miércoles, 30 de marzo de 2016

Párate un momento: El evangelio del día 31 DE MARZO - JUEVES OCTAVA DE PASCUA




31 DE MARZO - JUEVES
OCTAVA DE PASCUA

       Evangelio según san Lucas 24, 35-48

       En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.  
       Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
       “Paz a vosotros”.
       Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
       Él les dijo:
        “¿Por qué os alarmáis?  ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?  Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.  Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que tengo”.
       Dicho esto, les mostró las manos y los pies; y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos,  les dijo:
       “¿tenéis ahí algo que comer?”
       Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado.  Él lo tomó y comió delante de ellos.  
       Y les dijo.
       “Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y los Profetas y Salmos acerca de mí tenía que cumplirse”.
       Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.  Y añadió:
       “Así estaba escrito: el Mesías padecerá resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, empezando por Jerusalén.  Vosotros sois testigos de esto”.

       1.   Hay que decirlo con claridad y sin miedo. Los catecismos tradicionales y las teologías trasnochadas, en las que se basan las catequesis y las enseñanzas de religión cristiana, han deformado la mentalidad a muchos cristianos.  Porque les han hecho ver en el Evangelio al Hijo de Dios de tal manera, que Jesús deja de ser un hombre y se convierte en un “dios disfrazado” de hombre.  Algo así debían pensar aquellos discípulos cuando vieron al Resucitado y se pensaban ver un “fantasma”.  De ahí, el miedo que sintieron aquellos discípulos.  Era el “miedo reverencial” ante “lo numinoso”, “lo santo” (R. Otto).       Aquello fue la deformación de la imagen de Jesús.  Aquel grupo de personas no veían al Jesús auténtico.  Una representación de Jesús que muchas personas llevan en su cabeza.  Lo que les produce un sentimiento tan extraño que, ni siquiera, se atreven a pronunciar la palabra “Jesús”.  Son los que prefieren hablar de “Cristo” o de “Jesucristo”.  Les da miedo de hablar del Jesús del Evangelio.

       2.   Pero lo llamativo de este relato es que Jesús convirtió el miedo en alegría. Precisamente porque dejaron de ver un fantasma y empezaron a ver a Jesús.  Ahora bien, lo llamativo es que este cambio se produjo cuando Jesús les pidió que sacaran algo para comer.  De nuevo, la mesa compartida pone las cosas en su sitio, nos des- cubre a Jesús, espanta los fantasmas, devuelve la alegría y crea unión y comunidad.

       3.   En la Iglesia sobran ritos, normas, ceremonias, cultos sagrados y solemnes, observancias, preceptos y prohibiciones, anatemas y censuras.  Y escasea demasiado la unión, la comunión, los gestos de unidad, fomentar lo que nos une, nos acerca, nos ayuda al respeto la tolerancia, la comprensión.  Por ahí es por donde desandaremos la senda equivocada de los fantasmas y tomaremos el camino que nos lleva derechamente a Jesús. Hay gente que tiene en su cabeza un “dios” que les impide ver, en los evangelios, a “Jesús”, tal como fue y vivió.  Lo que podemos saber de “Dios”, nos lo revela “Jesús”.



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