20 de Febrero
- SÁBADO –
San León, obispo
1ª - Semana
de Cuaresma – C
Evangelio según san Mateo
5,43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a
tu enemigo”. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a
los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en
el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos
e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y
si saludáis solo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial
es perfecto”.
1. Se puede realmente
amar a un enemigo? ¿No es eso contradictorio con los instintos más básicos del
ser humano? Aquí es determinante
establecer una distinción elemental que nos ayude a precisar lo que el
Evangelio quiere decir. El amor se puede entender como emoción o sentimiento. Y
se puede entender también como conducta. Los seres humanos, por lo general, no
podemos controlar nuestros sentimientos. Pero sí podemos controlar nuestras
conductas. Cuando Jesús dijo lo que relata este evangelio, estaba hablando a
israelitas, que podían entender estas recomendaciones de Jesús a partir de lo
que se dice en Lev 19, 18 y Ex 23, 4 s.
2. Esto nos viene a decir que el centro del
mensaje de Jesús no es una “doctrina” dogmática, ni es un “ritual” religioso,
sino que es una “ética”. Es decir, lo
original y especifico del cristianismo no está ni en las creencias religiosas,
ni en las observancias de la religiosidad (oficial o popular). Lo que distingue a los “hijos del Padre-Dios
es la conducta que supera el mal, el odio, la enemistad.
3. Si se puede (y se
debe) decir que esta enseñanza de Jesús es siempre importante, en tiempos de
crisis económica lo es indeciblemente más. Concretamente, en la crisis que estamos
todavía soportando, se ha producido el fenómeno espantoso del enriquecimiento
fulminante de unos pocos ricos a costa del empobrecimiento de la clase media y
de las clases trabajadoras. Es la consecuencia de un sistema económico que produce,
no solo este desastre, sino incluso la destrucción de las energías de la Tierra
del equilibrio ecológico y del tejido social. ¿Tiene esto solución? La tiene. Pero tal solución solo puede
provenir de energías capaces de producir y fomentar “convicciones” que nos
hagan ver a los humanos que el sentido de la vida no va por el camino que nos
marca la llamada “civilización”, que nos ha arrastrado al desastre en que vivimos.
El proyecto de vida, que nos marca el
Evangelio, nos indica esas convicciones.
San León, obispo
Vida de San León IX papa
Los
condes de Alsacia tuvieron un hijo en el año 1002 y le pusieron de nombre
Bruno. Estudia en la escuela episcopal -probablemente el único modo de estudiar
algo en su época- de Toul. La familia atribuye a san Benito la curación de una
enfermedad grave que sufrió. Como son gente bien relacionada, no les fue
difícil obtener para Bruno del pariente emperador alemán, Conrado II, un
importante y alto cargo eclesiástico. Por esta época, sobresale en su bondad y
comienzan a llamarle "el buen Bruno".
El año 1026
es obispo de Toul, desde que muere el anterior obispo, Hermann. Aceptó por ser
Toul una iglesia pobre. Y desde ese hecho, se manifiesta en él un celo
infatigable. Su empeño es llevar a cabo la reforma en la Iglesia que ya
comenzaron los cluniacenses. Para ello, convoca sínodos, mantiene buenas
relaciones con los obispos vecinos, fomenta los estudios eclesiásticos, cuida
esmeradamente el trato con las Órdenes religiosas y prima las iniciativas
reformistas de Cluny.
No es de
extrañar que fuera elegido para Sumo Pontífice. Era el año 1048; se había
puesto fin al terrible cisma, pero ni el papa Clemente VIII (1046-1047) ni su
sucesor Dámaso II (1047-1048) tuvieron tiempo de iniciarla. Papa electo, con el
visto bueno de Enrique III en la Dieta de Worms, toma el nombre de León IX y
comienza su mandato con el punto de mira fijo en la reforma.
Supo
rodearse de los promotores más significativos: Hugo de Cluny -alma del
movimiento cluniacense-, Halinard -arzobispo de Lyon- y san Pedro Damiano.
También la Curia romana nota la tendencia reformista cuando hace llamar a
Hildebrando para nombrarlo Archidiácono y hacerlo Secretario pontificio.
En el 1049
despliega una actividad incesante por amor a Dios y a su Iglesia. Lo primero es
un solemne sínodo cuaresmal en Roma y la petición de secundar la iniciativa con
otros sínodos en las demás provincias. También ese año lo conoce como papa
peregrino por Italia, Alemania y Francia. Ha de llevar a la Iglesia el
convencimiento de que es el papa quien gobierna en ella. No lo tuvo fácil en el
concilio de Reims por las continuas dificultades que ponía Enrique I, rey de
Francia; pero estaba decidido a luchar por suprimir los abusos fundamentales
existentes, aplicando remedios eficaces contra la simonía, la usurpación por
los laicos de los cargos eclesiásticos y el disfrute de los bienes de la
Iglesia por los nobles a los que debían favores los emperadores y reyes; era
urgente corregir de modo definitivo el concubinato de los eclesiásticos y poner
punto final al desprecio de las sagradas leyes del matrimonio. Luego, en el
otro concilio del mismo año, en Maguncia, se renovaron las proclamaciones de
Reims. Fue el principio de todo un resurgimiento de lo espiritual y
disciplinar.
No supo o no
pudo ser tan afortunado en asuntos temporales. Con los normandos lo pasó mal;
perdió la guerra de junio del año 1053 y llegó a ser su prisionero; tuvo que
cederles territorios para lograr la libertad que disfrutó poco tiempo por
sobrevenirle la muerte en el mes de abril del 1054.
Tampoco con
las iglesias Orientales hubo acierto. Durante su pontificado se maduró y
culminó la separación definitiva de estas Iglesias de la Iglesia de Roma; el
Patriarca Miguel Cerulario se dejó abandonado a la ambición de verse convertido
en Cabeza de la Iglesia Griega y consumó la separación tres meses después de la
muerte de León IX, tornando infelices las conversaciones con los legados
enviados por Roma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario