20 - DE MAYO – LUNES –
BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA, MADRE DE LA
IGLESIA
San Bernardino de Siena
Lectura del libro del Génesis 3,9-15. 20
Después de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«¿Dónde estás?»
Él contestó:
«Oí un ruido en
el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios
replicó:
«¿Quién te
informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te
prohibí comer?»
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera
me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios
dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?»
La mujer
respondió:
«La serpiente me
sedujo y comí».
El Señor Dios
dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú entre
todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y
comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras
en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos
los que viven.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles1,12-14
Después de que Jesús fue levantado al cielo, los apóstoles volvieron a
Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo
que se permite caminar en sábado.
Cuando llegaron, subieron a la
sala superior, donde se alojaban: Pedro, y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y
Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de
Santiago.
Todos ellos
perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la
madre de Jesús, y con sus hermanos.
Palabra de Dios.
Salmo 86:
¡Qué
pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor
prefiere las puertas de Sion a todas las
moradas de Jacob. R/
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis
fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido
allí». R/
Se dirá de Sion: «Uno por uno, todos han
nacido en ella; el Altísimo en persona la ha
fundado». R/
El Señor escribirá en el registro de los
pueblos:
«Este ha nacido allí». R/
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti». R/
Lectura del santo Evangelio según san Juan19,25-34
Junto a la cruz de Jesús estaban su
madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a
su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí
tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu
madre».
Y desde aquella
hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto,
sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura,
dijo:
«Tengo sed».
Había allí un
jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña
de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando
tomó el vinagre, dijo:
«Está cumplido».
E, inclinando la
cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos
entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los
cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían
crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le
quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó
el costado, y al punto salió sangre y agua.
Palabra del Señor.
El papa
Francisco, a través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino, ha
establecido que la memoria de la «Virgen María, Madre de la Iglesia» se celebre
cada año el lunes siguiente a Pentecostés. Según señala el Decreto, «el Sumo
Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción
puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los
religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido
que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea
inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea
celebrada cada año». «Esta celebración –continúa– nos ayudará a recordar que el
crecimiento de la vida cristiana debe fundamentarse en el misterio de la cruz,
en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico y en la Virgen oferente,
Madre del Redentor y de los redimidos».
Homilia del papa Francisco:
1. Me gustaría mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Y lo hago
recuperando una expresión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen
gentium: “Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la
Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (n.
63).
2. MARÍA VIVIÓ LA FE EN LA SENCILLEZ DE LAS MILES DE OCUPACIONES Y
PREOCUPACIONES COTIDIANAS DE CADA MADRE
Partamos desde
el primer aspecto, María como modelo de fe. ¿En qué sentido María es un modelo
para la fe de la Iglesia? Pensemos en quién fue la Virgen María: una joven
judía, que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en
aquel corazón de joven hija de Israel, había un secreto que ella misma aún no
lo sabía: en el designio del amor de Dios estaba destinada a convertirse en la
Madre del Redentor. En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama “llena de
gracia” y le revela este proyecto. María responde “sí”, y desde ese momento la
fe de María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que se
hizo carne en ella y en quien que se cumplen las promesas de toda la historia
de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella
realmente está reunido todo el camino, la vía de aquel pueblo que esperaba la
redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene
como centro a Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.
3. ¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de las miles de
ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo ofrecer los
alimentos, la ropa, la atención en el hogar… Esta misma existencia normal de la
Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación singular y un diálogo
profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El “sí” de María, ya perfecto
al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se ha
extendido abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su
Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios hecho hombre,
como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la
luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.
4. Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María,
que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a nosotros? En
tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a ella como un modelo
de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien? Pensemos en
ello, ¡tal vez nos hará bien reencontrar a María como modelo y figura de la
Iglesia por esta fe que ella tenía!
5. Llegamos al segundo aspecto: María, modelo de caridad. ¿De qué modo María
es para la Iglesia ejemplo viviente del amor? Pensemos en su disponibilidad
hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no solo le llevó ayuda
material, también eso, pero le llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre.
