17 de febrero
- MIÉRCOLES –
Los Siete Santos fundadores servitas
1ª - Semana
de Cuaresma – C
Evangelio según san Lucas 11,29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba
alrededor de Jesús y él se puso a decirles: “Esta generación es una generación
perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.
Como Jonás fue un signo para los hombres de Nínive, lo mismo será el Hijo del
Hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta
generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella
vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y
aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los
hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se
convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.
1. Los verdaderos profetas de todos los tiempos han tenido enemigos.
Porque el profeta es siempre una persona incómoda, molesta, inquietante. Pero
ocurre que los enemigos de los profetas, al no tener razones verdaderas y de
peso, para oponerse al profeta, lo que hacen es echar mano del insulto y la
mentira, para desprestigiar al hombre o la mujer que les resulta molesto y
hasta insoportable. El Evangelio es, en resumen, la historia del enfrentamiento
de gentes malvadas (“esta generación”) (Lc 11, 29; Mt 12, 39) con el profeta
definitivo, que fue Jesús. De ahí, la cantidad de improperios, mentiras y
amenazas que Jesús tuvo que soportar. Hasta el final de sus días.
2. ¿Cómo reacciona Jesús ante sus adversarios? No se calla. Pero su
respuesta no es contestar a la ofensa con otra ofensa. Téngase en cuenta que
las expresiones “generación malvada, apóstata o adúltera” provienen de la
literatura apocalíptica judía (Hen 93, 9; Ha 2, 6 s; Jub 23, 16 ss). Lo que hace pensar que probablemente se trata
de expresiones que introdujo el redactor, no afirmaciones que hizo Jesús. Nunca es bueno ofender al que me ofende. Ni
mentir al que me miente. Eso no resuelve nada. Y lo que hace es rebajarme a mí
a la altura de un malvado, de un apóstata o de un adúltero.
3. Entonces, ¿que respondió Jesús a quienes se
le enfrentaban? Les puso dos ejemplos de personajes admirados: Jonás y Salomón.
Y les dijo: ¿queréis una señal divina? Pues aquí la tenéis. ¿Dónde? ¿En qué? En
lo que estáis viendo y oyendo: la forma de vida que llevó Jesús. Eso era más
elocuente que todo lo que hizo Jonás y más prodigioso que toda la grandeza del
rey Salomón, O sea, lo más grande es vivir como vivió Jesús.
Los Siete Santos fundadores servitas
Los siete santos fundadores
(año 1233)
(año 1233)
Eran
siete amigos, comerciantes de la ciudad de Florencia, Italia.
Sus nombres:
Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan.
Pertenecían
a una asociación de devotos de la Virgen María, que había en Florencia, y poco
a poco fueron convenciéndose de que debían abandonar lo mundano y dedicarse a
la vida de santidad. Vendieron sus bienes, repartieron el dinero a los pobres y
se fueron al Monte Senario a rezar y a hacer penitencia. La idea de irse a la
montaña a santificarse, les llegó el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la
Stma. Virgen, y la pusieron en práctica el 8 de septiembre, día del nacimiento
de Nuestra Señora. Ellos se habían propuesto propagar la devoción a la Madre de
Dios y confiarle a Ella todos sus planes y sus angustias. A tan buena Madre le
encomendaron que les ayudara a convertirse de sus miserias espirituales y que
bendijera misericordiosamente sus buenos propósitos. Y dispusieron llamarse
"Siervos de María" o "Servitas".
En el monte
Senario se dedicaban a hacer muchas penitencias y mucha oración, pero un día recibieron
la visita del Sr. Cardenal delegado del Sumo Pontífice, el cual les recomendó
que no se debilitaran demasiado con penitencias excesivas, y que más bien se
dedicaran a estudiar y se hicieran ordenar sacerdotes y se pusieran a predicar
y a propagar el evangelio. Así lo hicieron, y todos se ordenaron de sacerdotes,
menos Alejo, el menor de ellos, que por humildad quiso permanecer siempre como
simple hermano, y fue el último de todos en morir.
