19 DE AGOSTO
– SÁBADO –
19 –
SEMANA DE T.O. – A
San Juan Eudes
Lectura del libro de Josué
(24,14-29):
En aquellos
días, Josué continuó hablando al pueblo:
«Pues bien, temed al Señor, servidle con
toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros
padres al otro lado del río y en Egipto; y servid al Señor.
Si no os parece bien servir al Señor,
escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres
al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y
mi casa serviremos al Señor.»
El pueblo respondió:
«¡Lejos de nosotros abandonar al Señor
para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a
nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra
vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos
los pueblos por donde cruzamos.
El Señor expulsó ante nosotros a los
pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor:
¡es nuestro Dios!»
Josué dijo al pueblo:
«No podréis servir al Señor, porque es
un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros
pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra
vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.»
El pueblo respondió:
«¡No! Serviremos al Señor.»
Josué insistió:
«Sois testigos contra vosotros mismos de
que habéis elegido servir al Señor.»
Respondieron:
«¡Somos testigos!»
Josué contestó:
«Pues bien, quitad de en medio los
dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de
Israel.»
El pueblo respondió: «Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le
obedeceremos.»
Aquel día, Josué selló el pacto con el
pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén.
Escribió las cláusulas en el libro de la
ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del
santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo:
«Mirad esta piedra, que será testigo
contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será testigo
contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.»
Luego despidió al pueblo, cada cual a su
heredad.
Algún tiempo después murió Josué, hijo
de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
Palabra de Dios
Salmo: 15,1-2a.5.7-8.11
R/. Tú, Señor, eres el lote de
mi heredad
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al
Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Me enseñarás
el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (19,13-15):
En aquel
tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y
rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis a los niños
acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.»
Les impuso las manos y se marchó de
allí.
Palabra del Señor
1. Se sabe que la situación legal de los niños, en la Antigüedad, era cruel. Es verdad que, en el judaísmo, se les trataba con más cuidado y respeto. Pero, en la cultura del Imperio, el abandono de los niños (sobre todo si eran niñas) era una costumbre frecuente y arraigada. También se veía como cosa normal el hecho de vender a una niña como esclava o para que fuera prostituta (Robert C. Knapp; Jane Rowlandson).
No era extraño encontrar niños
pequeños en basureros. En nuestro tiempo, la brutal crueldad del mundo actual
contra la infancia es mayor. Porque ahora hay más niños. Desde los millones de
niños que están abocados a una muerte inevitable, pasando por los que soportan
condiciones familiares, sanitarias y económicas de auténtica esclavitud, y
acabando por los que, como consecuencia de lo dicho, quedan marcados para toda
su vida con lacras vergonzosas.
Todo esto, traducido a cifras concretas, produce escalofrío. No es de extrañar el elogio repetido de los evangelios en favor de los niños (Mt 18, 1-5; 19, 1-15; 21, 15 s).
Sin duda alguna, los niños representaron
el valor preferente de Jesús y de la Iglesia primitiva.
¿Por qué?
2. La historia de la humanidad se ha entendido siempre como "historia de la dominación". Porque la "dominación" se asocia con la "fortuna" (Polibio).
Influir en este mundo es dominar. De forma que, mediante la dominación, se alcanza lo que siempre se ha visto como lo mejor para los humanos, la fortuna, el éxito, el logro de todas las aspiraciones.
Como es lógico, este discurso es el que
mejor cuadra y el que conviene a los vencedores, a los que dominan y triunfan. Pero
quienes dicen eso no tienen en cuenta que, para que haya dominación, tiene que
haber dominados. Es decir, la dominación descansa sobre el sufrimiento y la
humillación. Los niños son los mejores representantes de quienes, a lo largo de
la historia, vienen soportando el sufrimiento y la humillación.
3. Jesús acoge a los niños. Los discípulos de Jesús les regañan. El contraste se prolonga hasta el día de hoy. El papa Francisco se identifica con los más pequeños, con la gente sin derechos, los marginados y los excluidos. Mientras que en la Iglesia hay "funcionarios" de "lo sagrado" que quieren hacer carrera y subir a rangos superiores. Por no hablar de los abusos que se cometen contra menores precisamente en colegios religiosos, parroquias, seminarios...
Delitos que se han ocultado durante demasiado
tiempo.
El Evangelio clama a cielo y pide
justicia, en nombre de las víctimas.
San Juan Eudes
San Juan
Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las
parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación
de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de
la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas.
Fomentó de una manera especial la
devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que, en Caen, de
la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor.
VIDA DE SAN JUAN EUDES
Este santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes.
Dice así: "Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres
eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar
gracias".
Nació en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601.
Sus padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de
Nuestra Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.
Ya desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la
escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le
presentó la otra mejilla.
Estudio en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por
un gran personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.
Al descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar
misiones populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a
predicar por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo
éxito. Un escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo
he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que
ninguno de ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan
Eudes".
Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la
confesión un cordero".
San Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y
llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos
sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes
recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en
los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su
sagrado ministerio. En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que
contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso de la nación.
Con los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación
de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso
bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.
En sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su
vida de pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra
vez al mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue
a varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión:
"Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se
volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se
puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El
santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra
Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta
asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que
tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a
las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.
Este santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser
sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón
de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de
la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y
por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de
María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado
Corazón.
Otro de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús".
Por eso el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la
devoción a los Sagrados Corazones".
Redactó también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes:
"El buen Confesor", y "El predicador apostólico".
Murió el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su
comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre
celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".
Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la
Iglesia de occidente en 1928.
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