25 - DE MAYO – SÁBADO –
7ª – SEMANA DEL T.O. - B
San Beda el Venerable
Lectura de la carta del apóstol Santiago
(5,13-20):
¿Sufre alguno
de vosotros?
Rece.
- ¿Está alegre alguno?
Cante cánticos.
- ¿Está enfermo alguno de
vosotros?
Llame a los presbíteros de la Iglesia, y
que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor. Y la
oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido
pecado, lo perdonará.
Así, pues, confesaos los pecados unos a
otros, y rezad unos por otros, para que os curéis. Mucho puede hacer la oración
intensa del justo.
Elías, que era un hombre de la misma
condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió
sobre la tierra durante tres años y seis meses. Luego volvió a orar, y el cielo
derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.
Hermanos míos, si alguno de vosotros se
desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador
de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.
Palabra de Dios
Salmo:140,1-2.3.8
R/. Suba mi oración, Señor,
como incienso en tu presencia.
Señor, te
estoy llamando, ven deprisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso
en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. R/.
Coloca, Señor,
una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis
labios.
Señor, mis ojos están vueltos
a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (10,13-16):
En aquel
tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les
regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
«Dejad que los niños se acerquen a mí:
no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro
que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía
imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor
1. Este breve relato es
central para comprender y vivir el cristianismo. Porque, si efectivamente Jesús
marcó aquí cómo tiene que ser y aparecer la Iglesia y los seguidores del
Evangelio, entonces esto nos viene a decir que a todo este cristianismo hay que
darle la vuelta por completo. Empezando por el Vaticano.
No olvidemos que el concilio Vaticano
II, en la Constitución sobre la Iglesia (nº 5) dice que Jesús puso la
fundamentación inicial de la Iglesia "predicando la llegada del Reino de
Dios".
Por tanto, la Iglesia tiene que ser fiel
y coherente con su fundamentación original, que está en el hecho de lo que hizo
y dijo Jesús al predicar el Reino de Dios.
Si la Iglesia o los cristianos nos
salimos de aquel origen, nos salimos del camino. Nos
extraviamos.
2. - ¿Qué camino
nos marcó Jesús al anunciar el Reino de Dios?
En este relato, la cosa queda muy clara.
Al plantear la centralidad de "los niños" en el Reino de Dios, Jesús
no se refiere a la inocencia, a la pureza, a la bondad... Nada
de eso.
En la antigüedad en general, los rasgos
dominantes de la imagen del "niño" eran su debilidad, su
vulnerabilidad, su dependencia, su marginalidad social (P. Müller, Marcus
Joel).
La expresión "los niños"
indicaba a las "personas
dependientes" en general. Personas, por tanto, que generalmente
no servían de "modelo religioso".
El rabino R. Dosa b. Harla decía:
"El sueño durante la mañana, el
vino al mediodía, la conversación con niños y el sentarse en las casas las
'gentes de la tierra' sitúan a una persona fuera del mundo" (J. Marcos).
3. El desprecio de los niños
ha disminuido "teóricamente". En "la práctica", seguimos
viviendo y reproduciendo situaciones escandalosas y que claman al cielo.
Se les maltrata, se les usa y se abusa de ellos hasta el extremo de cometer
delitos muy graves.
Los "abusos de menores", de
los que nos informan los medios, y que son noticia cada día, son nada más que
la punta de iceberg de una de las taras más vergonzosas de nuestra sociedad. Y
también de nuestra
Iglesia. Y no olvidemos que un niño, del que se ha abusado (por el poder
autoritario o por la brutalidad sexual), esa pobre criatura queda marcada para
el resto de su vida. ¡NO HAY DERECHO! Hay que
poner remedio a esta barbarie.
San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el
cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su
vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó
con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la
disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus
delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir.
Vida de San Beda el Venerable
Historiador y Doctor de la Iglesia, nacido en 672 ó 673 y muerto en
735. En el último capítulo de su gran obra sobre la "Historia Eclesiástica
del Pueblo Inglés", Beda nos contó algo de su propia vida, prácticamente
todo lo que sabemos de él. Sus palabras, escritas en 731, cuando su muerte no
estaba demasiado lejos, no sólo muestran la sencillez y piedad características
del hombre, sino que arrojan luz sobre la composición de la obra por la cual se
le recuerda mejor en todo el mundo.
