2 - DE MAYO – JUEVES –
5ª SEMANA DE PASCUA – B
San Atanasio
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (15,7-21):
EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a
los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos,
vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros
para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y
Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles
el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y
nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora
intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un
yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que
lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».
Toda la
asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los
signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme,
hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado escoger para
su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de
los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al
Señor, y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre: lo dice
el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi
parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta
escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones
ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos
antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada
sábado en las sinagogas».
Palabra de Dios
Salmo:
95,1-2a.2b-3.10
R/. Contad las
maravillas del Señor a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al
Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su
nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los
pueblos su gloria, sus maravillas a todas las
naciones. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el
orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos
rectamente». R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (15,9-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el
Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado
de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a
plenitud».
Palabra del Señor
1. Dios
(el Padre del cielo) se relaciona con los seres humanos como se relaciona con
Jesús. Se trata de un tipo de relación que no se define por el poder que exige sumisión, sino por el amor que pide estabilidad, fidelidad,
permanencia.
La imagen del
"padre", tal como se suele vivir entre humanos, es con frecuencia
ambigua. Porque tendría que ser siempre una relación de bondad y cariño, pero a menudo es una relación de imposición, amenaza y castigo.
Por no hablar
de tantos casos en los que no hay relación alguna, por causa del mutuo desinterés, incluso el rechazo, entre padre e hijo.
2. El
Padre del que habla Jesús es siempre bondad y amor, acogida y tolerancia,
respeto y ayuda incondicional. En esta serie de actitudes del Padre hacia el Hijo consisten los "mandamientos" (entolás), que no son
órdenes (y menos aún imposiciones), sino los deseos que
brotan del cariño. Cuando hay cariño entre
personas, los deseos son órdenes. Pero no pasan de ser deseos, que el amor las
traduce en hacer lo que agrada al otro.
3. Cuando
se vive así y de esa manera, la vida es fuente incesante de la mayor alegría.
No es la alegría que proviene del tener, sino la dicha del que siempre ofrece
respeto y bondad y, en respuesta, recibe lo mismo que da.
Así tendría
que ser siempre nuestra relación con los demás, sean quienes sean. Y sean como
sean.
San Atanasio
Nació en Egipto,
Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún
tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto.
Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
En su tiempo, Arrio,
clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por
naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea,
ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este
concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor
sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a
Arrio y condenó su doctrina arriana.
Pocos meses después de
terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de
Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de
la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que
recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se
mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó
tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador
Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.
Durante dos años
permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir
Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población.
Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda
vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.
Ocho años más tarde se
encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en
alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un
batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse
en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los
anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a
los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio
obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella
furia, pudo vivir en paz en su sede.
Falleció el 2 de mayo
del año 373. Escribió numerosas obras.
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