Llevar a Jesús en dicha casa significaba llevar la alegría, la alegría plena.
Isabel y Zacarías estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su
edad, pero es la joven María la que les lleva el gozo pleno, aquel que viene de
Jesús y del Espíritu Santo, y que se expresa en la caridad gratuita, en el
compartir, en el ayudarse, en el comprenderse.
6. Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús; y con
Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María, la
Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una
ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio; no se
ofrece a sí misma –así sea pequeña, grande, fuerte o débil- la Iglesia lleva a
Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María?
A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: ¡este el centro de la Iglesia, llevar a
Jesús! Si hipotéticamente, alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a
Jesús, ¡esta sería una Iglesia muerta! La Iglesia debe llevar la caridad de
Jesús, el amor de Jesús, la caridad de Jesús.
7. Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Con nosotros que
somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los demás? Es el amor de
Jesús que comparte, que perdona, que acompaña, ¿o es un amor aguado, como se
alarga al vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte, o débil, al punto que busca
las simpatías, que quiere una contrapartida, un amor interesado?
8. MARÍA REZABA, TRABAJABA, IBA A LA SINAGOGA… PERO CADA ACCIÓN SE REALIZABA
SIEMPRE EN PERFECTA UNIÓN CON JESÚS
Otra pregunta:
¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no le gusta, porque el amor debe ser
gratuito, como el suyo. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en
nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O
nos juzgamos, hablamos mal de los demás, cuidamos cada uno nuestro “patio
trasero”? O nos cuidamos unos a otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!
9. Y un último punto brevemente: María, modelo de unión con Cristo. La vida de
la Virgen fue la vida de una mujer de su pueblo: María rezaba, trabajaba, iba a
la sinagoga… Pero cada acción se realizaba siempre en perfecta unión con Jesús.
Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el
martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de
la humanidad. Nuestra Madre ha abrazado el dolor del Hijo y ha aceptado con Él
la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da fruto, que trae la
verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.
10. Es hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a
Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús sólo cuando algo está mal
y tenemos una necesidad? ¿O tenemos una relación constante, una profunda
amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz?
11. Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida
y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de
la Iglesia
San Bernardino de Siena
San Bernardino
de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con la palabra
y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y
difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando
infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas,
hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia.
Vida de San Bernardino de Siena
Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena, (hoy en región Toscana,
Italia), el año 1380.
Queda huérfano y es criado por una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas
de Dios. Componía altares e imitaba a los predicadores. De adolescente era se
cuidaba de hablar y actuar con pureza.
Cuando tenía 20 años hubo una gran peste en Italia que arrasó a Siena. Él y
otros jóvenes amigos suyos fueron al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que
acabó la epidemia.
A los 22 años lo dejó todo para entrar en la comunidad franciscana.
Tanto movía los corazones con su prédica que se cerraban las tiendas y hasta
las clases en la universidad para escucharle. Se convirtieron innumerables
pecadores que venían a él arrepentidos.
Entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por
toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos.
Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante
en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos
tratados de teología.
Propaga la devoción a la Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una
tablilla, mostrando la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en el medio, el
monograma IHS que el ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue
gran reformador de la Orden Franciscana.
No faltan las pruebas: El Papa Martín V lo suspende como predicador pero San
Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su situación.
Rechazó 3 episcopados, fundó más de 200 monasterios e intervino para traer
la paz entre dos bandos, los güelfos y los gibelinos.
A los 63 años se le apareció San Pedro Celestino que le avisa de su
muerte ya cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444
y seis años después es canonizado por el para Nicolás V.
Está sepultado en Aquila. Estuvo incorrupto y su ataúd sangró sin cesar
hasta que vino la paz entre los bandos que peleaban en la ciudad.
(Fuente: corazones.org)
Oración a San
Bernardino de Siena
San
Bernardino, que propagaste la devoción al santísimo nombre de Jesús, danos un
tierno amor al Redentor y obtén para nosotros la protección contra los males
respiratorios, con los cuales tú mismo fuiste probado. Te lo pedimos por los
méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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