28 - DE MAYO – MARTES –
8ª – SEMANA DEL T.O. - B
San Germán de París
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pedro (1,10-16):
La salvación
fue el tema que investigaron y escrutaron los profetas, los que predecían la
gracia destinada a vosotros. El Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, les
declaraba por anticipado los sufrimientos de Cristo y la gloria que seguiría;
ellos indagaron para cuándo y para qué circunstancia lo indicaba el Espíritu.
Se les reveló que aquello de que trataban no era para su tiempo, sino para el
vuestro. Y ahora se os anuncia por medio de predicadores que os han traído el
Evangelio con la fuerza del Espíritu enviado del cielo. Son cosas que los
ángeles ansían penetrar. Por eso, estad interiormente preparados para la
acción, controlándoos bien, a la expectativa del don que os va a traer la
revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis más a los
deseos que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia. El que os llamó es
santo; como él, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta, porque
dice la Escritura: «Seréis santos, porque yo soy santo.»
Palabra de Dios
Salmo: 97,1.2-3ab.3c-4
R/. El Señor da a conocer su salvación.
Cantad al
Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a
conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines
de la tierra han contemplado la victoria
de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra
entera; gritad, vitoread, tocad. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (10,28-31):
En aquel
tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado
todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo:
«Os aseguro que quien deje casa, o
hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el
Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y
hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura,
vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»
Palabra del Señor
1. La afirmación de Pedro,
¿indica orgullo y suficiencia? Probablemente, sí. Pedro se siente satisfecho
de la orientación y el destino que le ha dado a su vida. Pero lo
notable es que Jesús no reprende, ni corrige a Pedro por esta afirmación de sus
propios méritos y de su autosuficiencia.
Jesús reprendió, según los evangelios, a
quienes se sintieron orgullosos y satisfechos por su "observancia
religiosa de normas y rituales sagrados". De ahí, las tensiones que tuvo
con los fariseos y maestros de la Ley.
Por la fidelidad al
"seguimiento", Jesús no reprende a nadie que eso sea su motivo de
satisfacción.
2. En la respuesta de
Jesús a Pedro, se reafirma la generosidad del Padre con quienes deciden vivir
como vivió Jesús. Una generosidad que no imaginamos y que
Jesús pondera y ensalza. Pero es llamativo el paralelismo que la respuesta de
Jesús establece entre el por mí y por el Evangelio y la referencia a las
persecuciones. Sin duda alguna, Jesús quiso dejar muy claro que quien organiza
su vida de acuerdo con el Evangelio, organiza su vida para tener que soportar
conflictos, dificultades, incomprensiones y
persecuciones.
3. Es evidente que
Jesús fue el primero que se dio cuenta de que su vida y su mensaje, al querer
darle otra orientación a la religiosidad de los ritos, los dogmas y las leyes,
por eso mismo —y quienes desde entonces y hasta el final de la Historia tomen
la misma decisión— tienen que contar con el conflicto de verse incomprendidos,
asediados, calumniados, perseguidos. Es el precio que hay que pagar por querer,
de verdad, arreglar este mundo, luchar contra el sufrimiento, defender a los
que sufren.
El que hace eso, indica a fondo que cree
en Jesús, que toma en serio el Evangelio, que tiene fe hasta sus últimas
consecuencias.
San Germán de París
En París, en la Galia, san Germán,
obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a
la sede de París y, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una
fructuosa cura de almas.
Vida de San Germán de París
Gran parte de su vida la conocemos por el
testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don
de milagros.
Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del
matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No
tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los
suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto
por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del
primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por
celos.
Su pariente de Lazy -con quien vive
durante 15 años- es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez.
Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de
piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en
cualidades por encima de lo común para su edad.
Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el
de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la
resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego,
Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los
arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la
casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia
de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.
Es allí donde comienza a manifestarse en
Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su
biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al
convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los
monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los
frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y,
al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio.
También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el
fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro
más -y curioso- es cuando el obispo, celoso -que de todo hay- por las cosas
buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué
motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le
abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el
apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la
libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.
El rey Childeberto usa su autoridad en el
554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo
nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el
castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola
imposición de las manos.
Como su vida fue larga, hubo ocasión de
intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue
doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a
Cariberto, rey de París -el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de
Childeberto-, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va
uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.
El buen obispo parisino murió
octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado
preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos,
estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de
la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo -y
se veneran- en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad
Guillermo, en el año 1408.
(Fuente:
archimadrid.es)
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