujer,
qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En
aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor
La mujer que calló a
Jesús.
A Jesús nadie era capaz de callarlo. Ni los sabihondos escribas, ni los
piadosos fariseos, por no hablar de sacerdotes y políticos. La única persona
que lo calló fue una mujer. Y encima, pagana.
El Mesías antipático y la pagana insistente
Para entender la versión que ofrece Mateo de este episodio hay que conocer
la de Marcos, que le sirve como punto de partida.
Marcos
cuenta una escena más sencilla. Jesús llega al territorio de Tiro, entra
en una casa y se queda en ella. Una mujer que tiene a su hija enferma
acude a Jesús, se postra ante él y le pide que la cure. Jesús le responde que
no está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos. Ella le
dice que tiene razón, pero que también los perritos comen de las migajas de los
niños. Y Jesús: «Por eso que has dicho, ve, que el demonio ha salido de tu
hija».
Mateo describe una escena más dramática cambiando el escenario y añadiendo
detalles nuevos, todos los que aparece en cursiva y rojo en el texto siguiente.
«En aquel tiempo,
Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de
aquellos lugares, se puso a gritarle:
― Ten compasión de mí,
Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le respondió
nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
― Atiéndela, que viene
detrás gritando.
Él les contestó:
― Sólo me han enviado
a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se
postró ante él, y le pidió:
― Señor, socórreme.
Él le contestó:
― No está bien echar a
los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
― Tienes razón, Señor;
pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
― Mujer, qué grande es
tu fe: que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó
curada su hija.
Los cambios que introduce Mateo
El encuentro no tiene lugar dentro de la casa, sino en el camino.
Esto le permite presentar a Jesús y a los discípulos andando, y la cananea
detrás de ellos.
La cananea no comienza postrándose ante Jesús, lo sigue
gritándole: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un
demonio muy malo.» Pero Jesús, que siempre muestra tanta compasión con los
enfermos y los que sufren, no le dirige ni una palabra.
La
mujer insiste tanto que los discípulos, muertos de vergüenza, le piden a Jesús
que la atienda. Y él responde secamente: «Sólo me han enviado a las ovejas
descarriadas de Israel.»
La
cananea no se da por vencida. Se adelanta, se postra ante Jesús, obligándole a
detenerse, y le pide: «Señor, socórreme».
Vienen a la mente las
palabras de Mt 6,7:
«Cuando recéis, no
seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les
harán más caso».
Esta pagana no es palabrera; pide como una
cristiana. Imposible mayor sobriedad.
Sigue
el mismo diálogo que en Marcos sobre el pan de los hijos y las migajas que
comen los perritos.
Pero el final es muy distinto. Jesús, en vez de decirle que su hija está
curada, le dice: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que
deseas.»
Estos cambios se resumen en la forma de presentar a Jesús y a la cananea.
1) A Jesús lo presenta de forma antipática: no responde una palabra a pesar
de que la mujer va gritando detrás de él; parece un nacionalista furibundo al
que le traen sin cuidado los paganos; es capaz de avergonzar a sus mismos discípulos.
2) En la mujer, acentúa su angustia y su constancia. Ella no se limita a
exponer su caso (como en Marcos), sino que intenta conmover a Jesús con su
sufrimiento: «Ten compasión de mí, Señor», «Señor, socórreme». Y lo hace de
manera insistente, obstinada, llegando a cerrarle el paso a Jesús, forzándolo a
detenerse y a escucharla.
Ni obstinación ni sabiduría, fe
Jesús podría haberle dicho: «¡Qué pesada eres! Vete ya, y que se cure tu
hija». O también: «¡Qué lista eres!» Pero lo que alaba en la mujer no es su
obstinación, ni su inteligencia, sino su fe. «¡Qué grande es tu fe!». Poco
antes, a Pedro, cuando comienza a hundirse en el lago, le ha dicho que tiene
poca fe. Poco más adelante dirá lo mismo al resto de los discípulos. En cambio,
la pagana tiene gran fe. Y esto trae a la memoria otro pagano del que ha
hablado antes Mateo: el centurión de Cafarnaúm, con una fe tan grande que
también admira a Jesús.
Con algunas mujeres no puede ni Dios
El episodio de la cananea recuerda a otro aparentemente muy distinto: las
bodas de Caná. También allí encontramos a un Jesús antipático, que responde a
su madre de mala manera cuando le pide un milagro (las palabras que le dirige siempre
se usan en la Biblia en contexto de reproche), y que busca argumentos
teológicos para no hacer nada: «Todavía no ha llegado mi hora». Sólo le
interesa respetar el plan de Dios, no hacer nada antes de que él se lo ordene o
lo permita.
En el caso de la cananea, Jesús también se refugia en la voluntad y el plan
de Dios: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Yo no puedo
hacer algo distinto de lo que me han mandado.
Sin embargo, ni a María ni a la cananea les convence este recurso al plan
de Dios. En ambos casos, el plan de Dios se contrapone a algo beneficioso para
el hombre, bien sea algo importante, como la salud de la hija, o aparentemente
secundario, como la falta de vino. Ellas están convencidas de que el verdadero
plan de Dios es el bien del ser humano, y las dos, cada una a su manera,
consiguen de Jesús lo que pretenden.