Escribió así:
Y es así
que, muy interesado en la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la
raza de los ingleses, yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio
de los benditos apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en
Wearmouth y Jarrow (en Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto,
cuanto he logrado recabar de documentos antiguos, de las tradiciones de los
ancianos y de mi propio conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya
mencionado, y a la edad de siete años fui dado, por el interés de mis
familiares, al reverendísimo abad benedictino Biscop, y después a Ceolfrid,
para recibir educación. Desde entonces he permanecido toda mi vida en dicho
monasterio, dedicando todas mis penas al estudio de las Escrituras, a observar
la disciplina monástica y a cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi
deleite el aprender, enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al
diaconado, a los treinta al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del
reverendísimo obispo Juan san Juan de
Beverley, y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi
admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer
breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos,
ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado
e interpretación.
Después de esto, Beda inserta una lista de Indiculus, de sus
anteriores escritos y, finalmente, termina su gran obra con las siguientes
palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que así como me habéis concedido la gracia
de tomar con deleite las palabras de vuestro conocimiento, me concedáis
misericordiosamente llegar a ti, la fuente de toda sabiduría, y permanecer para
siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda al obispo Egberto, que el
historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos durante algunos días,
alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas raras excepciones, su vida
parece haber transcurrido como una pacífica ronda de estudios y oración dentro
de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía queda manifiesto en el
conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte del santo, legada a
nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda del conocimiento no
fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían mientras él estaba
en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por las lágrimas.
"Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre su amado
maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie que
agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte (la
vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una traducción
del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la estaba
escribiendo, le dijo: "Hay todavía una oración, querido maestro, que no
está escrita." Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo que
estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda,
"…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran
placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado
puedo llamar a mi Padre." Y así, sobre el suelo de su celda, cantando
"Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló
su último aliento.
El calificativo Venerabilis parece haber sido agregado al nombre de
Beda antes de haber transcurrido los dos generaciones posteriores a su muerte.
Por supuesto, no existe una autoridad anterior que corrobore la leyenda
repetida por Fuller acerca del “monje torpe” que al componer un epitafio sobre
Beda se quedó sin palabras para completar la frase Hac sunt in fossa Bedae . .
. . ossa y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado
el espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin,
Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen
de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis
Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal
Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que
Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido
antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de
1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la
fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la
Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto
local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se
seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los eruditos ingleses y extranjeros fue
muy grande, y probablemente habría sido mayor si los monasterios del norte no
hubieran sido devastados por las invasiones Danesas menos de un siglo después
de la muerte de Beda. En innumerables formas, pero especialmente por su
moderación, amabilidad y gran visión, Beda se distingue entre sus
contemporáneos. En lo referente a erudición, indudablemente fue el hombre más
sabio de su tiempo. Una característica muy notable, observada por Plummer (I,
p. xxiii), es su sentido de propiedad literaria, una particularidad
extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba escrupulosamente en sus escritos
los pasajes que había tomado prestados de otros e incluso rogaba a los copistas
de sus obras que conservaran las referencias, una recomendación a la que ellos
pusieron muy poca atención. A pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara
repetidamente que sus estudios están subordinados a la interpretación de las
Escrituras. En su "De Schematibus" lo dice así: "Las Sagradas
Escrituras están sobre todos los demás libros, no sólo por su autoridad Divina,
o por su utilidad pues son una guía hacia la vida eterna, sino también por su
antigüedad y su forma literaria” (positione dicendi). Tal vez el mayor tributo
al genio de Beda es que con una convicción tan desprovista de compromiso y tan
sincera de que la sabiduría humana es inferior, haya podido adquirir tanta
cultura verdadera. Aunque el Latín fue para él una lengua todavía viva, y
aunque no parece haber volteado conscientemente hacia la Era de Augusto de la
Literatura Romana que preservaba modelos más puros de estilo literario que la
época de Fortunato o San Agustín, ya sea por genio natural o por el contacto
con los clásicos, Beda es extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje
y también por su lucidez y sobriedad, especialmente en temas de crítica
histórica. En todos estos aspectos presenta un marcado contraste con san
Aldhelm quien se aproxima más al tipo Celta.
Obras y Ediciones
Nunca se ha publicado una edición de las obras completas de Beda
basada en el cotejo cuidadoso de los manuscritos. El texto impreso por Giles en
1884 y reproducido por Migne (XC-XCIV) muestra pocas o ninguna mejora con
respecto a la edición básica de 1563 o la edición de Colonia de 1688. Por
supuesto, a Beda se le recuerda principalmente como historiador. Su gran obra,
"Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum" (Historia eclesiástica del
pueblo inglés), que relata el cristianismo en Inglaterra desde sus inicios
hasta la época de Beda, es la base de todos nuestros conocimientos acerca de la
historia británica –una obra maestra elogiada por los eruditos de todas las
épocas. Plummer produjo una edición de esta obra, de la "Historia
Abbatum" (Historia de los Abades) y la "Carta a Egberto", que
con toda justicia puede llamarse la versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896).
