31 DE MARZO - JUEVES
OCTAVA DE PASCUA
Evangelio
según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había
pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban
hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
“Paz
a vosotros”.
Llenos
de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él
les dijo:
“¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.
Palpadme y daos cuenta de que un
fantasma no tiene carne y hueso, como veis que tengo”.
Dicho
esto, les mostró las manos y los pies; y como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo:
“¿tenéis
ahí algo que comer?”
Ellos
le ofrecieron un trozo de pez asado. Él
lo tomó y comió delante de ellos.
Y
les dijo.
“Esto
es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley
de Moisés y los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse”.
Entonces
les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
“Así
estaba escrito: el Mesías padecerá resucitará de entre los muertos al tercer día,
y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos
los pueblos, empezando por Jerusalén. Vosotros
sois testigos de esto”.
1. Hay
que decirlo con claridad y sin miedo. Los catecismos tradicionales y las
teologías trasnochadas, en las que se basan las catequesis y las enseñanzas de
religión cristiana, han deformado la mentalidad a muchos cristianos. Porque les han hecho ver en el Evangelio al
Hijo de Dios de tal manera, que Jesús deja de ser un hombre y se convierte en
un “dios disfrazado” de hombre. Algo así
debían pensar aquellos discípulos cuando vieron al Resucitado y se pensaban ver
un “fantasma”. De ahí, el miedo que
sintieron aquellos discípulos. Era el
“miedo reverencial” ante “lo numinoso”, “lo santo” (R. Otto). Aquello fue la deformación de la imagen de
Jesús. Aquel grupo de personas no veían
al Jesús auténtico. Una representación
de Jesús que muchas personas llevan en su cabeza. Lo que les produce un sentimiento tan extraño
que, ni siquiera, se atreven a pronunciar la palabra “Jesús”. Son los que prefieren hablar de “Cristo” o de
“Jesucristo”. Les da miedo de hablar del
Jesús del Evangelio.
2. Pero
lo llamativo de este relato es que Jesús convirtió el miedo en alegría. Precisamente
porque dejaron de ver un fantasma y empezaron a ver a Jesús. Ahora bien, lo llamativo es que este cambio se
produjo cuando Jesús les pidió que sacaran algo para comer. De nuevo, la mesa compartida pone las cosas
en su sitio, nos des- cubre a Jesús, espanta los fantasmas, devuelve la alegría
y crea unión y comunidad.
3. En
la Iglesia sobran ritos, normas, ceremonias, cultos sagrados y solemnes, observancias,
preceptos y prohibiciones, anatemas y censuras. Y escasea demasiado la unión, la comunión, los
gestos de unidad, fomentar lo que nos une, nos acerca, nos ayuda al respeto la
tolerancia, la comprensión. Por ahí es
por donde desandaremos la senda equivocada de los fantasmas y tomaremos el camino
que nos lleva derechamente a Jesús. Hay gente que tiene en su cabeza un “dios”
que les impide ver, en los evangelios, a “Jesús”, tal como fue y vivió. Lo que podemos saber de “Dios”, nos lo revela
“Jesús”.
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