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DE MARZO – SÁBADO -
San
José, esposo de la Virgen María
“SOLEMNIDAD”
Evangelio según Mateo 1, 16.18-21. 24
Jacob engendró a José, el
esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El
nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
la madre de Jesús estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó
que ella esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero apenas había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
José, hijo de David, no tengas
reparo en llevarte a María, tu mujer; porque la criatura que hay en ella viene
del Espíritu Santo. Dará a luz un
hijo y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Cuando José se despertó hizo
lo que le había mandado el ángel del Señor.
1. No sabemos con seguridad si lo que se relata,
en este evangelio, sucedió realmente tal y como aquí se cuenta. Porque, si esto
fue un sueño, solamente pudo saberse porque así lo contó el que lo soñó, el
propio José. Pues bien, si nos ponemos
en la mejor de las hipótesis, efectivamente José tuvo este sueño y lo contó,
punto por punto, tal como
aquí se relata. A no ser que, siguiendo una antiquísima tradición bíblica (Gen
15, 2. 12; 28, 16), interpretemos este relato como una forma de presentar una
visita divina que revela los planes de Dios, recurso literario del que se sirve
el evangelio de Mateo (1, 24; 2, 3 s. 19-23).
2. En cualquier caso, si es que este evangelio
relata algo que así sucedió, lo que
de aquí resulta es que
José fue un hombre ejemplar, excepcional, en la entereza de su fe en Dios. Y en
su fidelidad a lo que él vio como proyecto divino. Porque es evidente que, para
un hombre normal, tiene que ser duro enterarse y aceptar, sin la menor
protestas sin pregunta alguna, que su prometida va a ser madre, sin que
él tenga que ver nada en
la gestación de ese hijo.
Simplemente
decidió ausentarse de aquel extraño e inexplicable asunto. Hasta que Dios le
dijo que no, que siguiera en su sitio y cumpliera con su misión de padre,
ejerciendo una paternidad que no le correspondía. Porque quien realmente
estaba, en el centro mismo de todo aquel incomprensible asunto, era el Espíritu
Santo.
3. O la teología es un discurso sin pies ni
cabeza; o este relato evangélico es la expresión narrativa de una situación
límite. Y —lo más importante— una situación en la que el
protagonista, José, reacciona con una generosidad y una fidelidad, a cuanto
trasciende esta vida, que es el modelo ejemplar de una fe y una confianza que
trasciende todo límite. ¿No es esto lo
más ejemplar que podemos descubrir y aprender de san José?
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