viernes, 31 de mayo de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE JUNIO – SÁBADO – 8ª – SEMANA DEL T.O. - B San Justino mártir

 


 

 1 - DE JUNIO – SÁBADO –

8ª – SEMANA DEL T.O. - B

San Justino mártir

 

Lectura de la carta del apóstol san Judas (17.20b-25):

Acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Continuando el edifico de nuestra santa fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando a que nuestro Señor Jesucristo, por su misericordia, os dé la vida eterna.

¿Titubean algunos? Tened compasión de ellos; a unos, salvadlos, arrancándolos del fuego; a otros, mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por la carne.

Al único Dios, nuestro salvador, que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha, gloria y majestad, dominio y poderío, por Jesucristo, nuestro Señor, desde siempre y ahora y por todos los siglos. Amén.

Palabra de Dios

 

Salmo: 2.3-4.5-6

 

R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!

      Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.

       Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/.       

 

       Lectura del santo evangelio según san Marcos (11,27-33):

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron:

«- ¿Con qué autoridad haces esto?

 - ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»

Jesús les respondió:

«Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan   - ¿era cosa de Dios o de los hombres?   

  Contestadme.»

Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres...» (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.)

Y respondieron a Jesús:

«No sabemos.»

Jesús les replicó:

«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

Palabra del Señor

 

1.  Lo primero, que llama la atención en este evangelio, es que, después de la acción violenta de Jesús al desautorizar el Templo y a quienes en él vendían animales para los sacrificios rituales, lo que les preocupaba a los sumos sacerdotes no era si Jesús tenía o no tenía razón, en la tremenda denuncia que hizo de ellos al llamarlos "bandidos". No.  Lo que a aquellos clérigos sagrados les preocupaba era el problema del poder. Es decir, si Jesús tenía o no tenía autoridad (exousía) para desautorizar de forma insultante a los sumos sacerdotes del Templo. 

Es típico de los "hombres de la religión" buscar el poder, exigir poder, interesarse por el poder. El tema de la honradez o la coherencia, por lo visto, a aquellos clérigos les interesaba menos.  O no les interesaba en absoluto.

 

2.  En la deliberación, para responder a Jesús, no les preocupa tampoco la sinceridad de por qué no aceptaron el mensaje de conversión de Juan Bautista. Lo que, a toda costa, buscan y quieren es quedar bien ante los que les oyen.

Si a la gente de Iglesia le interesa el poder, no le importa menos la "imagen" pública.  De ahí la notable hipocresía y la falta de sinceridad que se nota y hasta se palpa en gentes, por otra parte, muy religiosas.

 

3.  Los sacerdotes del Templo le "tenían miedo" al pueblo.  Los evangelios lo dicen así repetidas veces (Mc   11, 18. 32; 12, 12; Mt 14, 5; 21, 26. 46; Lc 20, 19; 22,

           2). Utilizando siempre el verbo griego phobéomai, que se deriva del término phóbos, angustia, miedo (W.  Mundle). 

Los "hombres de la religión", los hombres "sagrados", cuidan sobre todo su imagen pública. Y por eso anteponen esa imagen a cualquier otra cosa.  De ahí, la hipocresía, la falta de verdad o de sinceridad, que se advierte en tales personajes.   Jesús nunca soportó esta manera de proceder en la vida.

 

San Justino mártir

 



 

Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).

 

 

Vida de San Justino mártir

 

San Justino nació en Naplusa, la antigua Siquem, en Samaria, a comienzos del siglo Il. Si lo que él mismo nos narra tiene valor autobiográfico y no es —como pretenden algunos— mera ficción literaria, se habría dedicado desde joven a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica, peripatética, pitagórica y platónica, hasta que, insatisfecho de todas ellas, un anciano le llamó la atención sobre las Escrituras de los profetas, "los únicos que han anunciado la verdad". Esto, junto a la consideración del testimonio de los cristianos que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe, le llevó a la conversión.

Más adelante Justino pasa a Roma, donde funda una especie de escuela filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año 165.

Se conocen los títulos de una decena de obras de Justino: de ellas sólo se han conservado dos Apologías (que quizás no son sino dos partes de una misma obra), y un Diálogo con un judío, por nombre Trifón.

Tanto por la extensión de sus escritos como por su contenido, Justino es el más importante de los apologetas. Es el primero que de una manera que pudiéramos decir sistemática intenta establecer una relación entre el mensaje cristiano y el pensamiento helénicos predeterminando en gran parte, bajo este aspecto, la dirección que iba a tomar la teología posterior.

La aportación más fundamental de Justino es el intento de relacionar la teología ontológica del platonismo con la teología histórica de la tradición judaica, es decir, el Dios que los filósofos concebían como Ser supremo, absoluto y transcendente, con el Dios que en la tradición semítica aparecía como autor y realizador de un designio de salvación para el hombre.

En el esfuerzo por resolver el problema de la posibilidad de relación entre el Ser absoluto y transcendente y los seres finitos, las escuelas derivadas del platonismo habían postulado la necesidad del Logos en función de intermediario ontológico: la idea se remonta al «logos universal» de Heraclito, y viene a expresar que la inteligibilidad limitada del mundo es una expresión o participación de la inteligibilidad infinita del Ser absoluto.

Justino, reinterpretando ideas del evangelio de Juan, identifica al Logos mediador ontológico con el Hijo eterno de Dios, que recientemente se ha manifestado en Cristo, pero que había estado ya actuando desde el principio del mundo, lo mismo en la revelación de Dios a los patriarcas y profetas de Israel, que en la revelación natural por la que los filósofos y sabios del paganismo fueron alcanzando cada vez un conocimiento más aproximado de la verdad.

De esta forma Justino presenta al cristianismo como integrando, en un plan universal e histórico de salvación, lo mismo las instituciones judaicas que la filosofía y las instituciones naturales de los pueblos paganos. Así intenta resolver uno de los problemas más graves de la teología en su época: el de la relación del cristianismo con el Antiguo Testamento y con la cultura pagana. Ambas son praeparatio evangelica, estadio inicial y preparatorio de un plan salvífico, que tendrá su consumación en Cristo. 

Sin embargo, al identificar Justino al Logos con el mediador ontológico entre el Dios supremo y trascendente y el mundo finito, a la manera en que era postulado de los filósofos, introduce una concepción que inevitablemente tenderá hacia el subordinacionismo y, finalmente, hacia el arrianismo. Cuando Justino afirma que el Dios supremo no podía aparecerse con su gloria trascendente a Moisés y los profetas, sino sólo su Logos, implícitamente afirma que el Logos no participa en toda su plenitud de la gloria de Dios y que es en alguna manera inferior a Dios.

Los escritos de Justino son también importantes en cuanto nos dan a conocer las formas del culto y de la vida cristiana en su tiempo, principalmente en lo que se refiere a la celebración del bautismo y de la eucaristía.

(Fuente: mercaba.org

 

 

 

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