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DE FEBRERO – SÁBADO –
San Benigno, mártir
SEMANA
DE CENIZA
Evangelio según san Lucas, 5, 27-32
En aquel tiempo, al salir, Jesús vio a un recaudador llamado Leví
sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: “Sígueme”.
Él,
dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví
ofreció en su honor un gran banquete en su casa. Los fariseos y los letrados dijeron a sus
discípulos, criticándolo:
“¿Cómo
es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?”.
Jesús
les replicó:
“No
necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se
conviertan”.
1. Se comprende el
alcance y el valor de este relato cuando se sabe que el valor supremo, que
constituía la aspiración mayor de todo ciudadano en las sociedades mediterráneas
del s. 1, era el honor, la dignidad y la consiguiente estima social (B. J.Malina).
Por otra parte, este supremo valor se expresaba y se cuidaba
sobre todo en el acto social más valorado entonces, el simposio o “banquete” (D. E. Smith). De ahí el
cuidado que se ponía en escoger debidamente a las personas que eran invitadas a
recostarse en torno a la mesa para compartir la comida.
2. Todo esto explica la
importancia que se les daba a las comidas, incluso el puesto que cada comensal
ocupaba en las mismas (Lc 14, 7-14). Y de ahí, la significación que tiene el hecho
de que Jesús tuviera por costumbre comer con publicanos, pecadores y gentes de
baja condición social (Lc 15, 1-2). Por
eso escandalizaba tanto a los grupos más religiosos (fariseos, maestros de la
ley...) que Jesús y sus seguidores comieran con tales gentes. Más que una conducta de orden trascendente,
aquello era un escándalo que amenazaba el status social y la seguridad que la
religión aportaba a la sociedad en general.
3. Por supuesto, Jesús
mostró con este comportamiento, hacia los individuos y grupos peor calificados
en aquel tiempo, no solo su misericordia y la bondad del Padre del Cielo, sino
además dejó claro que él no estaba de acuerdo con las religiones antiguas que
“normalmente gravitaban hacia las clases dominantes y los representantes del
poder” (W.
Burkert).
El cristianismo, a partir del Jesús que nos presentan los
evangelios, echó por el camino opuesto. Por eso es seguro que, durante los
siglos II y III, el
cristianismo era en gran parte... un ejército de desheredados” (A.D. Nock, E. R. Dodds). Pero precisamente mientras la Iglesia de aquellos
tiempos se mantuvo así, tuvo un poder de transformación sobre los pueblos y
sociedades de la antigüedad, que luego se fue perdiendo, a medida que el
cristianismo fue teniendo más poder y se fue alejando, no solo de los publicanos
y pecadores, sino sobre todo del Evangelio.
San Benigno, mártir
Hoy recordamos a San
Benigno. Su vida transcurre en torno al siglo III. Varón de probadas virtudes,
se convierte en un celoso propagador de la Fe, cuyo objetivo prioritario es la
difusión del Reino en medio del mundo. Esto hace que el Obispo Ponciano reconozca
en él un verdadero hombre de Dios. Poco después fue ordenado sacerdote,
colaborando con Ponciano en el gobierno de la grey encomendada.
Por entonces la
persecución de Maximiano y Diocleciano contra los cristianos se agrava, aunque
esta situación hace reafirmarse más en el ejercicio de su apostolado a Benigno,
que desgasta la vida asistiendo a los cristianos que sufren y dando de comer a
todos los necesitados. Incluso logró de Dios la gracia de estar cerca de los
que iban a ser martirizados, confortándoles en la adversidad y en la prueba.
Lleno del Espíritu Santo, predica la conversión con la idea de atraer a la
Verdad a los adoradores de los ídolos, luchando contra corriente. De esta forma
comienza a explicar que las divinidades romanas son falsas, poniendo en
entredicho el culto que se les tributaba. De esta forma invita a descubrir al
Señor Jesús, el Único al que deben servir. Todo esto hace que le arresten y le
obliguen a apostatar de sus creencias. Ante su negativa, le aplican diversidad
de suplicios y castigos, decretando que sea decapitado, sentencia que cumplirán
en el año 303.
Iconografía: Se le representa con los vestidos
litúrgicos que el sacerdote lleva en la Misa y con la palma del martirio.
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