jueves, 11 de febrero de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 12 DE FEBRERO – VIERNES – SANTA VERÓNICA




12 DE FEBRERO – VIERNES –
SANTA VERÓNICA
SEMANA DE CENIZA

       Evangelio según san Mateo, 9, 14-15

       En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y en cambio tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos?.  Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán”.

       1.   En este breve episodio, lo que queda claro es que los discípulos de Jesús no ayunaban.  Sin duda alguna, aquellos discípulos no practicaban el ritual del ayuno porque eso es lo que habían visto en Jesús.  Y seguramente así se lo había recomendado el mismo Jesús.  Esto es lo más seguro que se puede deducir de este texto, tal
como quedó recogido en el evangelio de Mateo.

       2.   También se debe destacar la relación que Jesús establece entre el ayuno y el entierro. Como la relación opuesta entre el propio Jesús y la boda.  De donde resulta una enseñanza obvia: mientras que los ritos religiosos evocan la muerte, la presencia de Jesús nos orienta hacia la vida, incluso hacia lo más gozoso de la vida, una
fiesta de boda, con lo que supone de alegría, abundancia de comida y bebida, el enamoramiento y el disfrute que conlleva la entrega mutua de los seres humanos.

       3.   Es verdad que los cristianos ayunaron desde los primeros años del siglo segundo, como consta por la Didaché (8, 1; cf. BilI. II, 242 s).  Pero este texto no permite desarrollar una teología del ayuno (U. Luz).  Fueron sobre todo los monjes, a partir del. s. III, quienes prestigiaron el ayuno en la ascética como ideal de santidad cristiana (Atanasio, Vita Ant. 46, 2).  En todo caso, la Iglesia siempre ha recordado la dura crítica que Isaías III hace del ayuno.  Y sobre todo tendría que practicar la propuesta que nos hace el Señor: “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los
cepos: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que esta desnudo y no cerrarte a tu propia carne” (Is 58, 6-7).

SANTA VERÓNICA

Santa Verónica es la mujer que
compadeciéndose de ver a Jesús camino del Calvario en la vía dolorosa, movida a compasión le secó la sangre del rostro con un lienzo, en el que quedó marcada la cara de Cristo como si hubiese sido impresa. Diversos hallazgos y tradiciones dieron vida a este episodio, y relevancia a la mujer que tuvo tan generoso y arriesgado gesto con Jesús. El simple hecho de ponerse del lado de un condenado a la pena más ignominiosa, acompañado de la multitud que le insultaba y le escupía, era ya un gesto muy valiente. Si añadimos que Jesús iba custodiado por soldados romanos en un país sometido, cuya reacción era imprevisible, la acción de Verónica resplandece todavía más. No nos dejó el Evangelio más datos de ella. Fue la tradición la que dotó a la santa de una bella historia.
El nombre de Verónica pasó a denominar, además de la santa, el lienzo en el que imprimió el rostro del Señor. Lienzo que ha sido siempre considerado como una de las más preciosas reliquias. La leyenda, que tuvo su momento de esplendor en la Edad Media (como la del Santo Grial), tiene múltiples versiones. Según una de ellas, el emperador Tiberio padecía una enfermedad y sabiendo que la Verónica tenía el lienzo con el rostro de Cristo, acudió a ella y al mostrárselo ésta, quedando la imagen del Salvador ante Tiberio, éste quedó sano de inmediato. Según otras leyendas, es Vespasiano el que está enfermo y se cura gracias al santo lienzo. Y otras leyendas, finalmente, hacen intervenir al evangelista Lucas, el pintor, quien no consiguiendo representar la imagen de Cristo, tiene que acabar copiándola del lienzo de la Verónica. La que se considera la auténtica efigie de la Verónica se custodia en el Sancta Sanctorum de la basílica de Letrán, en Roma. Los pintores más famosos han recreado tanto la escena en que la Verónica limpia el rostro de Jesús, como el lienzo llamado de La Santa Faz.
Tanto si miramos hacia la antigüedad clásica, como si miramos hacia el cielo o si miramos hacia la Verónica del Evangelio, damos de cara con el esplendor de un nombre que encierra nobleza, generosidad, valentía y renombre. 



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