27 de Marzo
Domingo de Pascua de la
Resurrección del Señor: Misa del día.
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro
tomó la palabra y dijo:
- «Vosotros conocéis lo
que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que
predicó Juan. Me refiero a Jesús de
Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el
bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo
la tierra de los judíos y en Jerusalén.
A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le
concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos
designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su
resurrección de entre los muertos. Nos
encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha
constituido juez de vivos y muertos. De
él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben,
por su nombre, el perdón de los pecados».
SALMO RESPONSORIAL 117, 1-2. l6ab-17.
22-23
R./ Éste es el día en
que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
·
Dad gracias
al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de
Israel: eterna es su misericordia. R.
·
«La diestra
del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
·
La piedra
que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo
ha hecho, ha sido un milagro patente. R.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos: Si habéis
resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está
sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la
tierra. Porque habéis muerto, y vuestra
vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, gloriosos, juntamente con él.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la
Víctima propicia de la Pascua. Cordero
sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva
alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la
Vida, triunfante se levanta. «¿Qué has
visto de camino, María, en la mañana?» «A
mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y
mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi
esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la
gloria de la Pascua». Primicia de los
muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y
da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Lectura del santo Evangelio según
san Juan 20, 1-9
El primer día de la
semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba
oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro
y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
- «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el
otro discípulo camino del sepulcro. Los
dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y
llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no
entró. Llegó también Simón Pedro detrás
de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le
habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio
aparte. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la
Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Una elección extraña
Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha
resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más
frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.
Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene
como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los
tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón
Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio
de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.
El primer día de la semana, María
Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa
quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el
otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
― Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo
camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más
que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las
vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él
y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le
habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un
sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían
entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
María reacciona de forma
precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir
que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa
por la cabeza.
Simón Pedro actúa como un inspector de
policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa
corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en
cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna
conclusión.
El discípulo amado también
corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo
mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.
El
evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus
enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección
de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o
dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).
¿Por qué
espera el discípulo amado a Pedro?
Es
frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado
(sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que
corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar
separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición
religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual
que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea,
inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo
sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de
respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse
unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.
Las otras dos
lecturas: beneficios y compromisos.
A
diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y
Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy
distintas, hay algo que las une:
a) las
dos mencionan los beneficios de
la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la
gloria futura (Colosenses);
b) las
dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar
testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba,
donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
….Nos encargó
predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de
vivos y muertos. …..que los que creen
en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes
de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra,
entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.