Un Viernes
Santo recibieron de la Stma. Virgen María la inspiración de adoptar como
Reglamento de su Asociación la Regla escrita por San Agustín, que por ser muy
llena de bondad y de comprensión, servía para que se pudieran adaptar a ella
los nuevos aspirantes que quisieran entrar en su comunidad. Así lo hicieron, y
pronto esta asociación religiosa se extendió de tal manera que llegó a tener
cien conventos, y sus religiosos iban por ciudades y pueblos y campos
evangelizando y enseñando a muchos con su palabra y su buen ejemplo, el camino
de la santidad. Su especialidad era una gran devoción a la Santísima Virgen, la
cual les conseguía maravillosos favores de Dios.
El más
anciano de ellos fue nombrado superior, y gobernó la comunidad por 16 años.
Después renunció por su ancianidad y pasó sus últimos años dedicado a la
oración y a la penitencia. Una mañana, mientras rezaba los salmos, acompañado
de su secretario que era San Felipe Benicio, el santo anciano recostó su cabeza
sobre el corazón del discípulo y quedó muerto plácidamente. Lo reemplazó como
superior otro de los Fundadores, Juan, el cual murió pocos años después, un
viernes, mientras predicaba a sus discípulos acerca de la Pasión del Señor.
Estaba leyendo aquellas palabras de San Lucas: "Y Jesús, lanzando un
fuerte grito, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Lc. 23,
46). El Padre Juan al decir estas palabras cerró el evangelio, inclinó su
cabeza y quedó muerto muy santamente.
Lo reemplazó
el tercero en edad, el cual, después de gobernar con mucho entusiasmo a la
comunidad y de hacerla extender por diversas regiones, murió con fama de santo.
El cuarto,
que era Bartolomé, llevó una vida de tan angelical pureza que al morir se
sintió todo el convento lleno de un agradabilísimo perfume, y varios religiosos
vieron que de la habitación del difunto salía una luz brillante y subía al
cielo.
De los
fundadores, Hugo y Gerardino, mantuvieron toda la vida entre sí una grande y
santísima amistad. Juntos se prepararon para el sacerdocio y mutuamente se
animaban y corregían. Después tuvieron que separarse para irse cada uno a
lejanas regiones a predicar. Cuando ya eran muy ancianos fueron llamados al
Monte Senario para una reunión general de todos los superiores. Llegaron muy
fatigados por su vejez y por el largo viaje. Aquella tarde charlaron
emocionados recordando sus antiguos y bellos tiempos de juventud, y
agradeciendo a Dios los inmensos beneficios que les había concedido durante
toda su vida. Rendidos de cansancio se fueron a acostar cada uno a su celda, y
en esa noche el superior, San Felipe Benicio, vio en sueños que la Virgen María
venía a la tierra a llevarse dos blanquísimas azucenas para el cielo. Al
levantarse por la mañana supo la noticia de que los dos inseparables amigos
habían amanecido muertos, y se dio cuenta de que Nuestra Señora había venido a
llevarse a estar juntos en el Paraíso Eterno a aquellos dos que tanto la habían
amado a Ella en la tierra y que en tan santa amistad habían permanecido por
años y años, amándose como dos buenísimos hermanos.
El último en
morir fue el hermano Alejo, que llegó hasta la edad de 110 años. De él dijo uno
que lo conoció: "Cuando yo llegué a la Comunidad, solamente vivía uno de
los Siete Santos Fundadores, el hermano Alejo, y de sus labios oímos la
historia de todos ellos. La vida del hermano Alejo era tan santa que servía a
todos de buen ejemplo y demostraba como debieron ser de santos los otros seis
compañeros". El hermano Alejo murió el 17 de febrero del año 1310.
Que estos
Santos Fundadores nos animen a aumentar nuestra devoción a la Virgen Santísima
y a no cansarnos nunca de propagar la devoción a la Madre de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario