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DE MARZO – VIERNES –
San
Vicente de León, Abad
4ª
- SEMANA DE CUARESMA - C
Evangelio
según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30
En
aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque
los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Cuando sus parientes habían subido ya a la
fiesta subió también él; no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén,
dijeron:
“¿No es este al que intentan matar? Pues cómo habla abiertamente y no le dicen
nada. ¿Será que los jefes se han
convencido de que este es el Mesías? Pero
este sabemos de dónde viene,
mientras que el Mesías, cuando llegue,
nadie sabrá de dónde viene”.
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el
Templo, gritó:
“A
mí me conocéis y conocéis de dónde
vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino
enviado por el que es veraz: a ese vosotros no le conocéis; yo le conozco
porque procedo de él y él me ha enviado”.
Entonces
intentaban agarrarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había
llegado su hora.
1. La tensión que
soportaba Jesús, en sus relaciones con las autoridades religiosas, se iba
acentuando. El evangelio de hoy empieza recordando
que “los judíos trataban de matarlo”. Como es sabido, “los judíos” en el lenguaje
del IV evangelio, eran “los dirigentes de la religión de Israel” (Jn 2, 18; 5,
10;. 16. 18; 9,22, etc.); especialmente las autoridades supremas: 8, 31; 11,
19; 12, 11) (J. Mateos). Jesús llegó a
ser visto como un hombre extremadamente peligroso al que era necesario eliminar
cuanto
antes. Y él era consciente del peligro inminente en
que vivía. Es duro tener que vivir como
una especie de fugitivo. Sobre todo, si
se tiene en cuenta que los perseguidores eran los representantes oficiales de
Dios. Lo que lógicamente representaba la
descalificación suprema, en una cultura profundamente religiosa. Una situación que llevaba seguramente consigo
miedo, vergüenza, inseguridad y posiblemente también dudas y oscuridades íntimas
sobre la propia conducta.
2. En el fondo, lo que
allí se planteaba era el problema de Dios. Los líderes religiosos veían en
Jesús un peligro porque invocaba a Dios y afirmaba que lo que decía venía de
Dios y era la manifestación de la voluntad de Dios. Pero eso es lo que los dirigentes religiosos
no soportaban. Y en eso es en lo que veían el mayor peligro para ellos. Porque, si efectivamente Jesús llevaba razón,
quienes quedaban descalificados ante la sociedad, eran ellos. Y eso es lo que no soportaban. No les preocupaba saber si Jesús decía la
verdad. Lo que les preocupaba era mantener
su poder, su autoridad, su dignidad, su buena imagen.
3. Lo decisivo, en
nuestra relación con Dios, es si lo que, ante todo y sobre todo, defendemos es
la fe en él o nuestros propios intereses, nuestro poder nuestra dignidad,
nuestro buen nombre y los privilegios que nos puede proporcionar la condición
de persona “creyente”, “religiosa” y, por tanto, “respetable”. En esto se juega
el ser o no ser de la fe en Dios. Y de la fe en Jesús.
San
Vicente de León, Abad
Vicente de León (muerto en León, 11 de
marzo de 554) fue un monje benedictino, abad del monasterio de San Clodio de
León.
Se significó por su lucha contra la
herejía arriana. Durante una invasión de los suevos arrianos, comandados per
Reciano, éste atacó el monasterio, que se encontraba en los alrededores de
León, y detuvieron al abad. Torturado,
mantuvo su posición hacia la herejía y fue condenado, muriendo de un golpe de
espada en la cabeza.
Dos días después, también murieron el
prior del monasterio, Ramiro, y doce monjes que permanecieron allí, mientras el
resto de la comunidad huyó.
Sus restos fueron enterrados en el monasterio,
pero con el tiempo se perdieron, excepto las de Vicente y Ramiro. Las de
Vicente fueron trasladadas a la catedral de Oviedo, donde se depositaron en una
arca de plata, hoy en la Cámara Santa.
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