Gracias a este conocimiento del plan de Dios a nivel profundo, no
superficial, Isabel alaba a María «porque creíste» y Jesús a la cananea «por tu
gran fe».
En realidad, el título de este apartado se presta a error. Sería más correcto:
«Dios, a través de algunas mujeres, deja clara cuál es su voluntad». Pero
resulta menos llamativo.
«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Con estas palabras pretende justificar Jesús su actitud con la cananea. Si los
discípulos hubieran sido tan listos como la mujer, podrían haber puesto a Jesús
en un apuro. Bastaba hacerle dos preguntas:
1) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué
nos has traído hasta Tiro y Sidón, que llevamos ya un montón de días hartos de
subir y bajar cuestas?»
2) «Si sólo te han enviado a las ovejas descarriadas de Israel, ¿por qué curaste
al hijo del centurión de Cafarnaúm, y encima lo pusiste como modelo diciendo
que no habías encontrado en ningún israelita tanta fe?»
Como
los discípulos no preguntaron, no sabemos lo que habría respondido Jesús. Pero
en el evangelio de Mateo queda claro desde el comienzo que Jesús ha sido
enviado a todos, judíos y paganos. Por eso, los primeros que van a adorarlo de
niño son los magos de Oriente, que anticipan al centurión de Cafarnaúm, a la
cananea, y a todos nosotros.
Primera lectura y evangelio
La primera lectura ofrece un punto de contacto con el evangelio (por su
aceptación de los paganos), pero también una notable diferencia. En ella se
habla de los paganos que se entregan al Señor para servirlo, observando el
sábado y la alianza. Como premio, podrán ofrecer en el templo sus holocaustos y
sacrificios y serán acogidos en esa casa de oración. La cananea no observa el
sábado ni la alianza, no piensa ofrecer un novillo ni un cordero en acción de
gracias. Experimenta la fe en Jesús de forma misteriosa, pero con una
intensidad mayor que la que pueden expresar todas las acciones cultuales.
San Bernardo de Claraval
Nació en el año 1090 cerca de Dijon
(Francia). Recibió una piadosa educación, y en el año 1111 se unió a los monjes
del Císter; poco después, fue elegido abad del monasterio de Claraval, cargo
que desempeñó con gran provecho para sus monjes.
A causa de las divisiones que aquejaban
por entonces a la Iglesia, se vio obligado a viajar por Europa, con el objeto
de restablecer la paz y la unidad. Escribió mucho sobre teología y ascética.
Murió en el año 1153.
Fue el gran impulsor y propagador de la Orden
Cisterciense y el hombre más importante del siglo XII en Europa.
Fundador del Monasterio Cisterciense del
Claraval y de muchos otros.
Nació en Borgoña (Francia) en el año 1.090,
en el Castillo Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran los señores del Castillo y
fue educado junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza,
recibiendo una excelente formación en latín, literatura y religión.
San Bernardo es, cronológicamente, el último
de los Padres de la Iglesia, pero es uno de los que más impacto ha tenido en
ella.
Fue declarado Santo en 1173 por el Papa
Alejandro III. Posteriormente, fue declarado Doctor de la Iglesia.
Su personalidad
Bernardo tenía un extraordinario carisma de
atraer a todos para Cristo.
Amable, simpático, inteligente, bondadoso y
alegre, incluso muy apuesto, pues sabemos que su hermana Humbelina le llamaba
cariñosamente con el apelativo de "ojos grandes". Durante algún
tiempo se enfrió en su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las
amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban
vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del
mundo y de sus placeres.
La visión que cambió
su trayectoria
Una noche de Navidad, mientras celebraban las
ceremonias religiosas en el templo, se quedó dormido y le pareció ver al Niño
Jesús en Belén en brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo
para que lo amara y lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no
pensó sino en consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra
con todo lo que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos
llamado Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban Harding lo
aceptó con gran alegría.
Toda su familia ganada para Cristo.
Bernardo volvió a su familia a contar la
noticia y todos se opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar
una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia no
aceptaba de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las
ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al
convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y 30 compañeros de la Nobleza
que dejaron todo para unirse a Cristo . Dicen que cuando llamaron a Nirvardo el
hermano menor para anunciarle que se iban de religiosos, el muchacho les
respondió: "¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me
dejan aquí en la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después,
también él se hizo religioso del Cister.
Antes de entrar al monasterio, Bernardo llevó
a su finca a todos los que deseaban entrar al convento para prepararlos durante
varias semanas, entrenándolos acerca del modo de cómo debían comportarse para
ser unos fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en
el monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el
monasterio su padre. Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo
decidieron también entrar en la vida religiosa. Posteriormente llegó también su
hermana Humbelina a la gloria de los altares. Vemos en la historia la gran
influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En la historia de la Iglesia es difícil
encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción
tan grande para llevar gentes a la vida religiosa, como el que recibió
Bernardo. Las muchachas tenían terror de que su novio hablara con el santo. En
las universidades, en los pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar
de las excelencias y ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban
en numerosos grupos a que él los instruyera y los formara como religiosos.
