lunes, 13 de mayo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 - DE MAYO – MIERCOLES – 7ª - SEMANA DE PASCUA – B – San Isidro Labrador

 

 


 15 - DE MAYO – MIERCOLES –

7ª - SEMANA DE PASCUA – B –

San Isidro Labrador

 

     Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):

 

    En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso:

    «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que, durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»

     Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.

 

Palabra de Dios

 

     Salmo: 67,29-30.33-35a.35b. 36c

     R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

 

     Oh, Dios, despliega tu poder,

tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.

      A tu templo de Jerusalén

traigan los reyes su tributo. R/.

 

     Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos, que lanza su voz, su voz poderosa: «Reconoced el poder de Dios.» R/.

 

      Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder, sobre las nubes. ¡Dios sea bendito! R/.

 

      Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

 

     En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:

       «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

 

Palabra del Señor

 

      1.  Jesús está pronunciando su oración final de despedida.  Y en ella pide para sus discípulos cuatro cosas:

         1) Que se mantengan unidos.

         2) Que tengan alegría, es decir, que sean felices.

         3) Que jamás cedan al mal en el mundo.

         4) Que se santifiquen en la verdad.

 

       Por tanto, para Jesús, lo más importante en la vida es que vivamos unidos, que seamos felices, que nunca le hagamos mal a nadie, que seamos veraces siempre.

        Es notable que, en esta oración final, Jesús no menciona nada que tenga que ver con "lo religioso", "lo sagrado", "lo trascendente". 

       Ni la teología, ni los cristianos, hemos asimilado lo que el gran teólogo que fue K. Rahner denominó el existencial sobrenatural: todo "lo humano", que vivimos en nuestra existencia, nos lleva a Dios y nos une a Dios.

 

      2.  Ser piadoso, ser devoto, ser observante de ciertos rituales o costumbres, todo eso, es relativamente fácil. Lo difícil en la vida es la honradez transparente, la bondad sin fisuras, la honestidad, el respeto, la tolerancia, todo eso que hace a una persona buena de verdad. 

       Eso es lo que, ante todo, quería Jesús para los suyos.

 

      3.  En definitiva, Jesús presenta aquí un ideal de vida que no está al alcance de lo que da de sí la condición humana.  Esta ejemplaridad es el signo de la presencia del Evangelio en el mundo. El signo, por tanto, de que lo de Jesús es verdad. Y que el Evangelio es la fuerza que puede transformar este mundo tan roto y causante de tanto sufrimiento.

 

San Isidro Labrador

 

 


Es el patrono de los agricultores y de Madrid. Agricultor madrileño que destacó por su piedad y su generosidad.

 

Vida de San Isidro Labrador

 

Le pusieron ese nombre en honor de San Isidoro, un santo muy apreciado en España. Sus padres eran unos campesinos sumamente pobres que ni siquiera pudieron enviar a su hijo a la escuela. Pero en casa le enseñaron a tener temor a ofender a Dios y gran amor de caridad hacia el prójimo y un enorme aprecio por la oración y por la Santa Misa y la Comunión.

Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia labrando las tierras, cultivando y cosechando.

Se casó con una sencilla campesina que también llegó a ser santa y ahora se llama Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover).

Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por "ausentismo" y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le aguaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo.

Los mahometanos se apoderaron de Madrid y de sus alrededores y los buenos católicos tuvieron que salir huyendo. Isidro fue uno de los inmigrantes y sufrió por un buen tiempo lo que es irse a vivir donde nadie lo conoce a uno y donde es muy difícil conseguir empleo y confianza de las gentes. Pero sabía aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: "Yo nunca te abandonaré", y confió en Dios y fue ayudado por Dios.

Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día lo invitaron a un gran almuerzo. Él se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El invitador le dijo disgustado que solamente le podía dar almuerzo a él y no para los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y sobró. Los domingos los distribuía así: un buen rato en el templo rezando, asistiendo a misa y escuchando la Palabra de Dios. Otro buen rato visitando pobres y enfermos y por la tarde saliendo a pasear por los campos con su esposa y su hijito. Pero un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.

Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y su generosidad.

En el año 1130 sintiendo que se iba a morir hizo humilde confesión de sus pecados y recomendando a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo, murió santamente. A los 43 años de haber sido sepultado en 1163 sacaron del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto. Las gentes consideraron esto como un milagro.

Poco después el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos dijeron que se moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San Isidro del templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del cementerio. Y tan pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue la fiebre y al llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la enfermedad. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa lo canonizó en el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier y San Felipe Neri.

Es patrono de los agricultores españoles, declarado así por Juan XXIII por Bula del año 1960. También es patrono de Madrid y su festividad es celebrada en gran número de pueblos españoles y de Hispanoamérica con solemnidad. En España llevan su nombre multitud de Cooperativas del campo, Hermandades de Agricultores y Ganaderos, iglesias y hasta poblaciones (por ejemplo: San Isidro, en la República

 

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