21 DE MARZO - LUNES –
SEMANA SANTA
Evangelio
según Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía
Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una
cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo,
auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su
cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar,
dice:
“¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos
denarios para dárselos a los pobres?”
(Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque
era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando).
Entonces Jesús dijo:
“Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque
a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me
tenéis”.
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y
fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había
resucitado de entre los muertos. Los
sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por
su causa, se les iban y creían en Jesús.
1. La práctica del “simposio” o “banquete”,
que era tan frecuente y tan importante en las culturas mediterráneas de la
Antigüedad (DenniS E. Smith), pone en evidencia un hecho capital de la
existencia humana: no somos mera “materia”, ni solo “espíritu”, sino fusión de
ambas cosas. Así lo explicaron el
Banquete, de Jenofonte, al igual que el Banquete, de Platón. Y lo mismo hace el Evangelio. Pero con una diferencia clave. El “orden” del simposio reproducía el “orden
social establecido”. Jesús rompió este
“orden” (?). Porque Jesús compartía mesa y mantel con “pecadores” y “publicanos”, con los “últimos”, con los
“pobres” y llamativamente con “mujeres”. La “comensalía” de Jesús expresa la sociedad
solidaria e igualitaria que él quiere.
2. Pero
en esta cena quedó patente la generosidad y la ternura de las mujeres, en
contraste con el egoísmo y la ambición de los hombres: Judas (Jn 12, 4-6) y los
discípulos (Mt 26, 8; Mc 14, 4). Con un
agravante: los hombres se escandalizan del derroche de generosidad de la mujer.
Al tiempo que ocultan su egoísmo
invocando motivos “sociales”, cuando en realidad sabemos de Judas que era un
“ladrón” (Jn 12, 6). Tan ladrón, que,
por ambición de dinero, vendió a Jesús (Mc 14, 10-11; Mt 26, 14-16; Lc 22,
3-6). Es exactamente lo mismo que estamos viendo ahora, en la conducta de políticos
y banqueros, hombres de negocios y patronos... Se roba, se mata, se miente y se impone la
convicción de que lo importante es vivir bien, disfrutar de
la vida,
triunfar en este mundo desbocado, sin acordarse para nada de los millones de
seres humanos que se mueren de hambre en la mayor miseria.
3. El
problema más fuerte que tenemos es el mismo que ya despuntó en Judas.
Aquel “traidor” se erigía en defensor de
los pobres, cuando en realidad los
pobres no le importaban para nada. Hoy,
semejante conducta hipócrita y miserable, se ha generalizado más de lo que imaginamos. Los magnates que nos roban, dirigen una (o más
de una) ONG para ayudar a los pobres. Y aparecen
como campeones de la justicia y de los derechos humanos, cuando en realidad
llevan una “doble vida” que da asco. La
corrupción va siempre unida a la
mentira.
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