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DE FEBRERO – LUNES
San
HILARIO, papa
3ª
SEMANA DE CUARESMA
Evangelio según san Lucas 4, 24-30
Vino Jesús a Nazaret y dijo al pueblo en la sinagoga:
“Os
aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en
Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo
tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país, sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta en el
territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta
Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán el sirio”.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron
furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del
monte en donde se alzaba su pueblo con intención de despeñarlo. Pero Jesús se
abrió paso entre ellos y se alejaba.
1. En el “mundo desbocado”
(A. Giddens) en que vivimos, el desorden y el desconcierto que padecemos se
deben, en gran medida, a la creciente facilidad de comunicación, de transporte
y el consiguiente trasiego de gentes que se relacionan y viajan por el mundo entero.
Esto, que es un progreso, entraña también un peligro. Cada día nos comunicamos
con más gente. Pero la comunicación es también cada día más superficial. Lo que
lleva consigo, entre otras cosas, el peligro de la “xenofobia”. Esta palabra como
es sabido, proviene de dos términos griegos: xénos, “extranjero” Y phóbos,
“miedo”. La xenofobia consiste, por tanto, en el rechazo,
miedo e incluso el
enfrentamiento con el extraño, el que pertenece a otro país, otro pueblos a
otra cultura, a otra religión. De ahí que la xenofobia está en la raíz de
muchas divisiones, contiendas, guerras y, en general1 dificultades para la
buena convivencia entre los seres humanos.
2. Con frecuencia, los
animales tienden a marcar su propio territorio. Y abundan las especies en las
que esa marca se hace mediante los propios excrementos. El territorio en el que
el más fuerte (un macho, normalmente) ejerce su dominio. Por eso la
intolerancia ante el extraño es fruto del miedo a que otro domine lo que presuntamente
me pertenece a mí y a los míos. Este sentimiento —por lo que se ha dicho antes—
se ha extendido por casi todo el mundo. De ahí, la xenofobia ante los
inmigrantes, los que hablan otras lenguas, los que tienen otras costumbres,
otra creencias, etcétera.
3. La conducta de Jesús
con los extranjeros fue ejemplar. En el juicio definitivo, el rechazo del
extranjero será motivo de perdición. (Mt 25, 35. 41). Por eso Jesús mostró una
predilección especial por los samaritanos (Lc 10, 33; 17, 11-12; Jn 4, 4ss), hasta
el extremo de ser insultado él mismo con el apelativo de “samaritano” (Jn 8,
48). Por eso no es de
extrañar que siguieran a Jesús gentes de países extranjeros (Mt 4, 24-25). Todo
esto es lo que explica el enfrentamiento de Jesús con los vecinos de Nazaret. Y
el cuidado que hemos de tener para ser siempre acogedores, educados, comprensivos,
tolerantes y serviciales con los extranjeros.
San HILARIO, papa
Su nombre latino es ordinariamente Hilarus, a veces Hilarius,
Natural de Cerdeña. Siendo diácono de Roma fue enviado en 449 por el papa San
León I al concilio [Latrocinio] de Éfeso en calidad de legado pontificio. Aquí
se negó a firmar la deposición de San Flaviano, patriarca de Constantinopla.
Temiendo las iras de sus adversarios, Hilario partió ocultamente, llevando
consigo la apelación que Flaviano dirigía a San León, texto hallado en 1882 por
Amelli en la Biblioteca Capitular de Novara. Ya en Italia, el enviado
pontificio escribió a la emperatriz Pulqueria, informándole de lo ocurrido.
Todavía diácono, despliega otra actividad muy distinta, de carácter litúrgico:
encarga a un tal Victorio de Aquitania la composición de un Ciclo Pascual,
donde se intenta fijar la verdadera fecha de la Pascua, punto sobre el que aún
no estaban de acuerdo griegos y latinos. El mismo Hilario estudió previamente
la cuestión; pero, para informarse de los escritos de aquéllos, se valió de
traducciones latinas, pues, según parece, conocía bien poco el griego. Por lo
demás, el cómputo de Victorio fue ley en la Galia hasta el siglo VIII.
