7 - DE MAYO – MARTES –
6ª SEMANA DE PASCUA – B
San Juan de Beverley
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,22-34):
EN aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los
magistrados ordenaron que les arrancaran y que los azotaran con varas; después
de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los
vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra
y les sujetó los pies en el cepo.
A eso de
media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los
escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los
cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se
les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la
cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos
se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo:
«No te hagas
daño alguno, que estamos todos aquí».
El carcelero
pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y
Silas; los sacó fuera y les preguntó:
«Señores,
¿qué tengo que hacer para salvarme?»
Le
contestaron:
«Cree en el
Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».
Y le
explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
A aquellas
horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se
bautizó en seguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la
mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.
Palabra de Dios
Salmo:
137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Tu
derecha me salva Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque
escuchaste las palabras de mi boca; delante de
los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu
santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el
valor en mi alma. R/.
Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna, no abandones
la obra de tus manos. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (16,5-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy
al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que,
por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os
digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a
vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando
venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una
condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al
Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está
condenado».
Palabra del Señor
1. Tuvo
que ser dolorosa la despedida de los discípulos y Jesús. Porque no cabe duda de
que, entre Jesús y los discípulos se había creado una relación profunda,
fuerte. Pero no era cuestión solo de amistad. Es que, además de la
"amistad", allí había una vinculación de "fe" y, sobre
todo, de "seguimiento" de los discípulos en relación con Jesús.
Aquellos
hombres veían en Jesús la imagen de Dios, la cercanía de Dios, la presencia de
Dios. Allí se produjo un fenómeno de unión y experiencia religiosa tan fuerte,
que aquello fue el punto de partida de un movimiento humano
espiritual que aún perdura, que se ha ido transmitiendo
de generación en generación y que sigue vivo en todos los rincones del mundo.
2. Pero, aun siendo tan fuerte
aquel vínculo de amistad y de fe, Jesús les dice que "les conviene"
que él se vaya, que él se quite de en medio. Porque, si Jesús se queda en este
mundo, eso representaría que, en esta tierra nuestra, habría (y seguiría
habiendo) un hombre genial, excelso, profético... Pero, por muy excelso que
fuera, siempre estaría localizado en un solo lugar. Mientras que, al irse
Jesús, al morir, entregó el Espíritu (Jn 19, 30) y cuando resucitó lo volvió a
entregar (Jn 20, 22).
Ahora bien,
el Espíritu nunca está limitado a un solo lugar. Todo lo contrario, el Espíritu
es una fuerza de libertad y expansión, que se derramó sobra toda carne (Hech 2,
17; cf. Joel 3, 1).
Es decir,
está y estará en todo ser mortal. Esto es más importante que la presencia
física de Jesús en esta tierra.
3. Pero
el hecho es más profundo. Y más genial.
Dios,
mediante la Encarnación, se ha "humanizado". Es decir, se
ha hecho presente en "lo humano'. Por eso, sin duda, Jesús dijo
que nos conviene su ausencia material. Porque lo que nos interesa a los mortales es su presencia de encarnación por la fuerza del
Espíritu.
- ¿Qué quiere decir esto?
Que Jesús
está presente en cada ser humano, en todo ser humano. Por eso, donde
hay humanidad, allí está Jesús: Lo que hicisteis con uno de estos, a mí me lo
hicisteis (Mt 25, 40).
A Jesús lo
tenemos con nosotros, y nos relacionamos
con él, constantemente y sin darnos cuenta de que la humanización de la
convivencia es nuestra constante divinización.
En Berveley, en
Northumbria, san Juan, obispo de Hexham, y después de York, en Inglaterra, que
unió el trabajo pastoral a la oración en soledad y, después de haber renunciado
a su cargo, transcurrió los últimos años de su vida en el monasterio que él
mismo había fundado.
Vida de San Juan de
Beverley
San Juan de Bevérley, obispo de York, 1721.
Puede ser considerado como un precursor del benedictino Pedro Ponce de León,
inventor del método de hacer hablar a los sordomudos. También él fue monje,
después de haber estudiado letras divinas y humanas en el monasterio de Whitby,
gobernado por una monja princesa, Santa Hilda. Gobernó primero la diócesis de
Hexam, de donde pasó a la de York. Cuenta de él su biógrafo que llegó a hacer
hablar a un sordomudo, enseñándole la vocalización paciente e ingeniosamente.
Murió en 721.
Monje de Whitby, Inglaterra, y después obispo
de York; en su afán de caridad, llega para sanar a un sordomudo, a descubrir un
modo de paciente vocalización. Aunque muerto el año 721, ha sido considerado
por ello como un precursor del sabio benedictino Ponce de León.
Fuente: mercaba.org
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