En la introducción, Plummer ilustró admirablemente la extraordinaria diligencia
de Beda para la recopilación de documentos y su uso crítico de ellos (págs.
XLIII-XLVII). La "Historia de los Abades" (de los monasterios gemelos
de Wearmouth y Jarrow), la "Carta a Egberto", las vidas en verso y
prosa de "San Cuthbert", y otras obras de menor tamaño, también
tienen gran valor por la luz que arrojan sobre el estado del cristianismo en
Northumbria en la época de Beda. La "Historia Eclesiástica" fue
traducida al anglosajón a petición del Rey Alfredo. Desde entonces se ha
reproducido con frecuencia, notablemente por T. Stapleton, quien la imprimió en
1565 en Amberes como arma controversial contra los teólogos de la Reforma en el
reino de Elizabeth. El texto en latín apareció por primera vez en Alemania en
1475. Vale la pena hacer notar que en Inglaterra no se imprimió ninguna
edición, ni siquiera la latina, antes de 1643. El texto más preciso de Smith
vio la luz en 1742.
Los tratados cronológicos de Beda "De temporibus liber" y
"De temporum ratione" (Sobre el cálculo del tiempo) también contienen
resúmenes de la historia general del mundo desde la creación hasta el 725 y el
703, respectivamente. Estas porciones históricas fueron editadas
satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta Germaniae historica"
(1898), y pueden encontrarse entre los especímenes más antiguos de este tipo de
cronología general, por lo que han sido copiados e imitados en gran medida. La
obra topográfica "De locis santis" (Sobre los lugares santos) es una
descripción de Jerusalén y los lugares santos basada en Adamnan y Arculfus. En
1898, la obra de Beda fue editada por Geyer en "Itinera
Hierosolymitana" para el "Corpus Scriptorum" de Viena. El hecho
de que Beda compiló un martirologio lo sabemos por él mismo, pero la obra que
se le atribuye en extensos manuscritos ha sido tan complementada que es muy
difícil saber exactamente que escribió.
En su propia opinión, y en la de sus contemporáneos, las obras
exegéticas de Beda fueron las más importantes, pero la lista es demasiado larga
para describirla en este documento. Entre dichas obras se encuentra un
comentario sobre el Pentateuco completo, así como sobre algunas partes
seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros de Reyes, Esdras,
Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el nuevo testamento, interpretó
a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis;
pero la autenticidad del comentario de san Mateo, impreso con su nombre, es más
que dudosa. (Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896, III, 61). Las
homilías de Beda toman la forma de comentarios sobre el evangelio. La colección
de 50 (divididas en dos libros) atribuidas a Beda por Giles (y Migne) son en su
mayoría auténticas, pero se sospecha de la autenticidad de unas cuantas. (Morin
en "Revue Bénédictine", IX, 1892, 316).
Beda menciona varios escritos didácticos en la lista que nos dejó de
sus obras. La mayoría de ellos aún se conservan y no hay razón para dudar de su
autenticidad. Sus tratados de gramática "De arte metricâ" y "De
orthographiâ" han sido editados adecuadamente en tiempos modernos por Keil
en su "Grammatici Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las obras más
grandes "De natura rerum", “De temporibus", “De temporium
ratione", alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida en ese
entonces, y especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a través
de tres textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y Giles. Más
allá de la vida métrica de san Cuthbert y algunos versos incorporados a la
"Historia Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que pueda ser
atribuida con toda certeza a Beda, pero al igual que otros eruditos de su
época, seguramente escribió una buena cantidad de versos. El mismo menciona su
"libro de himnos" compuesto con diferentes métricas o ritmos. De manera
que Alcuin dice de él: Plurima versifico cecinit quoque carmina plectro. Es
posible que el más corto de sus dos calendarios médicos impresos entre sus
obras sea genuino. El Penitencial atribuido a Beda, aunque aceptado como
genuino por Haddan, Stubbs y Wasserschleben, probablemente no sea suyo
(Plummer, I, 157).
El Venerable Beda es el testigo más antiguo de la tradición puramente
gregoriana de Inglaterra. Sus obras "Musica theoretica" y "De
arte Metricâ" (Migne, XC) son consideradas especialmente valiosas por los
eruditos que hoy en día se avocan al estudio de la forma primitiva del canto.
(Fuente: enciclopediacatolica.com
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