15 DE MARZO – MARTES –
Santa Luisa de Marillac, viuda
5ª ~ SEMANA DE CUARESMA - C
Evangelio según san Juan 8, 21-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: “Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por
vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros”.
Y los judíos comentaban:
“¿Será que va a suicidarse, y por eso dice “donde yo voy no
podéis venir vosotros?”.
Y él continuaba:
“Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros
sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis
por vuestros pecados”.
Ellos le decían:
“¿ Quién eres tú?”
Jesús les contestó:
“Después de todo, ¿para qué seguir hablándoos? Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros;
pero el que me envió es veraz y yo comunico al mundo lo que he aprendido de
él”.
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
“Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que yo soy, y que
no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que
me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le
agrada”.
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en Él.
1. Esta
reflexión, que el IV evangelio pone en boca de Jesús, es una reflexión
teológica que explica y profundiza los textos del mismo evangelio de Juan en
los que se afirma que Jesús es la revelación de Dios. En otras palabras, lo que
aquí se afirma es que en Jesús, en su persona y su forma de vida, en su conducta
y en su enseñanza, es donde y en quien se nos da a conocer Dios mismo. Esto es
lo que contienen textos tan fundamentales como en realidad son Jn 1, 18 y 14,
8-11.
2. ¿Qué
significa todo esto? El problema que aquí se plantea y al que este evangelio
pretende dar respuesta, se centra en esto. Conocer a Dios y hablar de Dios, ha
sido siempre un asunto extremadamente complicado y difícil de aclarar. Porque Dios
es, por definición, el Trascendente. Es decir, Dios no está a nuestro alcance,
ni a nosotros nos es posible entenderlo, saber quién es y cómo es, conocer lo
que piensa y lo que quiere. ¿Dónde, cómo y en quién nos enteramos de todo eso?
En la revelación de Dios, que es Jesús. El hombre Jesús de Nazaret. En su vida,
sus costumbres, sus preferencias..., ahí y en eso es donde se nos revela Dios.
3. Por
eso, Jesús dijo: “yo soy de allá arriba”... “yo no soy de este mundo”... “el
que
me envió es
veraz y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él”. A lo que el mismo
Jesús añade la afirmación más honda y fuerte: “Cuando levantéis al Hijo del Hombre
sabréis que yo soy”. Jesús fue “levantado” por los judíos cuando fue crucificado
(cf. Jn 3, 14). Y fue entonces, en el hundimiento total de su fracaso, dónde, cuándo
y cómo Dios —el Dios de Jesús— se dio a conocer. La expresión “yo soy” es la definición
que Dios da de sí mismo en Ex 3, 14. Que no es una definición ontológica (G.
Von Rad), el “ser” de Dios, sino que es una definición histórica, cómo “actúa”
Dios (B. Welte). Dios actúa fracasando
en la cruz. Y así, como Yahvé con Israel, libera a las
víctimas de
la esclavitud.
Santa Luisa de Marillac, viuda
Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a
los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada
salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo:
"Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar".
Se
casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de
Médicis.
Dicen sus biógrafos: "Luisa fue un modelo de
esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y
violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de
cada día.
Dios le concedió un hijo, al cual amó de tal manera
que San Vicente le escribió diciéndole: "Jamás he visto una madre tan
madre como usted".
Y en otra carta le dice el santo: "Que
felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos
ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso
que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo,
como el que Usted tiene hacia el suyo".
A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse
religiosa. "Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré
totalmente a servir a Dios". Claro está que en la vida "mundana"
que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la
conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no
cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.
Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como
directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de
almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales
tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes
de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años,
siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.
San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres
que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los
ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde
San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se
alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien
que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa
Luisa de Marillac.
Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los
grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: "Vaya en
nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su
consuelo en las dificultades".
En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y
peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos
incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente
exclamaba: "Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad
es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta
mujer tiene".
Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país
visitando las asociaciones de caridad y que llevaba siempre gran cantidad de
ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella
misma por sus propios esfuerzos había conseguido.
Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la
asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían
cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus
recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba
a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y
esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de
ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.
La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el
gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y
otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no
permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer
ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.
En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes
hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así
nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas,
Hijas de la Caridad.
San Vicente les hizo este reglamento: "Por
monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza
arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su
límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de
ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad"
En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por
una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue
entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la
Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a
los más necesitados.
Santa
Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a
trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras
manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La
alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de
los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.
Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o
enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho
cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en
muchísimos casos su recuperación.
En 1655, el Arzobispado de París le concede la
aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les
dice: "De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la
Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener".
De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de
León dijo acerca de Santa Teresa: "Para conocer cómo era su personalidad,
basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que
escribió". Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con
cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y
sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir
centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir
las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas
circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales
que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo
esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e
ignorantes.
Trece años antes de que ella muriera, dijo San
Vicente: "La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber
muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan
débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y
trabaja sin dejarse vencer por el cansancio".
San
Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el
se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole:
"Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y
nos volveremos a ver en el cielo". Y así sucedió.
El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una
dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada
y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27
de Septiembre de ese mismo año).
Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la
Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada
su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de
la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas
fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.
El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en
1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes
Sociales.
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