Hilario sucedió a San León en la Sede de San Pedro a fines de
461. Durante sus siete años de pontificado no ocurrieron acontecimientos de
gran importancia para la Iglesia universal. El mérito del Santo consiste
principalmente en la firme defensa de los derechos de la Iglesia en materia de
disciplina y jurisdicción. Ya al año escaso de su consagración, como Pastor
Supremo, tuvo que dirigirse a Leoncio, arzobispo de Arles, pidiendo informes
sobre la usurpación del episcopado narbonense, llevada a cabo por Hermes: el
Papa se extraña de que, siendo el asunto de la incumbencia de Leoncio, éste no
le haya escrito antes sobre el conflicto. Poco después, presente "numeroso
concurso de obispos" reúne en Roma un concilio donde, por bien de la paz,
se consiente dejar a Hermes en la sede narbonense, pero, para prevenir futuros
abusos, se le priva del derecho de ordenar obispos, derecho que pasa a
Constancio, prelado de Uzés. La resolución conciliar fue enviada el 3 de
diciembre, año 462, a los obispos de la Galia meridional en una carta donde
también se prescribe que, convocados por Leoncio, se reúnan cada año, a ser
posible, todos los titulares de las provincias eclesiásticas a quienes se
dirige el documento, o sea de Viena, Lyon, dos de Narbona y la Alpina: en tales
asambleas se han de examinar costumbres y ordenaciones de obispos y
eclesiásticos; si ocurren causas más importantes que no puedan
"terminar", consulten a Roma.
Así mismo tuvo que atender Hilario al asunto del arzobispo de
Viena, Mamerto, que había consagrado ilegalmente a Marcelo como obispo de Díe.
El Papa, manteniendo los principios legales y renunciando a imponer penas
(supuesta la sumisión del acusado), remite la cuestión a Leoncio, a quien
pertenecía en este caso el derecho de consagrar.
Abusos semejantes, cometidos en España, fueron considerados en
un concilio de 48 obispos que congregó el Papa en Santa María la Mayor (nov.
del 465). En la carta referente a este sínodo, enviaba a los prelados de la
provincia de Tarragona, que previamente habían consultado a Hilario, manda el
Pontífice, entre otras cosas: 1.º Sin consentimiento del metropolitano
tarraconense, Ascanio, no sea consagrado ningún obispo. 2.º Ningún prelado,
dejando su propia iglesia, pase a otra. 3.º En cuanto a Ireneo, sea separado de
la iglesia de Barcelona y retorne a la suya. 4.º A los obispos ya ordenados,
los confirma el Papa, con tal que no tengan las irregularidades señaladas en el
concilio.
Otro mérito
de San Hilario fue el haber impedido la propaganda herética en Roma al
macedoniano Filoteo, y esto a pesar del apoyo que encontró el hereje en el
nuevo emperador de Occidente, Antemio.
Tal rectitud de Hilario en lo tocante a la disciplina y a la fe,
brota de lo que podríamos llamar norma de su vida y su gobierno: "En pro de
la universal concordia de los sacerdotes del Señor, procuraré que nadie se
atreva a buscar su propio interés, sino que todos se esfuercen en promover la
causa de Cristo" (epist. Dilectioni meae, a Leoncio, ed.
Thiel, 1,139).
En cuanto a lo referente a la piedad personal y fomento del
culto, señalemos que Hilario edificó, entre otros, dos oratorios en la basílica
constantiniana de Letrán: el de San Juan Bautista y el de San Juan Evangelista.
Otro, dedicado a la Santa Cruz, con ocho capillas, se alzaba al noroeste de
aquél. El Papa profesaba especial devoción al santo Evangelista, pues a él
atribuía el haberse salvado de los peligros que corrió en el Latrocinio de
Éfeso: en señal de gratitud hizo grabar a la entrada del oratorio la siguiente
inscripción: "A su libertador, el Beato Juan Evangelista, Hilario obispo,
siervo de Dios". A este mismo Papa atribuye el Liber Pontificalis la
construcción de un servicio de altar completo, destinado a las misas
estacionales: un cáliz de oro para el Papa; 25 cálices de plata para los
sacerdotes titulares que celebraban con él; 25 grandes vasos para recibir las
oblaciones de vino presentadas por los fieles y 50 cálices ministeriales para
distribuir la comunión. El servicio se depositaba en la iglesia de Letrán o en
Santa María la Mayor, y el día de estación se transportaban los vasos sagrados
a la iglesia donde iba a celebrarse la asamblea litúrgica. También levantó
Hilario un monasterio dedicado a San Lorenzo, y cerca de él una casa de campo,
probablemente residencia o "villa" papal con dos bibliotecas.
Murió el Santo el 9 de febrero de 468. Fue enterrado en San
Lorenzo extra muros. Largo tiempo se celebró su aniversario el 10
de septiembre, conforme a ciertos manuscritos jeronimianos; pero ya desde la
edición de 1922 del Martirologio Romano, se trasladó su memoria al 28 de
febrero.
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