23 - DE MAYO – JUEVES –
7ª – SEMANA DEL T.O. – B
Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
Sta. JUANA ANTIDA
Lectura del libro
de Jeremías (31, 31-34):
Ya llegan días – oráculo del Señor –
en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será
una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para
sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –
oráculo del Señor -.
Esta será la alianza que haré con
ellos después de aquellos días – oráculo del Señor –. Pondré mi ley en su
interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me
conocerán, desde el más pequeño al mayor – oráculo del Señor -, cuando perdone
su culpa y no recuerde ya sus pecados.
Palabra de Dios
Salmo: Sal 109, 1bcde. 2.3
R. Tú eres sacerdote
eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo
del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado
de tus pies». R.
Desde
Sion extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete
en la batalla a tus enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu
nacimiento entre esplendores sagrados: yo mismo te engendré, desde el seno, antes
de la aurora». R/.
Lectura de la carta
a los Hebreos 10,11-18
Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo
muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los
pecados. Pero Cristo, «después de haber ofrecido» por los pecados un único
sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el
tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo
santificados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto,
después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos
días», añade el Señor: «Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su
mente, y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas». Ahora bien, donde
hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
Lectura del santo
Evangelio según san Marcos (14, 12a. 22-25):
El primer día de los Ácimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando
la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la
acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que
es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de
la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Palabra de Dios
1. El Señor lo ha jurado y no se
arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec (Salmo
109,4).
La Epístola a los Hebreos define con
exactitud al sacerdote cuando dice que es un hombre escogido entre los hombres,
y está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para
ofrecer dones y sacrificios por los pecados (Hebreos 5,1). Por eso, el
sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, está íntimamente ligado al
Sacrificio que ofrece, pues éste es el principal acto de culto en el que se
expresa la adoración que la criatura tributa a su Creador.
En el Antiguo Testamento, los
sacrificios eran ofrendas que se hacían a Dios en reconocimiento de su
soberanía y en agradecimiento por los dones recibidos, mediante la destrucción
total o parcial de la víctima sobre un altar. Eran símbolo e imagen del auténtico
sacrificio que Jesucristo, llegada la plenitud de los tiempos, habría de
ofrecer en el Calvario.
Allí, constituido Sumo Sacerdote para
siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo como Víctima gratísima a Dios, de valor
infinito: quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar. En el Calvario,
Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la ofrenda de alabanza y acción de gracias más
grata a Dios que puede concebirse. Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo
que no puede pensarse otro mayor.
A la vez, fue una ofrenda de carácter
expiatorio y propiciatorio por nuestros pecados. Una gota de la Sangre
derramada por Cristo hubiera bastado para redimir todos los pecados de la
humanidad de todos los tiempos. En la Cruz, la petición de Cristo por sus
hermanos los hombres, fue escuchada con sumo agrado por el Padre, y ahora
continúa en el Cielo siempre vivo para interceder por nosotros (Hebreos 7,25).
"Jesucristo en verdad es
sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofrecer al Eterno Padre
los deseos y sentimientos religiosos en nombre del género humano. Igualmente,
Él es víctima, pero para nosotros, al ofrecerse a sí mismo en vez del hombre
sujeto a la culpa. Pues bien, aquello del apóstol: tened en vuestros corazones
los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo, exige a todos los
cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel
sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio, es
decir, que imiten su humildad y eleven a la Suma Majestad de Dios la adoración,
el honor, la alabanza y la acción de gracias. Exige, además, que de alguna
manera adopten la condición de víctima, abnegándose a sí mismos según los
preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la
penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados (...)"
(Pío XII. Mediator Dei). Éste es hoy nuestro propósito.
2. De la misión redentora de Cristo
Sacerdote participa toda la Iglesia y todos los fieles laicos participan de
este sacerdocio de Cristo, aunque de un modo esencialmente diferente, y no sólo
de grado, que los presbíteros. Con alma verdaderamente sacerdotal, santifican
el mundo a través de sus tareas seculares, realizadas con perfección humana, y
buscan en todo la gloria de Dios: la madre de familia sacando adelante sus
tareas del hogar, el empresario haciendo progresar la empresa y viviendo la
justicia social... Todos, reparando por los pecados que cada día se cometen en
el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus vidas y sus trabajos diarios.
