16 DE MARZO – MIÉRCOLES –
Santa Eusebia, abadesa
5ª ~ SEMANA DE CUARESMA ~ C
Evangelio según san Juan 8, 31-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en
él:
“Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos
míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
Le replicaron:
“Somos hijos de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ¿seréis libres?”
Jesús les contestó:
“Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para
siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis
realmente libres. Ya sé que sois linaje
de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis
palabras. Yo hablo de lo que he visto
junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre”.
Ellos replicaron:
“Nuestro padre es Abrahán”.
Jesús les dijo: “Si fuerais hijos de Abrahán haríais lo que
hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de
matarme a mi; que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo
hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre”.
Le replicaron:
“Nosotros no somos hijos de prostituta; tenemos un solo padre:
Dios”.
Jesús les contestó:
“Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de
Dios y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió”.
1. Las
dos enseñanzas más evidentes, que se leen en este evangelio, son: 1) Donde hay fe en Jesús hay libertad. Lo cual quiere decir que si la fe en Jesús es
auténtica, esa fe produce personas libres. 2) Son libres quienes hacen lo que ven que
hace el Padre. La relación “hijo-padre”,
según Jesús, no es relación de “dependencia”, sino de “semejanza” en la conducta. Jesús lo dice muy claro: “Si fuerais hijos de
Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán”. La
fe en Jesús es libertad. Y es también semejanza con el Padre, con lo que hace
el Padre-Dios.
2. La
fe en Jesús produce personas libres porque, mediante la fe, los creyentes conocen
la verdad. Pero, ¡Atención!, que, al
hablar de la “verdad”, no nos estamos refiriendo
solo ni principalmente, a verdades religiosas, a dogmas de fe. La verdad de la que habla Jesús es la adhesión
y la identificación con él. Los
catecismos y los dogmas que no llevan a las personas a vivir como vivió Jesús,
no contienen la verdad de la que habla el Evangelio.
3. Todos
pensamos que somos libres, cuando en realidad estamos más condicionados,
controlados y sumisos de lo que nos imaginamos. La moderna sociedad de bienestar y consumo
dispone y maneja muchos más mecanismos de control de cuanto podemos sospechar. Nos controlan la manera de pensar, de vestir,
de comer, de descansar, de trabajar... La
gran tarea de la religión y de la Iglesia, en este momento, tendría que ser
hacernos más libres frente a tantos controles. No para hacer cada cual lo que
se le antoja, sino para estar más disponibles al servicio de la bondad y la
misericordia.
Santa Eusebia, abadesa
(1183) - Santa Eusebia era la hija mayor de San
Adalbaldo de Ostrevant y Santa Rita.
Después del asesinato de su esposo, Rita se retiró
al convento de Marchinnes con sus dos hijos menores y envió a Eusebia a la
abadía de Hamage donde su bisabuela Santa Gertrudis era la abadesa. Eusebia
tenía solamente doce años de edad cuando Santa Gertrudis murió, pero fue
elegida sucesora de ésta, de acuerdo con los deseos de la finada y también
porque era costumbre de aquel tiempo que, de ser posible, la superiora de una
comunidad fuera de noble cuna para contar con el apoyo de una familia poderosa
en tiempos difíciles.
Santa Rita, que era ya abadesa de Marchinnes, consideró que Eusebia era
demasiado joven para tener a su cargo la comunidad y le ordenó venir a Marchinnes
con todas sus religiosas. La joven abadesa, no dada a quejarse, se fue a
Marchinnes con toda la comunidad, llevando el cuerpo de Santa Gertrudis.
Las dos comunidades se fundieron en
una, con lo que todo quedó felizmente arreglado, excepto para Eusebia. El
recuerdo de Hamage la perseguía.
Así, una noche, ella y algunas de las
religiosas salieron a escondidas hacia la abandonada abadía, donde rezaron el
oficio y se lamentaron de no haber cumplido los mandatos de Santa Gertrudis.
Aunque este acto no quedó sin castigo, viendo que su hija anhelaba estar en
Hamage, Santa Rita consultó el caso con el obispo, así como con otros hombres
piadosos, quienes le aconsejaron condescendiera con los deseos de Eusebia.
No tuvo que arrepentirse Rita de su acción,
pues la joven abadesa probó ser capaz y juiciosa para restablecer en la
comunidad la disciplina de los días de Santa Gertrudis, a quien se esforzó en
imitar en todo.
Ninguna incidencia especial parece
haber marcado la vida posterior de Eusebia. Contaba solamente cuarenta años de
edad, cuando tuvo el presentimiento de su inminente fin. Reunió a las
religiosas y les dio sus últimas recomendaciones y bendiciones. Al terminar de
hablar, un resplandor iluminó su celda y casi inmediatamente después su alma
voló al cielo.
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