Durante su vida fundó más de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran
santidad a muchos de sus discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y
vocaciones". Con su apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión
religiosa.
Fundador de Claraval.
En el convento del Cister demostró tales
cualidades de líder y de santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso)
fue enviado como superior a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio apartado
en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para
poder cosechar algo, y le puso el nombre de Claraval, que significa "valle
claro" ya que allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del
tal manera fervor y entusiasmo a sus religiosos de Claraval que, habiendo
comenzado con sólo 20 compañeros, a los pocos años tenía 130 religiosos. De
este convento de Claraval salieron monjes a fundar otros 63 conventos. (Trois
Fontaines, Fontenay, Foigny, etc.,).
Su Predicación.
Le llamaban "El Doctor boca de
miel" (doctor melífluo). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y
su deseo de salvar almas lo llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón
que iba a pronunciar, y luego como sus palabras iban precedidas de mucha
oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante en los oyentes.
Escuchar a San Bernardo era ya sentir un impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen
Santísima.
Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima.
Se adelantó en su tiempo a considerarla medianera de todas las gracias y
poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Nuestro Señor . A San Bernardo se le
deben las últimas palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh
dulce Virgen María"., así como la bellísima oracion del
"Acordaos" cuyo texto íntegro reproducimos en otro apartado de este
texto). Tal era su Amor a la Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre
que pasaba ante una imagen de ella con las palabras "Dios te Salve
María", la imagen un día le contestó "Dios te salve, hijo mío
Bernardo".
Los que quieren progresar en su amor a la
Madre de Dios, necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por
la claridad y el amor con que habla de ella. El pueblo vibraba de emoción
cuando le oía hablar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante:
Si se levantan las tempestades de tus
pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos
quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la
Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte
al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y
rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino.
Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al
Puerto Celestial.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy,
después de varios siglos, con verdadera satisfacción y gran provecho.
Así como también de entre sus numerosísimos
libros y textos se halla el de unas reflexiones de gran importancia llamado
"La Consideración" leído por varios Papas, entre ellos el Papa Juan
XXIII.
En él propone una serie de consejos
importantísimos para que los que están en puestos elevados, no vayan a cometer
el gravísimo error de descuidar la humildad y/o dedicarse solamente a
actividades exteriores descuidando la oración y la meditación. En una de sus
reflexiones, comenta:
"Malditas serán dichas
ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la
meditación".
Las dos ideas fundamentales que nos transmite
San Bernardo son:
La mediación universal de la Virgen
La necesidad filial de invocarla en todas las
circunstancias
Viajero infatigable
El más profundo deseo de San Bernardo era
permanecer en su convento dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo
Pontífice, los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente
que fuera a ayudarles, y él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde
quiera que pudiera ser útil. Con una salud sumamente débil (porque los primeros
años de religioso se dedicó a hacer demasiadas penitencias y se le dañó el
aparato digestivo) recorrió toda Europa poniendo la paz donde había guerras,
deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando desanimados y hasta
reuniendo ejércitos para defender la santa religión católica. Era el árbitro
aceptado por todos. Exclamaba: "A veces no me dejan tiempo durante el día
ni siquiera para dedicarme a meditar. Pero estas gentes están tan necesitadas y
sienten tanta paz cuando se les habla, que es necesario atenderlas" (ya en
las noches pasaría luego sus horas dedicado a la oración y a la meditación).
Despedida gozosa.
Después de haber llegado a ser el hombre más
famoso de Europa en su tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por
ejemplo hacer hablar a un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin
perdonar) y después de haber llenado varios países de monasterios con
religiosos fervorosos, ante la petición de sus discípulos para que pidiera a
Dios la gracia de seguir viviendo otros años más, exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a
Dios y a estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer
seguir ayudándolos. Que el Señor Dios haga lo que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le pareció que ya había sufrido
y trabajado bastante, y que se merecía el descanso eterno y el premio preparado
para los discípulos fieles, y se lo llevó a su eternidad feliz, el 20 de agosto
del año 1153. Tenía 63 años.
ANÉCDOTA
Le sucedió a San Bernardo, siendo muy joven,
cuando todavía no había entrado en la vida monástica. Bernardo era muy guapo,
de porte elegante y alto.
En cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa
con varios amigos, les sorprendió la noche, por lo que tuvieron que buscar
hospitalidad en una casa. La dueña los recibió bien, e insistió en que
Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la
noche, la mujer se presentó en la habitación con intenciones deshonestas.
Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo que se avecinaba, fingió con gran
presencia de ánimo creer que se trataba de un intento de robo, y con toda su
fuerza empezó a gritar: -¡Ladrones, ladrones! La intrusa se alejó rápidamente.
Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron
a bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo, contestó con toda
tranquilidad:
-No fue ningún sueño. El ladrón entró
indudablemente en la habitación, pero no para robarme el oro y la plata, sino
algo de mucho más valor."
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