Los sacerdotes -Obispos y
presbíteros- han sido llamados expresamente por Dios, "no para estar
separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno, sino para consagrarse
totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No podrían ser ministros
de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida distinta de la
terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la vida y condiciones de
los mismos" (Concilio Vaticano II).
El sacerdote ha sido entresacado de
entre los hombres para ser investido de una dignidad que causa asombro a los
mismos ángeles, y nuevamente devuelto a los hombres para servirles
especialmente en lo que mira a Dios, con una misión peculiar y única de salvación.
El sacerdote hace en muchas circunstancias las veces de Cristo en la tierra:
tiene los poderes de Cristo para perdonar los pecados, enseña el camino del
Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos a Cristo en el momento sublime
de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar consagra in persona Christi,
haciendo las veces de Cristo.
Hoy es un día para agradecer a Jesús
un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día
diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, viendo
en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre
puede desear. Nos trae la vida eterna.
Hoy es un
día en el que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén
siempre abiertos a todos y desprendidos de sí mismos.
3. El sacerdote es
instrumento de unidad. El deseo del Señor es "que todos sean uno"
(Juan 17,21). Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será desolado y
que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los sacerdotes
deben ser solícitos en conservar la unidad.
El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a
todos los sacerdotes del mundo, les exhortaba con estas palabras: "Al
celebrar la Eucaristía en tantos altares del mundo, agradecemos al eterno
Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento del Sacerdocio. Y que en esta
acción de gracias se puedan escuchar las palabras puestas por el evangelista en
boca de María con ocasión de la visita a su prima Isabel: Ha hecho en mi favor
maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1, 49). Demos también gracias a
María por el inefable don del Sacerdocio por el cual podemos servir en la
Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento despierte también nuestro celo
(...)
"Demos gracias incesantemente
por esto; con toda nuestra vida; con todo aquello de que somos capaces. Juntos
demos gracias a María, Madre de los sacerdotes.
Sta. JUANA ANTIDA
Virgen y
Fundadora
de las Hermanas
de la Caridad de Besanzón
Martirologio Romano: En Nápoles, en la Campania, santa Juana Antida Thouret, virgen, donde en
tiempo de la Revolución Francesa siguió con algunas compañeras la vida
religiosa interrumpida, y en Besanzón dio comienzo a una nueva sociedad de
Hermanas de la Caridad, dedicadas a asegurar la formación civil y cristiana de
la juventud, la atención a los niños abandonados, a los pobres y a los
enfermos, hasta que murió en el destierro, aquejada de grandes tribulaciones
(1826).
Fecha de canonización: Juana Antide Thouret fue beatificada por Pío XI el 23 de Mayo de 1926 y
canonizada el 14 de enero de 1934 por el mismo pontífice.
La
Congregación de las Hermanas de la Caridad de Besanzón tienen su origen en la
tradición Vicenciana, su fundadora había sido Hija de la Caridad. Juana Antide
Thouret nació el 17 de noviembre de 1765 en Sancey-le-Long, Francia.
A los 22
años entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl que
armoniza oración, vida comunitaria y servicio a los pobres.
Durante la
Revolución francesa, todas las Hijas de la Caridad de Francia se dispersaron,
regresando a sus lugares de origen, Juana intentó unirse a otros grupos
religiosos pero ninguno colmaba sus deseos.
Fue invitada a
volver a Beçanson a comenzar el trabajo en la diócesis. Aceptó la invitación y
el 11 de abril de 1799 comenzó una pequeña escuela y un comedor para los
pobres. También visitaba a los enfermos y abrió un comedor para los pobres.
Empezaron a conocerse como Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antide
Thouret, una comunidad internacional en la tradición vicenciana (hijas de la
caridad de San Vicente de Paúl). Esta herencia continúa hasta hoy respondiendo
a los gritos de los pobres.
Actualmente
forman la comunidad unas 4.000 Hermanas extendidas en los cinco continentes con
gran variedad de servicios a los pobres.
La vida
comunitaria, la Eucaristía, y el Misterio Pascual son elementos claves en su
vida.
En 1810 el rey
de Nápoles las llamó después de fundar varias casas en Francia, fue a Nápoles,
y allí con varias Hermanas comenzando la fundación en Italia. Juana murió en
Nápoles el 24 de agosto de 1826.
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